Elecciones en India
La democracia india y la pluralidad del país salieron fortalecidas, al menos en esta oportunidad. La alternativa podría haber sido sin retorno.
Juan Pablo Glasinovic es abogado.
Las elecciones generales de la India, una democracia parlamentaria, se celebraron entre el 19 de abril hasta el 1 de junio pasado, para elegir 543 miembros del Lok Sabha o cámara baja. Eran 940 millones los ciudadanos con derecho a sufragio, de los cuales terminaron votando 640 millones, de los cuales la mitad fueron mujeres. Sin duda son los comicios más masivos mundialmente, de ahí que ocurran en distintas fases por agrupaciones de estados.
India es un actor ascendente en el sistema internacional, no solamente por su dimensión poblacional y geográfica, sino por su dinamismo económico y su capacidad científica y tecnológica. Considerando su masa poblacional con 1.400 millones y su rápido desarrollo en las últimas décadas, el país se convertirá en la tercera economía mundial al 2030. Junto con ello, India es una potencia nuclear y además se ha convertido en una de las pocas naciones que participa de la carrera espacial, habiendo alunizado recientemente cerca del polo sur de nuestro satélite natural, en lo que constituye la primera incursión en ese sector. Rusia que pretendía lo mismo, falló poco antes de la expedición india. En materia informática el país destaca globalmente, lo que se ha reflejado por ejemplo en su sistema de registro e identificación, teniendo todos los indios una cédula que no solo les confiere una identidad legal, también les permite hacer transacciones electrónicas y todo tipo de trámites. El voto es también electrónico, lo que permite un conteo rápido.
Parte importante de estas transformaciones, aunque no su origen, se han dado bajo el mandato de Narendra Modi, el primer ministro que llevaba ya 2 períodos y que se vislumbraba que acrecentaría su poder para un nuevo lapso.
Modi llegó al gobierno de la mano de su partido el Bharatiya Janata (BJP), cuyo pilar es el hinduismo y cuyo objetivo también ha sido recuperar lo que considera es la esencia del país, precisamente esa religión y cultura. Tras ese cometido ha desarrollado una agenda chovinista con la exclusión expresa de los grupos de otras religiones, apuntando principalmente a los musulmanes, quienes constituyen el segundo credo con más de 200 millones de fieles, lo que lo sitúa como el tercer país con más seguidores del islam, tras Indonesia y Pakistán.
Un hito en ese proceso fue la intervención del gobierno central en Cachemira, el único estado de la federación de mayoría musulmana, despojándole de su competencia estadual y sometiéndolo al poder central directamente.
Ese chovinismo hindú y su deriva autoritaria de la mano de un creciente control tanto a nivel nacional como en los estados más importantes, generaba preocupación tanto doméstica como internacional por la salud y futuro de la democracia india. Esa preocupación era mayor por la debilidad de la oposición, que no lograba articular un referente potente frente al BJP y su agenda.
En ese contexto, acompañado por una economía con tasas importantes de crecimiento, todo indicaba que Modi, quien últimamente en forma explícita ha manifestado estar ungido por la divinidad para llevar a cabo su tarea, iba a triunfar ampliamente y que India se uniría a la creciente lista de países con regímenes autoritarios, lo que por supuesto es preocupante para el bloque democrático que ve como disminuyen sus miembros y se disuelve el orden post Segunda Guerra Mundial.
En las anteriores elecciones, el BJP por sí solo había obtenido mayoría absoluta en la cámara baja, lo que contrastaba con las décadas previas de gobiernos de coalición con el Partido del Congreso Nacional Indio como eje. En los comicios del 2019, el BJP obtuvo 287 de los 543 curules y con sus partidos afines llegaba a 341. Con ese antecedente, Modi aspiraba a ganar 400 escaños y así completar su plan de transformar la país según sus designios.
Pero, contra la mayoría de los pronósticos, el BJP solo obtuvo 239 escaños, muy por debajo de los 272 necesarios para formar gobierno en solitaria como había sido la tónica anterior. La alianza de la oposición, liderada por el Partido del Congreso Nacional Indio, obtuvo 235 escaños. Sin embargo y con los 52 escaños obtenidos por los aliados del BJP, Modi seguirá a la cabeza con un tercer mandato.
Aunque Modi presentó estos resultados como un triunfo, la verdad es que fue una gran e inesperada derrota. Por lo pronto, su condición de invencibilidad y del BJP se hicieron trizas y cambiaron radicalmente el escenario político. En adelante Modi, quien crecientemente gobernaba en solitario, deberá compartir el poder y transar con sus aliados, con el riesgo eventual de llegar a ser sometido a una moción de censura.
La oposición que iba en caída remontó y ha recuperado la confianza perdida en ser una alternativa real de gobierno, lo que por supuesto dependerá de su rol en los próximos años en la nueva dinámica que se ha instalado.
¿Pero por qué perdió Modi? Las razones son varias, pero los expertos destacan las siguientes: el voto musulmán y de las otras minorías, la desafección del electorado hindú en los estados del norte, el descontento rural, el temor de los descastados y el desempleo juvenil.
Ante el chovinismo de Modi, ratificado por la grandiosa inauguración del templo al dios Ram donde antes estuvo la mezquita de Ayodhya (y supuestamente antes el templo hindú), los musulmanes de movilizaron y votaron en masa por los candidatos de la oposición. A eso se sumó una menor participación hindú y un voto escindido en los principales estados, denominados del “cinturón hindú”. La menor votación se debió en parte a la confianza transmitida desde el gobierno que iba a ser una gran victoria y que por tanto desmovilizó a muchos. También los electores votaron menos y optaron más por la oposición en los estados referidos, por cuanto muchos candidatos del BJP fueron impuestos desde arriba sin tener arraigo local y eso disgustó y se reflejó en un voto protesta.
Otra causa fue el descontento rural. No obstante el crecimiento del país, el campo ha sido menos favorecido y el gobierno intentó sin éxito liberalizarlo, cambiando una cultura de subsidios y precios en curso por décadas, lo que fue muy impopular.
Otro segmento que votó también contra el BJP son los dalits o los intocables, quienes temieron perder los beneficios en un estado laico y que han buscado mitigar su precaria condición social como el rango más bajo del hinduismo.
Finalmente, el desempleo concentrado en los más jóvenes también se tradujo en un voto por la oposición.
¿Qué impacto tiene todo esto en el campo internacional?
En primer lugar y desde la perspectiva democrática, esta votación constituye un hito en lo que parecía una erosión ineludible del sistema. Los indios expresaron su rechazo a la concentración del poder y su adhesión a la institucionalidad democrática, en una sociedad diversa unida precisamente por un sistema democrático.
En la pugna entre el mundo liberal y el autoritario, la permanencia de la India en el primer bloque tiene y tendrá vastas repercusiones, partiendo por el propio continente asiático donde se concentran las principales dictaduras, las que además argumentan que la democracia es un sistema ajeno a la cultura de la región.
Esto también va a repercutir en las alianzas por la hegemonía en el Indo Pacífico. Sin perjuicio de que India siempre ha seguido una política exterior autónoma, mantener su condición democrática facilitará la coordinación y relación con Estados Unidos y sus aliados.
Donde surge la incertidumbre, al menos en lo inmediato, es en materia de la economía. Con el predominio del BJP había un rumbo claro, lo que ahora está por verse con el peso que tendrán los partidos aliados en el gobierno. ¿Apoyarán la senda de una mayor apertura y liberalización o volverán a una economía más estatista y proteccionista?
Para concluir, el sorpresivo resultado electoral descrito significa un cambio trascendente doméstico que puede poner a India en un nuevo curso, con todo lo que ello significa para el sistema internacional.
Aunque Modi fue derrotado, no hay que darlo por muerto ni a su partido. Seguirá siendo sin duda un actor de primera línea que podría volver a fortalecerse. Eso en buena medida dependerá de sí mismo, pero también del rol de la oposición que tiene la posibilidad real de acceder al poder en los próximos años.
Los indios hablaron claro y quieren seguir haciéndolo. La democracia india y la pluralidad del país salieron fortalecidas, al menos en esta oportunidad. La alternativa podría haber sido sin retorno.