Las vacunas contra el coronavirus y su acceso mundial
El problema empieza con el acceso a la vacuna. ¿Quiénes serán beneficiados? O desde otra perspectiva, ¿Quiénes serán los primeros en tenerla y quienes los últimos?
Durante las últimas semanas y en medio de la recurrencia de las olas de contagio en casi todo el planeta, ha resonado la buena noticia de la aprobación de diversas vacunas tras sus fases de ensayo, lo que significa que pueden aplicarse a la población. Ha liderado ese proceso a escala global Pfizer, pero le siguen de cerca en los procesos clínicos y de autorización por los gobiernos, Moderna, Astra Zeneca, Sinovac, Sputnik V, Johnson y Johnson, entre otras.
Con el incremento de las muertes y los desastrosos efectos socio económicos en todo el mundo (Naciones Unidas estima que la economía mundial pierde cada mes USD375.000 millones), la aparición de un abanico de antídotos es una excelente noticia navideña, que otorga esperanza a miles de millones de individuos de que esta pesadilla pronto va a comenzar a quedar atrás. ¿Es ello tan así?
Es indudable que es una extraordinaria noticia que, en tan poco tiempo, diversos laboratorios y farmacéuticas hayan desarrollado unas vacunas de una alta efectividad. Esto refleja las capacidades desarrolladas por la ciencia y la tecnología actuales, y demuestra además que, en situaciones urgentes en las cuales se demuestra unidad de propósito entre diversos actores, es posible encontrar soluciones. Debemos tener esto muy en cuenta para el desafío supremo del cambio climático en curso.
El problema empieza con el acceso a la vacuna. ¿Quiénes serán beneficiados? O desde otra perspectiva, ¿Quiénes serán los primeros en tenerla y quienes los últimos?
Tal como están las cosas, los primeros en poder vacunar a sus poblaciones serán los países ricos y los pobres serán los últimos. Esto porque, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto con diversas fundaciones constituyó un fondo denominado COVAX, para desarrollar y adquirir vacunas con el propósito de “asegurar un acceso justo y equitativo a ellas para todos los países del mundo”, los recursos reunidos son insuficientes y no pueden competir con los que disponen individualmente los países más desarrollados. El objetivo de COVAX es acceder a 2.000 millones de dosis durante el 2021, que beneficien a 1.000 millones de personas.
Tempranamente países como EEUU, Canadá, el Reino Unido, la Unión Europea, Japón, diversos estados árabes y otros, acordaron con las farmacéuticas contratos anticipados, para la eventualidad del exitoso desarrollo de una vacuna, asegurando ciertas cantidades y con la opción de aumentarlas con cuotas adicionales garantizadas. Estas negociaciones se hicieron individualmente por los gobiernos o con una muy escasa coordinación entre sí. Operó el secreto en estas tratativas bajo una lógica exclusivamente mercantil. Por eso no hay información de precios y de otras condiciones, y tanto por el lado gubernamental como por las farmacéuticas, la norma general ha sido el silencio amparado por cláusulas de confidencialidad.
Pero ha empezado a trascender en los medios, lo cual ha sido corroborado en muchos casos por las autoridades, que un grupo importante de países ha acaparado toda la producción de los próximos meses, incluso en exceso de sus propias necesidades. Estados Unidos por ejemplo habría garantizado 1.500 millones de dosis de las vacunas de Pfizer, Moderna Astra Zeneca, Johnson y Johnson, Novavax y Sanofi. Esto es 5 o 2,5 veces su necesidad (dependiendo si es 1 o 2 dosis de vacuna por persona). En el caso de la Unión Europa, las compras aseguran la inoculación del doble de la población del bloque. En el Reino Unido y Canadá es 4 y 6 veces sus habitantes.
Además del acaparamiento que podría dejar sin alternativa a numerosos países y especialmente los más pobres, están los factores relativos a la producción y logística que auguran más restricciones, y por lo tanto atrasos y carencias.
La mayoría de los laboratorios sobreestimó su capacidad productiva, con lo cual las primeras cifras proyectadas se han ido reduciendo en forma importante. Pfizer por ejemplo, anunció que de las 100 millones de vacunas que iba a fabricar el 2020, solo podría hacer la mitad. Habrá que ver si durante los próximos meses puede incrementar su productividad sin alterar la calidad de la fórmula.
En el ámbito de la logística los desafíos son también gigantescos, partiendo por asegurar las cadenas de frío y poder llegar a zonas con infraestructuras precarias o inexistentes, hasta salvaguardar que no sean robadas o adulteradas. Nuevamente los más afectados serán los países de menores ingresos, que al precio de la vacuna deberán sumar costos mayores de almacenamiento, seguridad y distribución.
Esta “sicología de crisis”, que vemos replicarse permanentemente en ciertas circunstancias y que se traduce en el “sálvese quien pueda” de la compra de las vacunas, debe ser superada por el bien y la seguridad del conjunto. En un mundo tan interconectado tiene poco sentido, tanto desde el punto de vista sanitario como económico, que unos pocos países estén con la mayoría de sus habitantes vacunados y otros estén en una suerte de leprosario. Por eso es fundamental que los estados y las organizaciones internacionales, en particular la OMS, se coordinen para asegurar coberturas mínimas globales en la línea de los objetivos de COVAX. Ello incluye inmunizar al personal de salud, adultos mayores y las personas que cumplen funciones críticas productivas y de logística, además de funcionarios públicos que prestan servicios relevantes a la población.
El anuncio del regreso de EEUU a la OMS podría potenciar a COVAX, canalizando el excedente de vacunas de ese país hacia otras naciones y estimulando el mismo ejercicio en otros estados superavitarios en vacunas.
Sin perjuicio de este escenario, existen ya signos alentadores del fortalecimiento de un espíritu más solidario. En Canadá se ha iniciado una discusión en su parlamento sobre cómo donar el excedente de sus vacunas y el saliente presidente Trump firmó una orden ejecutiva mediante la cual una vez que el gobierno federal asegure un número suficiente para su población, facilitará el acceso al excedente a sus “aliados, socios y otros”.
En el caso de Chile, pareciera que sus necesidades estarán cubiertas y podría haber un superávit. De ser así, ¿qué se ha considerado hacer con las vacunas sobrantes? ¿No sería una oportunidad para solidarizar con nuestros vecinos?
Pero aún cuando en todos permeara el espíritu de la Navidad y se genere una distribución más equitativa de la vacuna, los expertos estiman que el grueso de la población mundial recién estará vacunada a fines del 2024, lo que significará muchas más muertes y una hecatombe económica para los más desfavorecidos. Esta proyección por cierto es dinámica, por cuanto es difícil de prever el efecto de inmunización natural de la población que se haya recuperado de la enfermedad, además del incremento de las líneas de fabricación.
Finalmente hay otra variable que es aún desconocida, pero que podría generar cambios mayores a todo lo antes referido: que el COVID19, al igual que la influenza, requiera de nuevas vacunas periódicas. Si es así, entonces la prioridad deberá ser el desarrollo de una producción farmacéutica más desconcentrada, de manera de asegurar el suministro más económico y eficiente a la población. En ese escenario, en América Latina Brasil, México y Argentina son los candidatos naturales para fortalecer sus capacidades ya instaladas.
Chile con políticas públicas y un sistema de salud que ha demostrado fortalezas comparativas en la región, podría intentar incursionar en este ámbito que será cada vez más crucial frente a la proyección de nuevas pandemias. Hay aquí un desafío para nuestras autoridades, centros de desarrollo científico y empresas.
Cerramos el año 2020 con una buena noticia. Que el 2021 sea la ocasión para multiplicarla. ¡Salud a todos!