Un presidente nuevo
Será positivo darle al presidente nuevo un espacio de encuentro entre los que tienen incertidumbre y miedo, y los que tienen esperanza. Ese espacio es tiempo y, especialmente, admitir que la experiencia muchas veces es una trampa, en la que hemos caído durante años sin poder resolver las cuestiones básicas para un mejor vivir.
Lo nuevo es una incógnita. Para los no convencidos incertidumbre y miedo. Para los convencidos esperanza. Pero es prueba y error en verdad.
En un mundo complicado por ideales e intereses de fuerzas encontradas, de populismos de diferente color, y hasta de un post fascimo, lo que viene para Chile es un presidente nuevo.
Sabemos que el mundo no es el mismo después de una guerra, y especialmente de esta guerra en la que, como en toda guerra, se mezcla la muerte inocente con intereses que van desde lo económico hasta los que determinan ideales políticos. En ese espacio, si bien ya existe una definición de “estar contra todo acto de fuerza y de violación de territorio” expresada por Gabriel Boric unas semanas atrás, debe esperarse de este nuevo gobierno una definición sobre alineamiento internacional.
Aunque como plantea Patterson “no hay países amigos o enemigos permanentes, sino intereses permanentes”, Boric deberá tener plasticidad para moverse en este espacio que no es transitorio, sino indefinido en el tiempo.
Para los no convencidos de lo que puede venir, asoma la incertidumbre por miedo al populismo. Y especialmente aquellos que suponen que el populismo viene del lado de la izquierda bolivariana, aunque todos sabemos que la derecha radical también acude al populismo como herramienta de acceso y permanencia en el poder (Léase Bolsonaro, Trump, Le Pen, etc.).
A esos temerosos hay que quitarles el miedo planteándoles que el mundo es capitalista. Y este es un diagnóstico histórico. Con la caída del Muro, el comunismo desapareció y falleció, y la socialdemocracia se transformó en un componente de una sociedad liberal en lo económico y con mirada social. Si se piensa en un político socialdemócrata, el primero que viene a la cabeza Bill Clinton, u Obama.
El capitalismo tiene una fuerza tan grande, que es más que todo. Se acomoda a Xi Jinping, a Bolsonaro, a la socialdemocracia europea, a lo que sea y no hay nada que demuestre que en el futuro pueda dejar de hacerlo. Lo demás es historia vieja y Boric lo sabe.
Lo que sí genera incertidumbre es esta etapa de posfascismo en el mundo, que está desplegada a pleno en Chile. El viejo fascismo estaba asociado a crear una nación homogénea buscando un enemigo para consolidar un sentido político e ideológico basado en lo étnico y lo racial.
Hoy el posfascismo se expresa en el odio a los expatriados, a los refugiados, a los pueblos originarios, al que usa la gorrra dada vuelta y una mochila. “Roto de mierda vete a tu población…” gritaba autoritariamente un habitante del “barrio alto” a un manifestante en el estallido del 10/19. Y ese odio, también aparece en reversa. Este no es un escenario simple para Boric.
Los convencidos que tienen esperanza, lo hacen pensando en que la mayoría hoy, como en la socialdemocracia o en la democracia liberal, está a favor de causas comunes. Desde el Black Lives Matters, hasta la equidad de género, pasando por la defensa ambiental y proponiendo un capitalismo social admirado a países nórdicos, un ejemplo de difícil comparación desde lo cultural y estructural.
Estado presente, educación proliferada, salud esencial asegurada, estabilidad jurídica y seguridad pública para una convivencia pacífica. Todos de acuerdo.
Será positivo darle al presidente nuevo (El presidente “del futuro” como lo llamó un empresario), un espacio de encuentro entre los que tienen incertidumbre y miedo, y los que tienen esperanza. Ese espacio es tiempo y, especialmente, admitir que la experiencia muchas veces es una trampa, en la que hemos caído durante años sin poder resolver las cuestiones básicas para un mejor vivir. Como decía el prócer del rock argentino, Luis Alberto Spinetta, “mañana es mejor”.