Pussy Riot en Santiago, anarquía con pop envasado
Pussy Riot es punk por su discurso y manifestaciones, pero no así por su sonido, que vendría a ser un pop industrial, manufacturado de forma totalmente digital y con ausencia de cuerdas.
Bárbara Alcántara es Periodista especializada en música. Instagram: chicarollinga
Había que presenciarlo. El colectivo Pussy Riot llegó a Chile en un momento en donde el feminismo dejó de ser una utopía para transformarse en algo real y ellas han sido determinantes gracias a su activismo a favor de las minorías sexuales, las denuncias contra el machismo, junto con enfrentar públicamente a los gobiernos de Putin y Trump.
Influenciadas por las agrupaciones pertenecientes al movimiento Riot Grrrl, el ahora cuarteto llegó también en un momento donde el punk creó controversia por las imágenes que usaron los Fiskales Ad Hok en la última versión de Lollapalooza, polémica innecesaria por desconocer los fundamentos del género. Un estilo que se ha caracterizado por ser provocativo y arrojado, cuya finalidad en su contenido es el cuestionamiento de los grandes poderes. Justamente eso es lo que Pussy Riot ha hecho a lo largo de su historia y anoche debutaron en Chile en la discotheque Blondie, donde iniciaron su show con una hora de atraso y una formación que sólo tiene a su vocalista Nadia Tolokonnika como miembro original.
Enmascaradas y vestidas con chalecos reflectores, una de ellas estaba a cargo de un sampler, dos de ellas apoyaban con bailes y Nadia hacia el frente con la interpretación que, hay que decirlo, estaba bastante apoyada con bases. De hecho, no había instrumentos en el escenario más que el mencionado sampler; las publicaciones argentinas compararon su sonido con M.I.A y sí, harto tienen de ella, así como también de Cansei de ser Sexy, con la diferencia de que la británica y las brasileñas tocan sus instrumentos en directo.
A pesar de que musicalmente dejan un grado de decepción, Pussy Riot es punk por su discurso y manifestaciones, pero no así por su sonido, que vendría a ser un pop industrial, manufacturado de forma totalmente digital y con ausencia de cuerdas. Sí hay que reconocer que son provocativas, que tienen sentido del humor —especialmente por las coreografías— y lo más destacable es que son defensoras de causas que abogan por la igualdad de los seres humanos y eso, siempre se agradece.