Igualdad de Derechos (en el papel)
Las personas LGBTIQA+ merecemos el matrimonio igualitario y exigimos igualdad ante la ley sin condiciones. Por supuesto que queda mucho por avanzar, pero esta ley nos da una esperanza de que algún día salir del clóset no será algo indeseable y que tal vez en un futuro, podremos empezar a ver a las personas por quienes son más que por quienes se sienten atraídas.
Juan Cristóbal Concha es Psicólogo clínico especialista en Diversidad Sexual y Personas LGBTIQA+
Tras muchos años de discriminación ante la ley, violencia sistemática, y siendo clasificados como enfermos mentales desde los manuales de psiquiatría. Finalmente en nuestro país, se aprobó el matrimonio igualitario. Una deuda histórica con la Comunidad LGBTIQA+, que por fin podrá gozar del mismo privilegio de contraer matrimonio – con derecho a la afiliación y a la adopción – que las parejas heterosexuales.
Esto, tras una larga campaña realizada por diversas organizaciones LGBTIQA+ como el Movilh y la Fundación Iguales, quienes vienen exigiendo igualdad ante la ley desde las primeras protestas que datan de los años 70’s en nuestro país.
Luego de que el actual Presidente Sebastián Piñera anunciara en junio de este año poner suma urgencia al proyecto de ley de Matrimonio Igualitario promulgada por la ex presidenta Michelle Bachelet, es que ya -a solo un paso de que sea ley- podemos orgullosamente decir que por fin cada persona podrá contraer matrimonio y formar familia con quien ame, sin poder negarle este derecho a ningún ciudadano por su orientación sexual.
Desde hace ya unos años que existe una mayor aceptación hacia la Comunidad LGBTIQA+, reflejándose en las cifras de la encuesta Cadem (2021) en que un 74% de las personas consultadas se mostró a favor del matrimonio igualitario y el 65% a favor de la adopción homoparental, empinándose en 24 y 28 puntos más que su primera medición en 2014, respectivamente. Estas cifras revelan que en Chile existe una mayoría importante que está de acuerdo con que los derechos de las personas LGBTIQA+ deben ser los mismos que las personas heterosexuales-cisgéneros.
No obstante lo anterior, el matrimonio igualitario es sólo un pequeño gran paso para que exista una real inclusión de personas LGBTIQA+ en nuestro país. Todos quienes vivimos en Chile sabemos que lo que está en la ley muchas veces no se adapta a la práctica. La igualdad ante la ley no asegura la igualdad social. Para muchos seguimos siendo considerados como personas de segunda categoría, personas enfermas o que tomaron un camino incorrecto, independientemente de si tenemos los mismos derechos civiles o no. Debido a lo anterior, son muchas las personas LGBTIQA+ que aún son expulsadas de sus hogares, que no pueden tener acceso a una salud digna y competente con sus necesidades, que se les obstaculiza el acceso a puestos de trabajo, que se suicidan por bullying homofóbico, y que son víctimas de crímenes de odio producto de la LGBTI-fobia.
“Yo los respeto, incluso tengo amigos gays, pero no estoy de acuerdo con el matrimonio igualitario”, dice hoy un candidato de extrema derecha a la presidencia. Es irónico pensar que con tan solo unas horas de la aprobación del matrimonio igualitario y con su alta aceptación social, el único candidato en contra del mismo haya obtenido la primera mayoría en las primarias. “Hay cosas más importantes”, “necesita del apoyo del Congreso para vetar leyes”, dicen algunos defendiéndolo. Y es que no es posible que en pleno siglo XXI se nos siga viendo como algo “discutible”, como algo con lo que podamos estar de acuerdo o no. No somos una opinión, somos personas. Y como tal, merecemos el mismo respeto irrestricto a nuestra integridad y dignidad. Hoy, gracias a toda una lucha histórica, obtuvimos una pequeña victoria en materia de derechos.
La validación de discursos en nuestra contra (o en contra de nuestros derechos, que básicamente es lo mismo) es lo que se conoce como violencia simbólica. Este tipo de violencia es invisible, silenciosa, dañina y es la responsable de que ese menoscabo se perpetúe a lo largo de los años. Podemos ver violencia simbólica hacia nuestra comunidad cuando no se nos visibiliza en la publicidad, en la televisión o en el cine. El cine es una representación o re-interpretación de la realidad, y si durante años las personas LGBTIQA+ no hemos sido representadas en la pantalla grande ni chica, se entrega un mensaje implícito de que tenemos que estar relegados de la sociedad. Vemos violencia simbólica en los libros de historia, donde prácticamente ningún personaje heroico fue reconocido como parte de la Comunidad LGBTIQA+, y si lo fue, vivió un final terrible. Y hoy vemos violencia simbólica en los discursos de uno de los dos candidatos, que dice no estar a favor de lo que hoy se aprobó en la Cámara del Senado. Que él o cualquier persona diga que “tiene amigos gays” no lo volverá inmediatamente un aliado de la diversidad. Es muy común ver mujeres machistas u homosexuales homofóbicos. Que hoy, el candidato, quiera vetar proyectos como la ley de identidad de género o se declare en contra de nuestro derecho a casarnos, perpetúa niveles de violencia simbólica tan grandes que pueden provocar que aquellos extremistas sientan mayor respaldo para atacar a la Comunidad.
No lo digo yo, lo dicen los números. Según la Asociación Brasileña LGBTIQA+ (ABGLT), en los primeros 300 días del gobierno de Bolsonaro, la violencia contra la población LGBTIQ+ se incrementó en un 60%. Independientemente de que en Brasil el matrimonio igualitario exista desde el año 2011, Bruna Benevides, Secretaria de Comunicaciones de AGBLT señala: “Tenemos un gobierno que es abiertamente homofóbico y esto legitima que todas aquellas personas con tendencia al machismo, racismo, misoginia y homofobia se acabe sintiendo más liberada para actuar”.
Por otra parte, según un informe realizado por el Centro de Estudios sobre el Odio y el Extremismo, aseguran que desde que Trump fue elegido presidente, en EEUU los crímenes de odio han ido en aumento y son cada vez más originados por “supremacistas blancos”, afectando principalmente a negros, judíos y personas LGBTIQA+.
Además, y a pesar de toda la seguridad legal que existe en España para las personas LGBTIQA+, este año hemos ido viendo un aumento significativo en los crímenes de odio hacia el Colectivo en ese país, como fue el caso de Samuel, un chico de 24 años de edad, quien fue asesinado a patadas al grito de “maricón”. No es casualidad que el aumento de la violencia esté ocurriendo justo en el momento en que el Vox, el partido de ultraderecha de España, esté tomando más fuerza.
Con todo lo anterior, podemos ver claramente reflejado cómo los extremismos y la legitimación de discursos en contra de nuestros derechos provocan un aumento en la violencia hacia nuestra comunidad. Es lógico que en democracia un presidente no puede perseguir a un grupo de personas motivado por el odio, pero como ha ocurrido en Brasil, Estados Unidos y España, sus adherentes se sentirán con mayor confianza para que ellos sí nos persigan. El matrimonio igualitario es un tremendo avance, pero no nos protege de los crímenes de odio todavía latentes.
Las personas LGBTIQA+ merecemos el matrimonio igualitario y exigimos igualdad ante la ley sin condiciones. Por supuesto que queda mucho por avanzar, pero esta ley nos da una esperanza de que algún día salir del clóset no será algo indeseable y que tal vez en un futuro, podremos empezar a ver a las personas por quienes son más que por quienes se sienten atraídas.
Desarrollemos sociedades en que busquemos la igualdad de derechos, pero una igualdad de derechos de verdad: tanto en el papel como en la práctica.