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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Brasil no es para principiantes

"Mi llamado es a reflexionar sobre el porqué de nuestro desconocimiento de los países vecinos: la construcción artificiosa de una frontera entre Chile y el resto de América basada en una no muy original noción de excepcionalismo histórico".

Por Cristián Castro
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Cristián Castro es Director de la Escuela de Historia UDP.

Cada vez que se aproxima una elección en América Latina, pareciera que nuestros periodistas locales redescubrieran al país de turno. El reciente caso de la elección en Brasil confirma mi tesis. La columna de Daniel Matamala, “O Plebiscito” proponía que en el fondo Brasil se encontraba frente a una primera vuelta que planteaba una suerte de encrucijada ontológica: fascismo o corrupción.

A mi parecer, la figura del plebiscito en este caso oscurece más que aclara ese ejercicio de periodismo interpretativo que esboza Matamala. Sin embargo, más allá de fallar en contextualizar históricamente la realidad política brasilera, la columna no solo nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el quehacer del periodismo en Chile en general, y de la formación académica de los y las periodistas en particular; sino también cuestionar el origen de la aún escasa producción historiográfica sobre América Latina elaborada por historiadores e historiadoras nacionales, a lo que habría que agregar las malas estrategias de divulgación del trabajo académico entre el público general.

En primer lugar, un rápido análisis de las mallas curriculares de las mejores escuelas de periodismo del país nos entrega una respuesta clara y contundente: no hay formación sobre la historia de América Latina. O en el mejor de los casos tiende a cero. El resultado lógico: nuestros periodistas utilizan su escasa formación en historia de Chile y la amplifican al resto de América y el mundo. Y en este caso particular, en un intento de comunicar usando ciertos tropos pop como son las actuales series de Netflix (O mecanismo para el caso de Brasil, o El Puntero para el caso de Argentina), la columna cristaliza una tendencia basada en “reportear” y construir narrativas interpretativas de la historia reciente latinoamericana en base a series de ficción que se sustentan en casos reales, como pueden ser el caso Lava Jato y su ilustración de la corrupción detrás del financiamiento de la política en Brasil ; o las lógicas detrás del clientelismo político de la “política piquetera” en el caso Argentino. Las interpretaciones históricas no pueden surgir de información obtenida a través de series de Netflix. Es poco serio.

Resulta que ahora basta con haber visto “O Mecanismo” para convertirse en expertos instantáneos de “o país tropical”. Matamala, no contento con eso, transforma una compleja elección presidencial en un plebiscito. Como si no hubiesen existido más candidatos en Brasil. Como si la disyuntiva fuese o la corrupción de Haddad y el PT o el fascismo de Bolsonaro. Como si el ecologismo de Marina Silva o la opción de centro-izquierda de Ciro Gomes no existieran ni representaran cada uno visiones distintas desde la izquierda. Como si todo Brasil viviera en Rio de Janeiro o Sao Paulo. Como que en Brasil no operara el racismo, ni existieran diferencias geo-políticas entre los diferentes estados. Como si no fuera relevante que Brasil fue el último país del continente en abolir la esclavitud. Como si Brasil no fuese uno de los países más desiguales del mundo, y que esa desigualdad no estuviese íntimamente ligada a una jerarquía racial colonial que todavía opera a todo nivel en el país, y que está directamente conectada a la larga esclavitud brasilera. Como si no fuese relevante mencionar el ejército de brasileros evangélicos (se habla de 50 millones), que al igual que en Chile tienden mayoritariamente a adherir a visiones políticas más conservadoras, como es el caso de Bolsonaro. Son muchos los factores que deben ser tomados en cuenta a la hora de tratar de explicar la actualidad política brasilera. Sobre-simplificar inevitablemente invisibiliza. Brasil es realmente bastante complicado. Tom Jobim lo dijo mejor: ” Brasil no es un país para principiantes”.

Pero como ya adelanté, ese es solo una parte del problema. Por otro lado, los historiadores e historiadoras estamos sumidos en la publicación de papers indexados y de libros en editoriales universitarias que están escritos para legitimarnos frente a nuestros pares, instituciones empleadoras e instituciones que nos financian nuestra investigación, y no concebidos como textos orientados al público general, que busquen informar y estimular una comprensión critica de los acontecimientos locales y regionales entre nuestros compatriotas. Por eso, más allá del caso particular de las columnas de Daniel Matamala sobre Brasil, a quien dicho sea de paso considero uno de los mejores periodistas locales, y un aporte en poner a América Latina en nuestra chauvinista agenda nacional; mi llamado es a reflexionar sobre el porqué de nuestro desconocimiento de los países vecinos: la construcción artificiosa de una frontera entre Chile y el resto de América basada en una no muy original noción de excepcionalismo histórico, la que sustenta nuestro chauvinismo, que a su vez permite comprender los orígenes del bajo interés en estudiar y comprender la realidad latinoamericana.

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