Teletón: 27 horas de propaganda ideológica
"Me parece necesario que, en momentos actuales en los han surgido cuestionamientos a lo establecido como lo real, no dejemos de desmenuzar la visión sobre lo solidario que entrega este programa de televisión".
Francisco Méndez es Columnista.
Tal vez se escriba mucho al respecto siempre dando una opinión parecida, pero parece importante repetirlo: el show de la Teletón son 27 horas de propaganda ideológica. Lo siento. A lo mejor suene demasiado duro a poco tiempo de lograda la meta, pero más duro aún es no darse cuenta de que estamos celebrando un espectáculo en el que se favorece una cierta lógica establecida como la realidad.
Es cierto, las historias son conmovedoras y muchos nos emocionamos cuando vemos a familias de escasos recursos que tienen que superar interminables obstáculos hasta que se encuentra con esta fundación. Es bonito ver cómo se sienten apoyados por estos centros de rehabilitación que tratan a sus pacientes como si fueran parte de una gran comunidad. Lo que no es nada de lindo, en cambio, es descubrir que todas esos mini documentales forman parte de una jornada en la que el mismo modelo que les hace imposible a muchas de esas familias obtener los recursos necesarios para lidiar con las dificultades que conlleva tener a un integrante con problemas, se pavonea durante algunas horas ante padres y madres dándoles un poco de su caridad.
Pero cuando hacemos estos cuestionamientos nos dicen que sin esa constante publicidad a las empresas y los empresarios muchos de los logros de la Teletón no habrían sido posibles. Nos quieren contar que es la única manera en que conseguiremos los objetivos, negándonos otra forma en la que podamos concebir la solidaridad y la recaudación de dinero para llevar a cabo tamañas tareas.
Para ser exactos, se instaló la idea de que no hay otras opciones viables para hacer las cosas en todo ámbito. Pero en el caso particular de la Teletón, esto se debe, entre otros factores, a que quienes creemos en el Estado hemos también callado ante la parafernalia de un Don Francisco que nos emociona y nos hace creer que una sociedad comunitaria es una que silencia sus diferencias y corre a un banco a donar dinero.
Y eso no es vivir en comunidad. Callar las ideas y no mostrar las diferencias en torno a una obra es obligarnos a no opinar, cuestionar y, por ende, buscar despolitizar. ¿Es que acaso no es mejor discutir de política y políticas para llegar a soluciones más acordadas y no a la imposición de una sola lógica? Tal vez sí. A lo mejor podríamos realmente contraponer posiciones y buscar acuerdos reales que no nos conduzcan necesariamente a aquellas imposiciones que se visten de consenso.
La Teletón es la demostración más clara de por qué algunos ganaron. Y es porque impusieron, hicieron y nos llamaron a no cuestionar por medio de la emocionalidad. Ya que cuando decíamos algo en contra de las formas, nos acusaban de estar en contra de los niños y sus familias. Nos tildaban de descorazonados y malas personas, al igual que a aquellos a a los que llamaron “comeguaguas” por pedir que en Chile haya derechos básicos que sean garantizados.
No se puede discutir acerca de la Teletón al igual como no se pudo discutir las lógicas en las que nos hemos movido por años. Por eso las candidaturas progresistas nunca han hablado del tema y, en cambio, buscan sentarse al lado del rostro de la campaña para así no perder votos, siendo que esta es tal vez una de las principales discusiones ideológicas que aún no nos hemos atrevido a dar abiertamente. ¿Por qué? Porque al hacerlo estaríamos rompiendo esa “unidad de Chile” que tantas veces se ha invocado para aplastar a las cabezas pensantes a lo largo de nuestra historia reciente.
Me parece necesario que, en momentos actuales en los han surgido cuestionamientos a lo establecido como lo real, no dejemos de desmenuzar la visión sobre lo solidario que entrega este programa de televisión. Es fundamental que comencemos a preguntarnos si hay tanta solidaridad en que una gran empresa done y se exima de impuestos mientras, al mismo tiempo, hace publicidad a sus productos. Pero sobre todo que nos atrevamos a correr no la barrera de lo posible, sino de lo que intereses bastante claros e identificables nos dicen qué es o no lo que se puede hacer.