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Política y efecto Dunning-Kruger

En política electoral el efecto Dunning-Kruger cae parado. Porque se trata de una competencia de personas que buscan el voto de todo el resto del país. Y eso lo hacen en campañas, donde el candidato siempre es mejor, sabe más, puede más y ha hecho más que sus contrincantes. Verse a sí mismo como el único capaz de gobernar bien su territorio es un desde.

En 1999, dos sicólogos estadounidenses, David Dunning y Justing Kruger, describieron un tipo de comportamiento humano que consiste en que hay personas con poca experiencia o conocimiento en algunas materias y, sin embargo, insisten en declararse entendidos, incluso expertos, en esos temas. En numerosos test sicológicos, los poseedores del efecto Dunning-Kruger juran tener capacidades notables en varias materias, a pesar de fallar exámenes en esos tópicos específicos. Esto no tiene que ver solamente con la política (que ya veremos), sino en otras disciplinas, como el deporte, donde futbolistas discretos dicen ser igualitos a Pelé, y cuentan historias deportivas, llenas de logros y aplausos, que nadie ha visto. Lo mismo en otras áreas como ventas, donde este efecto recae en aquel que siempre se atribuye -en reuniones de ex compañeros de curso- ser el mejor vendedor de su oficina.

En política electoral el efecto Dunning-Kruger cae parado. Porque se trata de una competencia de personas que buscan el voto de todo el resto del país. Y eso lo hacen en campañas, donde el candidato siempre es mejor, sabe más, puede más y ha hecho más que sus contrincantes. Verse a sí mismo como el único capaz de gobernar bien su territorio es un desde.

Autorreferirse contínuamente, calificarse como el único capaz de enfrentar los desafíos por venir, exagerar sus experiencias pasadas son, todas, manifestaciones de este efecto.

Alguien podrá decir, y con razón, “pero la naturaleza humana incluye exagerar un poquito nuestras capacidades”. Cierto. El punto es cómo evitar que alguien que no tiene competencias para lo que está postulando sea elegido, por haber creído que las tenía, para -más tarde- ver como su gestión termina en un desastre.

Tres recomendaciones de texto -a todos- para evitar este efecto: pensar previamente lo que se dice y evaluar su impacto; aceptar críticas como ejercicio doble: por necesaria humildad y porque pueden traer elementos que no se habían contemplado. Por último, tener a alguien cerca, con la explícita misión de ser una especie de “abogado del diablo”. Esto es, que dude de lo que vas a decir pasado mañana en el gabinete, directorio, el estadio o local de encuentro con los votantes, y pida ejemplos y verificación de hechos que vas a referir.

Editar, en periodismo, a veces se reduce sólo a ortografía y estilos de redacción.

Editar, en política, siempre tiene que ver con la verdad y la confianza.

Y esta última palabra -confianza-, el alma mater de la política en democracia, como dice el dicho: “crece con la lentitud de la palmera, pero cae con la velocidad del coco”.