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Actualizado el 4 de Julio de 2021

¿Y si nos pasa de nuevo?: sugerencias para enfrentar una nueva pandemia

Si algo nos enseñó la pandemia fue lo crucial de preocuparnos por la salud mental y estado emocional de nuestros profesores, equipos y estudiantes. Y si una nueva crisis sanitaria nos golpeara, solo hay una certeza adquirida: si hacemos exactamente lo mismo que haríamos en tiempos normales, no habremos aprendido absolutamente nada.

Por Roberto Bravo
"La comunidad escolar necesita saber de qué manera se pretende enfrentar estos tiempos de incerteza". AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Roberto Bravo

Roberto Bravo es Director Líderes Escolares

“Rector, ¿y qué pasaría si después hay otra pandemia?”, me preguntó una estudiante en el patio el día de ayer. Qué desafiante pregunta hecha por Dominga, alumna del tercero básico A, del colegio que dirijo. Es cierto, ¿cómo van a reaccionar las instituciones educativas si en un par de años más nos vuelve a azotar una nueva epidemia? Hoy, más que nunca, vale la pena organizar y relevar algunas de las prácticas e ideas que han ayudado a cientos de escuelas y colegios en todo el mundo.

La pandemia golpea de manera muy distinta a las personas. Algunos se paralizan, mientras que otros se reinventan con una capacidad envidiable. ¿Cómo gestionamos y lideramos a nuestros profesores y equipos ante tal diversidad de respuestas? Si pudiéramos comparar con lo que sucede en un funeral, por ejemplo, hay quienes llevan el dolor en silencio y soledad. Otros, expresan su duelo con desgarradoras expresiones de dolor, ¿significa que al primero no le duele tanto como al segundo? Por supuesto que no. Las crisis se viven y golpean a cada persona de modo diferente. Acá va la primera sugerencia entonces: escuchar sin prejuicios y con mucha paciencia.

La crisis humanitaria y social desatada producto del COVID-19, ha dejado en evidencia muchas cosas. Por una parte, las brechas y oportunidades reales de conexión y accesibilidad para continuar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Pero, sobre todo, expuso la real capacidad de los líderes escolares para adaptarse y liderar a sus comunidades en tiempos de pandemia. Muchas escuelas se paralizaron, demorando muchos meses en ofrecer una respuesta concreta a sus estudiantes y familias. Otras, en cambio, fueron capaces de movilizarse bajo una misma consigna, proponiendo ideas y soluciones prácticas y eficientes, evaluándolas continuamente, según su contexto y posibilidades.

Acá va la segunda sugerencia: crear un sentido de urgencia. Tal como lo plantea John Kotter, en su conocido modelo de los ocho pasos para la gestión del cambio, se busca que los miembros de la comunidad entiendan y asuman la necesidad de cambiar. Visibilizando que permanecer en la situación actual podría ser incluso más peligroso que lanzarse a lo desconocido.

La incertidumbre genera ansiedad, temor y desconfianza. Y la crisis provocada por la pandemia ha sido el caldo de cultivo perfecto para aquello. La comunidad escolar necesita saber de qué manera se pretende enfrentar estos tiempos de incerteza. Por supuesto que no se espera que los líderes tengan todas las respuestas, pero es razonable y esperable que exista un canal de comunicación para dar a conocer avances, decisiones y todo tipo de información relevante sobre la situación, con empatía y sinceridad. Acá va la tercera sugerencia: comunicar más, comunicar siempre, comunicar con motivación.

“¿Cómo le exigimos a los alumnos que armen el trabajo de Historia? Siempre se los pedimos en esta fecha. ¿Cómo me envían la maqueta”, insistía una profesora de cuarto básico angustiada porque no sabía cómo hacerlo vía telemática? Uno de los grandes problemas que se evidenciaron -y que aún persisten en algunos casos- fue querer replicar -a la fuerza en muchas ocasiones- aquellas lógicas que hacían sentido antes de la pandemia, en los hogares de los estudiantes producto de las clases a distancia. Aprendimos que muchas veces intentar aplicar las mismas prácticas que acostumbrábamos en el formato remoto no sólo no funcionaban, sino que también eran un estorbo. Acá va la cuarta sugerencia: sentarse a repensar todos los procesos y ser flexibles.

Si educar en tiempos normales es una tarea de alta complejidad, en días de pandemia es -derechamente- agotador. Implementar nuevos modelos de enseñanza sin ninguna experiencia previa. Impartir clases en simultáneo tanto para los estudiantes que asisten como para los que están conectados en sus casas. Y preparar clases que motiven la participación detrás de una pantalla de un computador, puede llegar a ser extremadamente angustiante y cansador. Es por eso que reconocer de manera frecuente aquellas prácticas y esfuerzos de los equipos, se transforma en una inyección de aliento y energía en tiempos difíciles.

Acá va la quinta sugerencia: celebrar los pequeños triunfos. Cada vez que se tenga la oportunidad de reconocer el trabajo de alguien o los avances de la comunidad escolar, transmitirlos con pasión y entusiasmo. Porque serán esos impulsos de energía y refuerzos positivos, los que permitirán que la moral de los equipos no decaiga en los momentos más duros.

Si algo nos enseñó la pandemia fue lo crucial de preocuparnos por la salud mental y estado emocional de nuestros profesores, equipos y estudiantes. Porque si los primeros no están bien, ningún sistema podrá sostenerse. Y, a su vez, si nuestros alumnos tampoco lo están, nada de lo que hagamos tiene sentido. Acá va la sexta y, quizás, la sugerencia más importante: poner a las personas primero.

Es por todo lo anterior que, respondiendo a mi estudiante de 3º básico que inspiró esta columna, ¿qué pasará si después hay otra pandemia? Dominga, si una nueva crisis sanitaria nos golpeara nuevamente, puedo asegurarte solo una certeza adquirida en esta experiencia que nos ha tocado vivir: si hacemos exactamente lo mismo que haríamos en tiempos normales, no habremos aprendido absolutamente nada.

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