Simce 2019: ¿Sin pena ni gloria?
De los 12 años que Educación 2020 lleva “al aire”, este es el primero en que los resultados Simce generan tan escasas reacciones. ¿Efecto pandemia? ¡Sin duda
Loreto Jara es Directora del Observatorio de Política Educativa de Fundación Educación 2020.
De los 12 años que Educación 2020 lleva “al aire”, este es el primero en que los resultados Simce generan tan escasas reacciones. ¿Efecto pandemia? ¡Sin duda! Hoy, el mundo educativo se desenvuelve en medio de una crisis sanitaria que afecta a la humanidad completa y, en el caso chileno, viviendo una crisis sociopolítica -ahora también económica- que se traduce en la necesidad de resolver asuntos que pueden resultar mucho más importantes y urgentes que analizar los resultados Simce.
Pero ese es solo un factor que explica el poco revuelo causado por un evento que suele llenar las páginas de los diarios, aún cuando también concita profundas y crecientes críticas dado el impacto negativo que tiene para muchas escuelas. Con todo, la versión Simce 2019 presenta algunos elementos bastante relevantes a rescatar para la discusión y reflexión. Veamos algunos.
En primer lugar, considerar que se suspendió la aplicación del Simce de segundo medio y hubo un gran número de escuelas en que la cantidad de estudiantes de cuarto básico que asistió los días de la evaluación, no fue suficiente para reportar resultados a nivel nacional. Esta situación, objetivamente, puede atribuirse al efecto que tuvieron las movilizaciones sociales en el funcionamiento regular de las escuelas en el último tercio del año; pero desde lo subjetivo, también cabe preguntarse qué tan relevante es para las familias y estudiantes participar de esta evaluación, con las características y efectos que sabemos que tiene. En cualquier caso, los resultados que se tienen corresponden sólo a octavo básico.
El segundo elemento de análisis, entonces, serán los resultados de octavo. En Lectura, desde el 2014 que los resultados no repuntan y este año, con más énfasis, muestran una brecha a favor de las mujeres; es decir, los adolescentes están leyendo poco y mal y los varones sacan la peor parte. En matemática, los resultados son similares: el promedio es levemente superior, aunque la diferencia no es significativa y se mantiene estable en el tiempo con una pequeña brecha a favor de los hombres. ¿Y la brecha socioeconómica? 51 puntos de diferencia en lectura y 74 en matemática, o sea, la distancia entre los grupos socioeconómicos bajo y alto sigue siendo brutal.
Y el tercer elemento que resulta relevante de analizar, son los resultados de Historia, Geografía y Ciencias Sociales. ¿Hay buenas noticias aquí? No: los puntajes caen 11 puntos desde el 2014, año de la última evaluación en este sector, con una diferencia que es estadísticamente significativa. Hombres y mujeres obtienen resultados similares, pero son los varones quienes más descienden sus puntajes y la brecha socioeconómica es de 57 puntos. Cabe señalar que es en los grupos socioeconómicos medio alto y alto donde se producen las mayores bajas en los puntajes (21 y 18 puntos, ambas significativas).
Entonces, ¿qué podemos decir de estos resultados? En el caso de Historia, es necesario mirar con mucho más detalles los efectos que puedan tener en estos resultados los cambios curriculares que se han generado desde la última evaluación, lo mismo que las percepciones que puedan haber variado en docentes y estudiantes sobre la valoración de la asignatura, a propósito de esos cambios. Por otra parte, también es momento de interrogar a la política pública sobre la ausencia de iniciativas destinadas a robustecer estas áreas del saber. En el caso de Lectura, urge fomentar las habilidades y cercanía con el mundo literario, especialmente en estudiantes hombres; y en Matemática, el desafío está en sostener y mejorar los resultados, disminuyendo las brechas existentes.
El Simce entrega información al sistema educativo para que tome decisiones que apunten al mejoramiento de la calidad de la educación en condiciones de equidad. Desde la política pública todavía hay mucho por hacer para disminuir la brecha considerando los resultados. Atendiendo a esto, en medio del silencio que ha caracterizado esta última entrega, pueden resultar algo desproporcionadas las lecturas que hablan de escuelas enceguecidas ante la falta de información. Las escuelas nunca han dependido de los resultados de evaluaciones estandarizadas externas para tomar decisiones que les permitan orientar sus procesos educativos. Las escuelas, especialmente las que viven en riesgo de cierre por las altas consecuencias del Simce, han estado ocupadas en atender lo pedagógico a la par de diversas demandas socioeducativas y psicosociales que hacen mucho más difícil generar aprendizajes en determinados contextos, y en estos procesos, conocen muy bien al estudiantado y sus familias.
Quizás lo que falte, entonces, no sea “ver” más resultados estandarizados, sino ir articulando de mejor manera los esfuerzos para apoyar a las comunidades educativas que más lo necesitan, avanzando, por ejemplo, en impulsar evaluaciones formativas, herramientas y condiciones para el trabajo docente y programas ajustados a las necesidades de la comunidad y el territorio. Estos elementos serán fundamentales, sobre todo considerando que después de este año 2020, es muy probable que las brechas derivadas de la desigualdad vayan a acrecentarse, y ese sí es un dato que no podemos dejar pasar así, sin pena ni gloria.