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11 de Septiembre de 2018

Las lecciones de la historia y la memoria

"El gesto de resistencia de Allende será recordado por siempre. La entrega y ejemplo de las miles de víctimas no serán olvidados".

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La historia nos ha dejado una gran lección de la derrota del 11 de septiembre de 1973 y del triunfo del 5 de octubre de 1988.

Una lección común, que no es otra que el valor de la unidad, de la unidad más amplia, para asegurar los cambios que el país requiere. A comienzos de los años 70 para profundizar la democracia; en los 80, para recuperarla.

Con el dolor y sacrificio de muchos, aprendimos que las reformas para construir un país más justo solo pueden ser impulsadas con el apoyo de mayorías sólidas que aíslen a los sectores conservadores que siempre se opondrán a todo cambio. Una mayoría que además debe sostenerse en el tiempo si se quiere impedir la posibilidad de una regresión.

Quince años después, con la esperanza y coraje de la gran mayoría de los chilenos, levantamos la unidad de toda la oposición como la principal arma para frustrar la pretensión de Pinochet de eternizarse en el poder y abrir paso a la recuperación de la democracia.

No hubiera habido Golpe de Estado si los sectores medios y populares hubieran fraguado una alianza poderosa en función de un programa de cambios posibles. No hubieran triunfado las fuerzas democráticas en el plebiscito si no se hubieran concertado en un frente común trabajadores, mujeres, estudiantes, profesionales, y partidos desde la derecha liberal hasta la izquierda más radical.

Esta es la gran lección que nos dejan tales hechos capitales de nuestra vida como país. Y esa enseñanza mantiene plena vigencia en la actualidad.

La derrota sufrida en las elecciones de diciembre no hubiera sido posible si las fuerzas que empujaban por transformaciones hubieran logrado un acuerdo en torno a un programa y un candidato común.

Y a su vez, la alternativa de impedir el desmantelamiento de los avances y continuar la senda transformadora, solo será posible con una nueva unidad social y política.

Pero estas son las lecciones de la historia, que son políticas y, por lo tanto, están sujetas a revisiones una y otra vez.  Se puede tropezar una y otra vez con la misma piedra. 

La memoria, en cambio, que recoge solo los hechos más esenciales y relevantes, que solo deja espacio al heroísmo y la vergüenza, nos deja lecciones de vida definitivas.

El valor de los derechos humanos, la ignominia de los victimarios y el altruismo de quienes les enfrentaron, todo aquello quedo grabado a fuego en la conciencia de los chilenos.

El gesto de resistencia de Allende será recordado por siempre. La entrega y ejemplo de las miles de víctimas no serán olvidados.

Esa es la principal garantía del nunca más. Los horrores vividos no tuvieron ni tendrán jamás justificación. 

Algunos podrán reescribir la historia y sacar nuevas conclusiones políticas de las causas del golpe o de los gestores del triunfo en el plebiscito. Sería lamentable, significará retrocesos o un avance más lento, pero están en su derecho. Cualquier historiador, dirigente político o simple ciudadano puede embarcarse en esa tarea con mayor o menor honestidad.

Pero lo que no puede ocurrir es que se pretenda revisar la memoria. Esa nos pertenece a todos y nos corresponde a todos honrarla y preservarla.

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