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Actualizado el 30 de Julio de 2024

Con Maduro y sin madurar

Me sigue atormentando la pregunta: ¿Por qué la libertad, la seguridad, el bienestar, la cultura faltan – encima se deterioran - precisamente en aquellos regímenes donde reina el poder que asegura a su pueblo que trajo todo esto en bandeja? Con Maduro y sin madurar: así seguirá ese hermoso país, así seguirá el dos tercio de sus habitantes que no se escabulleron de lo que pasó y seguirá pasando allá.

Por Tomás Szasz
Nicolás Maduro AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Tomás Szasz

es filósofo

Hay una vieja leyenda según la cual uno de los actores más grandes de la historia, el británico Sir Charles Laughton una noche llegó a su casa muy tarde. Se desvistió en el hall y entró a puntillas al dormitorio sin prender la luz.

¿Eres tú Charles? – preguntó su mujer en la oscuridad

Sí mi amor – contestó él – ¿Por qué? ¿Esperabas a otro?

Aunque hubo muchas personas que se imaginaban un milagro que Maduro, a la semejanza de Pinochet, reconozca haber perdido las elecciones, nadie lo pensó seriamente; incluyendo a la oposición encabezada por la valiente Machado sabían que eso es imposible. Largas colas que esperaban votar en los deliberadamente insuficiente salas de sufragio han quedado sin hacerlo porque se ordenó a cerrar la urnas a la hora señalada, a pesar de haber prometido las autoridades a no hacerlo hasta haya una persona esperando. La oposición llamaba desesperadamente a la gente que no se vayan de los locales, que se queden a controlar el recuento, las actas y boletas. No sirvió el esfuerzo de echarlas; entonces sencillamente se suspendió el escrutinio y se cerraron los locales, fuertemente custodiados por las fuerzas armadas. Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

Ayer, al leer una noticia en los medios, no pude contener una carcajada. Hasta me salieron lágrimas: el presidente del PC, Lautaro Carmona, predijo que “la oposición venezolana negará los resultados”… es el peor chiste que escuché en mi larguísima vida. También defendió fervorosamente el proceso electoral, durante el cual su admirado ex-camionero no solo abusó todos los medios propagandísticos para asegurar que él será el único ganador, que sus opositores – los que aún quedaron libres – son unos delincuentes, sino aseguró que si él no seguiría en el poder, Venezuela se destruirá, que habrá un baño de sangre – ordenado por él – y para que eso no ocurra, lo deben votar. Y según Carmona ese hombre, Nicolás Maduro, es un demócrata ejemplar. Llegar a ese punto, emitir semejantes declaraciones, desnuda el pánico del PC y la desesperación que con justa razón siente ante una imposibilidad: que su gran amigo por alguna razón reconociera que perdió. Porque aunque eso confirmaría que él tenía razón al asegurar que el susodicho es un demócrata ejemplar, también sería un tremendo golpe al PC después de tantos elogios a un régimen totalitario, que el pueblo lo eche. Y no solo esto: difícilmente seguiría como presidente de su ya dividido partido.

Es evidente que la oposición pondrá el grito en el cielo como muchos otros países. Gritos inútiles que no servirán de nada. Los únicos “observadores” extranjeros que han sido admitidos en Venezuela llevan la libretita roja en el bolsillo encima de su corazón; y serán los – escrupulosos – testigos del triunfo de Maduro, cuyo teatral voto, vestido con una camisa de payaso del gran circo venezolano – y auto-publicidad extemporánea, prohibida en cualquier país democrático – se difundió en el mundo.

Me sigue atormentando la pregunta: ¿Por qué la libertad, la seguridad, el bienestar, la cultura faltan – encima se deterioran – precisamente en aquellos regímenes donde reina el poder que asegura a su pueblo que trajo todo esto en bandeja? Con Maduro y sin madurar: así seguirá ese hermoso país, así seguirá el dos tercio de sus habitantes que no se escabulleron de lo que pasó y seguirá pasando allá.

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