
En 2025 se cumplirán dos décadas desde que los teléfonos móviles transformaron radicalmente nuestra vida. Pasamos de depender de un computador en la oficina o en casa, a llevar uno en el bolsillo, siempre encendido y conectado. Esta revolución alteró nuestra forma de informarnos, comunicarnos y entender el mundo.
Por eso es tan relevante que Mario García, uno de los diseñadores más influyentes en la historia del periodismo visual, regrese a Chile. En una semana, dictará un seminario y conducirá un taller matutino organizado por la Universidad Católica. García no solo rediseñó medios como The Wall Street Journal, The Washington Post, South China Morning Post, Die Zeit o Aftenposten —entre más de 120 diarios en todo el mundo—, sino que hoy lidera la conversación global sobre cómo los medios deben adaptarse a las pantallas de los teléfonos. Además, enseña narrativa móvil en la Escuela de Periodismo de Columbia.
Su mensaje es claro: el celular que está en los bolsillos de todos los interesados en el periodismo es el nuevo papel. Las historias —escritas, visuales y audiovisuales— deben pensarse para ese soporte. Es ahí donde las audiencias consumen noticias, a través de las redes que usan a diario. El reto para los medios, las instituciones y hasta las figuras públicas es comprender que actuar como un medio significa entender que todo empieza por lo móvil.
Ya en 2015, el diseñador Alberto Cuadra contaba cómo Jeff Bezos, tras comprar The Washington Post, instaló una simple pero poderosa pregunta al decidir inversiones editoriales: “¿Esto funciona para el celular?”. Esa lógica fue clave para reposicionar al diario. Pero muchas redacciones no tuvieron ni los recursos ni el tiempo para reconvertirse. Cuando el iPhone apareció en 2007, la industria ya estaba golpeada por su difícil transición al entorno digital.
Aquí se produjo una paradoja: si la imprenta redujo radicalmente el costo de producir una copia, la era digital eliminó ese costo por completo. Pero producir el contenido original —un buen reportaje, una canción, un libro— sigue costando lo mismo que hace siglos. Como advierte Julia Cagé en Salvar los medios de comunicación, el periodismo es una industria con altos costos fijos. Y de esos costos depende la calidad (o al menos la cantidad) de información disponible.
Durante un tiempo, se creyó que medios nativos digitales como BuzzFeed, con su fórmula de viralidad, terminarían desplazando a los tradicionales. Sin embargo, tras la pandemia, uno a uno fueron cayendo. En 2024, BuzzFeed quebró. El periodismo viral también era caro: no bastaba con entretener, había que lograrlo cada día, como si fuera magia. Paradójicamente, el mismo New York Times que invitó a Jonah Peretti a dar una charla, terminó despidiendo su era con el titular “No todo es diversión y memes”.
Hoy sabemos que los medios que sobreviven son los que lograron mantener una redacción sólida y una oferta consistente, capaz de crear hábito en sus lectores. Mientras algunos perdían prestigio en la carrera por el clic, otros aprendieron a adaptar su contenido a los formatos móviles y sociales, sin perder su identidad.
El gran desafío es que la mejor oferta digital de un medio no basta con estar online. Necesita promoción activa. ¿Dónde? En el papel, mientras aún exista. Las empresas periodísticas que apuesten por usar sus páginas impresas como plataforma para invitar a sus audiencias a sus apps móviles y sitios digitales estarán haciendo la inversión más inteligente de esta etapa de transición.
Como advirtió hace una década Emilio García Ruiz, entonces en el Washington Post, hoy director del San Francisco Chronicle: la impresión en papel en EE. UU. sigue existiendo gracias a un puñado de grandes anunciantes. Pero el día que dejen de comprar esos espacios, se acaba todo. Y eso puede pasar de un día para otro. Lo sabemos hace años.
Por eso, la visita de Mario García no es solo una clase magistral. Es una oportunidad para actualizar nuestra mirada y prepararnos para lo que ya está ocurriendo. Porque no basta con hacer buen periodismo: hay que asegurarse de que llegue a donde están los lectores. Y hoy, están en el teléfono.