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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Serendipia y constitución: el momento de la descentralización

"Toda vez que las preferencias ciudadanas a favor de un país más descentralizado se plasmen, el plebiscito de abril y la elección de los asambleístas en octubre próximo representan una oportunidad única para avanzar en esta dirección".

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Jorge González es Académico de la Escuela de Gobierno UAI

El acuerdo de noviembre para una nueva constitución representa para la descentralización una oportunidad única en la historia de Chile. Si bien el itinerario institucional contempla un plebiscito de entrada a efectuarse el próximo veinte y seis de abril, y; que como la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente (en caso de ganar la opción APRUEBO) será el veinticinco de octubre, en conjunto con la primera elección de Gobernadores regionales, permite plantear la posibilidad de un escenario sin parangón: una Asamblea en donde estén representadas las preferencias de los chilenos por una democracia descentralizada.

Es cierto que aún no ha sido parte de la disputa política el traspaso de facultades a instancias más cercanas a los ciudadanos, como sucede en las institucionalidades de los países con órdenes de acceso abiertos (como se denotan las democracias más avanzadas). De hecho, en el acuerdo alcanzado en noviembre, como en el contexto en que se acordó el referido itinerario institucional, lo sustantivo ha sido el clivaje prevaleciente desde los fines de la década de los 80s del siglo pasado (pro y contra el capitalismo democrático globalizante). Sin embargo, es importante no desatender el siguiente hecho: las dos figuras claves en los acuerdos fueron los presidentes del país y del mayor e ideológicamente más amplio partido político (RN). Este acontecimiento revela nada más ni nada menos que estamos frente un un caso de serendipia: la élite nacional ha revelado una disposición inédita transar.

Las sangrientas disputas del siglo XIX entre federalistas y centralistas fueron todas resueltas a favor de los bandos santiaguinos que conformaron una elite cohesionada, que no solo prevaleció en lo interno, sino también en las guerras contra la Confederación y del Pacífico. Fue recién a fines del siglo pasado, que en consecuencia de reformas planteadas desde el conocimiento económico, que Chile pudo alcanzar niveles de crecimiento económico y desarrollo social que posibilitan plantear hoy una segunda transición; una que nos lleve a que nunca más la violencia tenga un papel en las materias públicas, característica fundamental en los órdenes de acceso abierto.

Hoy, el conocimiento que tenemos respecto a la incidencia de las instituciones políticas en el crecimiento económico, desarrollo social y democratización plena, permiten plantear que, para alcanzarlos, Chile debe iniciar un profundo proceso de modernización de su institucionalidad política. Entre estas reformas, la descentralización de la Democracia y del Estado parece ser una ineludible. Para ello es imprescindible avanzar aprovechando las enseñanzas de las experiencias exitosas, las que apuntan, entre otros aspectos, a menos concentración de poder en la presidencia y la prevalencia de sistemas electorales mayoritarios.

Con todo, tal como Chile avanzó en las últimas décadas haciendo uso del conocimiento en materia de instituciones económicas, hoy tenemos la oportunidad de incorporar el conocimiento sobre las instituciones políticas que no teníamos en los ochentas. Toda vez que las preferencias ciudadanas a favor de un país más descentralizado se plasmen, el plebiscito de abril y la elección de los asambleístas en octubre próximo representan una oportunidad única para avanzar en esta dirección. En esto tanto líderes de opinión, políticos regionalistas y académicos tenemos la responsabilidad de ir revelando la conveniencia, más aún en el contexto de la crisis actual, de acercar la toma decisión a los ciudadanos.

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