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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Los desafíos del diálogo chileno mapuche

"¿Estará disponible el sector que representa el ministro a generar cambios estructurales, sociales y políticos en la Araucanía? El ministro ha anunciado que se está trabajando en un Plan Araucanía. ¿Se tratará de una iniciativa que sólo se enfoque en cuestiones referidas al desarrollo económico de la región?".

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Gonzalo Frei Toledo es Académico Universidad Alberto Hurtado Programa Mediación y resolución de Conflictos de la Facultad de Derecho.

Durante estos días hemos podido presenciar el despliegue del Ministro de Desarrollo Social Alfredo Moreno, encabezando iniciativas de diálogo directo con actores del mundo mapuche, liderando con ello un conjunto de acciones tendientes a generar confianzas entre personas que hace poco tiempo era bastante impensable pudieran conversar en un conflicto interétnico que se arrastra por décadas en nuestro país.

Estas conversaciones han tenido como resultado inmediato que Gendarmería otorgase permiso al Machi Celestino Córdova para abandonar su lugar de reclusión y renovar su rewe, y las reuniones del gran empresariado sentándose en una jornada de dos días a escuchar el testimonio de algunos miembros de la comunidad mapuche, donde evidentemente lo más emblemático ha sido el ex vocero de la CAM, Víctor Ancalaf. La apertura de estos espacios de diálogo aparece como una oportunidad de cambio de la situación actual, pero asimismo implican un desafío significativo para que no se transformen en instancias de mero voluntarismo, generando frustración entre las partes y una profundización de la desconfianza. Los desafíos inmediatos que enfrenta el ministro en esta cruzada son el cambio de la estrategia de seguridad del gobierno, la capacidad de articulación con otros actores, y la incorporación de cambios políticos y económicos que asuman demandas históricas de las comunidades.

En este sentido, un primer desafío para el ministro Moreno será hacer frente a los sectores más duros de su sector. Hace menos de dos semanas de la autorización de la salida del Machi a visitar su Rewe, el ministro del Interior Andrés Chadwick señalaba su rechazo a otorgarle beneficios carcelarios y acusaba de acciones terroristas en la región para presionar su salida. ¿qué cambio en dos semanas? El testimonio de Jorge Luchsinger dando su aprobación a que se permitiera la salida del machi fue clave para el cambio de opinión en el Ejecutivo. No obstante, el mismo día que el ministro Moreno promovía un diálogo de más de 130 personas en pos de generar confianzas, el Ministro Chadwick recibía en La Moneda a José Antonio Kast para ver propuesta de entregar atribuciones a los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas para enfrentar el terrorismo en la Araucanía. Es lo que se ha denominado la estrategia del garrote y la zanahoria. Mientras el ministro Moreno dialoga, Chadwick implementa el comando Jungla en la Araucanía. Es decir, mientras el Ministro de Desarrollo Social abre las puertas del diálogo a la CAM, por otro el Ministro del Interior criminaliza e implementa un plan anti terrorista. Sin duda, si las tratativas avanzan y se incorporan nuevos actores, el diálogo de buena fe tendría que tener como resultados que los despliegues de seguridad cambien y se basen en una política de no criminalización y estigmatización del pueblo mapuche.

Un segundo desafío del diálogo tiene que ver con la inclusión de nuevos actores. Aparece una posibilidad de diálogo entre empresarios y miembros de la sociedad civil como una oportunidad de generar cambios. Pero surge la duda si se podrán incluir la diversidad de opiniones y visiones en juego. La diversidad de liderazgos territoriales y de heterogeneidad del pueblo Mapuche es central. Ya han surgido críticas de distintos sectores a la representatividad que tendría Víctor Ancalaf. ¿Cómo avanzar en la convocatoria a sectores más críticos? ¿cómo convocar y lograr representatividad? De hecho, ¿quiénes realmente pueden representar la heterogeneidad política y cultural del pueblo mapuche? Probablemente sea uno de los desafíos más complejos y de largo plazo, que requiere distintos tipos de procesos e incorporación de aliados políticos y sociales de distinto signo que permitan profundizar y diversificar las visiones involucradas. De no ser así, se corre el riesgo de implementar un diálogo sin sustento real y duradero.

El tercer desafío tiene que ver con los cambios que provocará el diálogo. Más allá de generar confianzas y empatía, ¿estará disponible el sector que representa el ministro a generar cambios estructurales, sociales y políticos en la Araucanía? El ministro ha anunciado que se está trabajando en un Plan Araucanía. ¿Se tratará de una iniciativa que sólo se enfoque en cuestiones referidas al desarrollo económico de la región? La clave del éxito del proceso de diálogo está en que se aborden las causas raíces del conflicto, y esto es algo más que la mera productividad de la novena región. El diálogo debe hacerse cargo de los aspectos de representación política y los derechos de los Pueblos Indígenas. Si el Ministro desea avanzar debe incluir en su agenda la creación del ministerio de Pueblos Indígenas que duerme en el senado, el reconocimiento constitucional, y un conjunto de temas que tiene que ver con cambios políticos y de representación. El tema económico pasa, asimismo, por la regulación de la actividad forestal, su impacto en las comunidades y el medio ambiente. ¿Está disponible la industria a cambios que afecten la actividad? Dialogar no es sólo mirarse y empatizar. El diálogo efectivo implica negociar cambios y compartir poder. En un contexto histórico de desigualdad social, política y económica transferir poder implica ceder en privilegios históricos a los sectores más postergados.

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