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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

El regreso del MAS en Bolivia

"A pesar de su arrollador triunfo, Luis Arce tiene ante sí un complejo escenario que pondrá a prueba sus dotes políticas".

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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

La política siempre nos depara sorpresas porque es reflejo de la profunda complejidad humana, pero en estos últimos años este factor se ha acentuado.

Hace 1 año, el entonces presidente Evo Morales, pretendió alterar los resultados de los comicios para su tercera reelección, que mañosamente había impuesto tras perder un referendo en el cual se le prohibía postularse nuevamente. Esto generó un alzamiento popular de ciertos sectores, particularmente en la región de Santa Cruz, además de la condena de varios observadores electorales, incluyendo a la Organización de Estados Americanos. La situación empeoró rápidamente y las FFAA y la policía retiraron su apoyo a Morales, con lo cual se selló su salida.

En el caótico contexto de esos días, Evo Morales y su vicepresidente Alvaro García, tuvieron que huir precipitadamente, obteniendo asilo político en México. Posteriormente el presidente Alberto Fernández les concedió asilo en Argentina, país en el cual reside la mayor comunidad boliviana fuera de su territorio, y desde el cual Morales anunció que organizaría su regreso.

La salida de Morales generó un vacío de poder que amenazó con derivar en serios enfrentamientos internos y eventualmente en una guerra civil entre partidarios y detractores. Afortunadamente ello no ocurrió, gracias a la prudencia de algunos líderes de ambas partes, que tendieron puentes y privilegiaron una solución institucional con la nominación de la senadora Jeanine Añez como presidenta interina. Esto habla muy bien de la resiliencia democrática del país, a pesar de una accidentada historia en la materia, y de la erosión a la que se venía sometiendo el sistema por parte del gobierno de Evo Morales y su partido el MAS (Movimiento al Socialismo).

La irrupción del coronavirus vino a quitar presión a la crisis política, aunque también generó el temor, en atención a sucesivos aplazamientos, que el interinato derivara en un gobierno de facto. Pero nuevamente el país dio signos de fortaleza democrática y convocó a elecciones generales, con todas las garantías de libertad y transparencia.

Evo Morales fue impedido de repostularse en atención a una serie de procesos penales abiertos en su contra, además de la prohibición que ya existía para su reelección y que él desconoció, iniciando la crisis que derivó en su caída.

Morales ya ha pasado a la historia de Bolivia por ser el primer presidente indígena del país y por ser uno de los gobernantes más longevos, con 14 años ininterrumpidos a la cabeza del país. Entre los hitos de su mandato se encuentra la redacción y promulgación de una nueva constitución, que estableció el carácter plurinacional del Estado Boliviano. También implementó nacionalizaciones productivas, incorporando todo el sector de los hidrocarburos a la propiedad estatal, así como una reforma agraria. En materia económica su gestión ha sido positiva, reduciendo en forma importante los niveles de pobreza y haciendo crecer en forma sostenida el producto del país.

En el plano político interno extendió el control de su partido a toda la administración del Estado, haciendo uso de los abundantes recursos provenientes de la propiedad estatal. Inexorablemente fue neutralizando los contrapesos de los otros poderes del Estado y de la oposición, la cual nunca pudo presentarle un frente unido. Junto con ello, alimentó el resentimiento de las regiones, en un país donde las mismas siempre han gozado de un grado de autonomía importante, la que veían crecientemente amenazada por el mayor poder central, apalancado en el control de los recursos.

El movimiento opositor en la región más rica de Bolivia, Santa cruz de la Sierra, fue fundamental en la caída de Morales y marca, al menos temporalmente, un triunfo de las regiones contra el poder de La Paz.

La anulación política de Morales, al ser impedido de postular, generó una primera gran interrogante. ¿Podría su partido generar una candidatura competitiva distinta de su líder natural? En otras palabras, ¿podría el MAS sobrevivir la defenestración de su creador? La respuesta, tras el resultado electoral, es que el partido logró concitar un extraordinario apoyo popular con la candidatura de Luis Arce, quien fuera ministro de economía de Morales. Hay que decir que Arce no generó unanimidad en su nominación, con sectores del MAS que querían un perfil más acorde a Morales, pero que finalmente tuvieron que ceder y contentarse con la postulación de Choquehuanca como vicepresidente.

Nunca sabremos cuán determinante fue el apoyo de Morales a Arce, pero indudablemente hubo un traspaso de capital político.

En unas elecciones generales que fueron llevadas a cabo en forma ejemplar, Bolivia da un buen comienzo a la causa democrática en nuestra región, que inaugura un ciclo de 14 comicios nacionales en 2 años.

Aunque ninguna encuesta lo previó (lo que ya vendría siendo la norma), Arce obtuvo el 55,1% de los votos, imponiéndose en primera vuelta sobre sus contendores Mesa (28,8%) y Camacho (14%). Votó el 88% del padrón electoral, lo que es un quórum muy alto, y un gran legitimador del gobernante electo y de todo el proceso.

En materia parlamentaria el MAS, en el Senado ganó en 6 de los 9 departamentos (regiones) obteniendo 21 escaños frente a 15 de toda la oposición. En la Cámara de Diputados, su mayoría es de 73 escaños frente a 57.

¿Por qué se dio este triunfo tan arrollador? Intervienen varios factores. Vastos segmentos de la población, especialmente los más desposeídos y los indígenas, temieron perder una serie de beneficios y garantías implementados por el gobierno del MAS. A ello se asocia el período de dinámico crecimiento con la gestión de Arce, como ministro de Economía. Por el lado de la oposición y especialmente aquella representada por Camacho, fue vista como revisionista y de posiciones más extremas, lo que podría atizar las diferencias internas del país. La oposición tampoco convenció en su capacidad de gestión y de recuperación económica en el contexto de este año en el poder.

A pesar de su arrollador triunfo, Luis Arce tiene ante sí un complejo escenario que pondrá a prueba sus dotes políticas. Por un lado, deberá despejar que no es una marioneta de Evo Morales y por el otro, deberá aplacar las desconfianzas y sanar las heridas que dejó el MAS, garantizando su apego a la democracia. Cualquier signo en contrario, especialmente al inicio de su gobierno, podría reavivar un alzamiento de algunas regiones y polarizar nuevamente al país.

Ya ha dado algunas señales explícitas en este sentido, anunciado que su gobierno será “joven y austero”, promoviendo nuevos liderazgos y sin acudir a los colaboradores de Morales.

La gran interrogante es qué papel jugará Morales. ¿Tratará de manejar a Arce o lo dejará emprender el vuelo, manteniendo un perfil más bien discreto? Esto será parte de otro capítulo.

Mientras tanto Bolivia puede congratularse de un gran y macizo ejercicio democrático, al que nos unimos en felicitar el resto de la región.

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