La muerte de Leslie y su sueño estético
“Clínicas” tan visiblemente dudosas como esa donde murió Leslie la semana pasada, siguen funcionando pese a haber sido clausuradas con gran publicidad y es cosa de googlear un rato para darse cuenta de su falta de seriedad y profesionalismo. Fallan las denuncias, la vigilancia y la manera en que se comunican estas intervenciones.
La distorsión de la propia imagen se llama “dismorfofobia” y es un trastorno sicológico. A esta debilidad humana es a la que desde la más evidente y criminal falta de escrúpulos apelaban los dueños de una falsa clínica de cirugía estética, que había sido clausurada en dos ocasiones anteriores por ejercicio ilegal de la medicina, pero que seguía funcionando como si nada en el mismo lugar y promocionándose por redes sociales.
Hasta la casa ubicada en Las Condes, llegó Leslie (32) una tarde de la semana pasada para terminar de hacerse un procedimiento que agrandaría sus nalgas. Personal calificado le infiltraría colágeno en los glúteos, pero no eran “calificados” y aún no sabemos qué le inyectaron. Ella, que ya había probado la mano ahí, porque no era la primera intervención estética que se hacía, según contó una amiga que llegó a rescatarla, pero ya era tarde. Leslie terminó muerta en la Urgencia de la Clínica Cordillera hasta donde la trasladaron descompensada y semiinconsciente desde la casa donde le realizaron la burda e irresponsable operación. La amiga contó que Leslie tenía una hija de 10 años, que se dedicaba a diseñar y vender ropa para perros y que era una mujer hermosa.
Joven, hermosa, intervenida e insatisfecha con su imagen, dispuesta a reclutar a otras y a otros descontentos con su aspecto para obtener rebaja o gratuidad por la dudosa prestación que le provocó un paro respiratorio y terminó con su vida. Los médicos de la urgencia que comprobaron su muerte señalaron que tenía “una lesión puniforme compatible a inyección intramuscular”. La frase suena menos clara que los testimonios dados por víctimas de otros tratamientos fallidos hechos en el mismo lugar recogidos en un reportaje televisivo de 2019. Impacta el de una mujer que después de ser inyectada con alguna sustancia en las nalgas, ya en su casa, empezó a supurar un líquido aceitoso por la zona intervenida. La respuesta de “la especialista” fue que no se preocupara y que le pidiera a alguien de confianza que le pusiera una capa de pegamento tipo “La Gotita” o esmalte de uñas en el traste. Parece una broma macabra.
El aumento de glúteos en Estados Unidos, alentado por culos famosos, envidiados y millonarios, como los de Jennifer López y Kim Kardashian, se ha vuelto una epidemia. Y ha llevado a las asociaciones de cirugía plástica de ese país a advertir sobre los peligros de esta maniobra que tiene la tasa de mortalidad más alta de todas las cirugías cosméticas. Dos de cada 6 mil levantamientos de glúteos en ese país terminan en muerte, aunque son muchísimos más los que quedan pésimo y provocan dolores y molestias de por vida. Es más; nadie tiene ciento por ciento claro el efecto que estas sustancias plásticas inyectadas en el cuerpo tengan más adelante. Pero la gente linda o que quiere serlo, aunque lo sea, sigue cayendo en la tentación de un ideal Barbie cada vez más distorsionado y grotesco. Y lo hacen en los chop shops: centros quirúrgicos de bajo costo que suelen encontrarse en Las Vegas, Los Ángeles y Miami, con médicos que pueden no estar certificados y lo más probable es que no sean tales.
Acá en Latinoamérica sucede lo mismo y “clínicas” tan visiblemente dudosas como esa donde murió Leslie la semana pasada, siguen funcionando pese a haber sido clausuradas con gran publicidad y es cosa de googlear un rato para darse cuenta de su falta de seriedad y profesionalismo. Fallan las denuncias, la vigilancia, la manera en que se comunican estas intervenciones, la imagen que se “vende” de un cuerpo femenino atractivo a través de los medios y de la redes sociales, pese a los avances del feminismo que buscan liberar a las mujeres de imposiciones pseudo estéticas y, sin duda, falla algo en la cabeza de quienes lucran con la inseguridad humana, aunque lo operado sea el trasero.