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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

No limitar la realidad de lo posible

"No se trata de construir historias que vayan contra la realidad. Hay prioridades y urgencias. Pero ello no puede significar la renuncia al relato sobre el derecho a la calidad de la educación para todos y a la construcción de una épica colectiva sobre ello que fomente expectativas".

Por Sergio España Ramírez
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Sergio España Ramírez es Socio Subjetiva

El profesor señala a sus alumnos (liceo subvencionado dependiente de un Obispado) que sus posibilidades de llegar a la Universidad son muy bajas. Uno “logra entrar” a la UC y no solo se titula, sino que forma junto a otros compañeros un preuniversitario gratuito para ayudar a otros jóvenes de su comuna

Un buen ejemplo de cómo el lenguaje no solo construye realidades, sino que delimita, segmenta y -finalmente- fija prioridades. Como en ninguna otra política pública, en educación los relatos determinan las historias de sus protagonistas, con el agravante que deja en segundo plano el gran relato: el derecho a la calidad.

Historias que se viene repitiendo sistemáticamente con distintos actores.

La Jornada Escolar Completa puesta en marcha a mediados de los 90 tenía un objetivo declarado: permitir que las madres pudieran acceder al mundo de trabajo. La finalidad de que los niños estuvieran hasta 9 horas en un establecimiento educacional no parecía tan nítida ni en ese entonces ni ahora.

Historias más recientes.

Los estudiantes de alto rendimiento académico son los actores protagónicos de la calidad: el discurso se concentra en el acceso a los colegios elegidos y el cumplimiento de las expectativas que se tiene en torno a calidad. El mérito, el esfuerzo tienen un premio. “Se requiere fortalecer la integración social y permitir que los estudiantes talentosos accedan a una formación de calidad sin importar su origen social’ (Proyecto de ley que apoyó la selección en colegios emblemáticos, EM, 21.01.19).

Para la gran mayoría, quienes se ubican en la medianía de la tabla en cuanto a rendimiento académico, no hay protagonismo ni relato: su historia se construye desde una demanda muy concreta: recibir educación en un entorno seguro, donde el miedo al otro marcan las percepciones de todo orden. Según la última encuesta de Espacio Público – IPSOS 2018 las principales preocupaciones en torno a la educación son el posible uso de drogas y alcohol en escuelas (60%) y el hostigamiento entre estudiantes (54%). La educación da paso a la prevención en el plano discurso, un capítulo diferente en la historia.

Los estudiantes con peores resultados son protagonistas de una cierta épica, pero lejos de la calidad: asistir clases y evitar que deserten. Todo sirve, con tal que se mantengan en la escuela. No siempre está claro para qué debieran permanecer, salvo que sea para evitar que caigan en otros problemas. El 2015 un 33% de los alumnos presentó ausentismo crónico a clases, cifra que aumenta al 40% en establecimientos municipales (Ministerio de Educación, Programa Presente, 2015).

No se trata de construir historias que vayan contra la realidad. Hay prioridades y urgencias. Pero ello no puede significar la renuncia al relato sobre el derecho a la calidad de la educación para todos y a la construcción de una épica colectiva sobre ello que fomente expectativas.

Una cultura de las expectativas está en la base de todo este esfuerzo. Uno de los factores que incide en el alza de resultados académicos de los estudiantes es la expectativa de alcanzar la educación superior. Así, en la medida en que los alumnos, apoderados, profesores o directivos tienen expectativas positivas sobre su futuro académico, sus resultados mejoran.

En el caso de los estudiantes y apoderados, estas expectativas de llegar a la educación superior alcanzan el 80 y 88% respectivamente, situación que contrasta con las de docentes y directivos, que llegan al 60%. Las expectativas de profesores y directivos de los establecimientos más vulnerables del país alcanzan el 30%, contrastando con el 68% y el 75% de estudiantes y apoderados.

Realismo no puede significar renuncia, ni limitar la realidad posible.

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