Por qué dividir el Metro según sexo es mala idea
"Créanme que separar los metros por sexo no previene el acoso callejero, el cual es altísimo en Brasil y no bajó por crear los trencitos celestes y rosados".
Janet Noseda es Psicóloga. Magister en psicología clínica. Especialista en género y diversidad sexual.
Hace tres años viajé a Río de Janeiro, en una de mis tantas aventuras amorosas. Mientras estuve allá, conocía Río sola durante el día, porque mi pareja trabajaba, así es que me iba a la playa en micro o en metro. Utilizaba más la micro pero un día, me tocó devolverme a la casa en metro. Estaba en la estación esperando cuando vi que llegó un carro celeste. Intenté subir y me dijeron que no podía, porque era mujer. Me quedó pasmada y sin entender que estaba pasando. El próximo carro que llegó era color rosado y me dijeron que ahí sí podía subirme. Adentro, sólo había mujeres y noté que el metro está dividido según sexo, celeste para los hombres y rosado para las mujeres. Yo, feminista y luchadora de la igualdad de género, me sentí absolutamente humillada todo el trayecto. ¿Por qué me hacían viajar en un trencito rosado y por qué no pude subir al otro tren sólo por ser mujer? Me dio mucha rabia y me bajé con una sensación de humillación tremenda.
Cuál no sería mi sorpresa cuando leí que en Santiago quieren hacer lo mismo para prevenir el acoso callejero. Me parece insólito. Ya es insólito que dividan los baños según hombres y mujeres (¿para qué?) y ahora, ¿quieren hacernos viajar separados? Créanme que separar los metros por sexo no previene el acoso callejero, el cual es altísimo en Brasil y no bajó por crear los trencitos celestes y rosados. NO ES LA SOLUCIÓN y sólo muestra que no tenemos idea de lo que significa el acoso callejero y sus raíces. Es como la creación de cárceles y castigos sin intervenir socialmente en donde ocurren los delitos. Claro, es más fácil “castigar o sancionar”, que analizar el problema desde un punto de vista sociológico para dar una respuesta efectiva.
El acoso callejero tiene raíces profundas en lo cultural y social y hace alusión a las creencias y micro machismos que existen en la cultura chilena. La publicidad nos muestra cuerpos de mujeres, no personas, CUERPOS, seres deshumanizados utilizados para vender productos, cuyo mensaje es que las mujeres somos cosas, objetos que están dispuestos y son de libre acceso para los hombres. ¿Cómo esperar que no nos toque el trasero un extraño si a ese extraño le han enseñado que nuestros traseros están para su diversión y para el ojo público?. ¿Cómo exigir respeto y no más femicidios, cuando en esta cultura se enseña indirectamente que somos propiedad de los hombres y objetos de menos valor, que se pueden golpear o violentar a través de un agarrón o de un asqueroso “mijita rica” al oído de un viejo verde?
He analizado los “piropos” (lo pongo entre comillas porque para mí no son piropos, son violencias) según género y las mujeres no nos sentimos con el derecho de invadir con la mirada el espacio personal de un hombre. No les miramos el pene, el trasero ni le susurramos una asquerosidad mientras vamos caminando. Yo por ejemplo, si veo a un hombre que me parece muy guapo en la calle, bajo la mirada inmediatamente. Los hombres en cambio creen que nuestros cuerpos son de libre acceso… como si nosotras no tuviésemos derecho al famoso “metro cuadrado” que los demás no debieran invadir, ni siquiera con la mirada. A mí me han agarrado el trasero, dicho las más asquerosas frases delante de extraños, me han mirado los pechos, la vagina y me han hecho sentir violada de esa forma. Sin ir más allá, una vez andando en bicicleta un viejo me dijo “déjame chuparte la zorra” y me persiguió diciendo “una chupadita no más… que te cuesta”. Yo me tambaleaba en la bicicleta y cuando llegué a mi casa, no salí a andar en bicicleta por varios días.
La solución de separar el metro según sexo es simplona y una vez más van a gastar dinero y tiempo en “soluciones” que no lo son. Mejor realicen un estudio profundo de los aspectos culturales detrás del acoso callejero e intervengan según ello. Intervengan la publicidad, los concursos misóginos como el de miss reef, la televisión, la educación de los niños que desde pequeños para ser populares y aceptados por los compañeros, fisgonean revistas pornográficas. Intervengan en la educación no sexista, implementen programas de igualdad de género y feminismo, creen publicidad con frases que nos hagan reflexionar… pero por favor no nos sigan humillando. Yo aviso de inmediato que no tomaré el trencito rosado. Tomaré el azul.