
COP significa Conferencia de las Partes y se refiere a un órgano de negociación sobre un tema concreto en el que un número significativo de países han definido las bases y los objetivos de negociación. En otras palabras, COP es un término genérico, y la clave está en el “apellido”. La más conocida de las COP es la de Cambio Climático, que este año celebrará su 30ª edición en noviembre en la ciudad de Belém, Brasil.
Cuando empecé mi trabajo como Climate Champion de la COP25, enseguida me llamó la atención un término que suelen utilizar los negociadores para referirse a lo que ocurre en la economía y en la vida de las personas: hablan del “mundo real”, como si la situación en la que estuvieran discutiendo fuese parte de otro planeta. Es interesante entender esta distinción: la COP se celebra en territorio de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), y cada país anfitrión debe ceder una parcela del tamaño necesario para que la ONU se haga cargo de ella durante unos quince días, es la llamada Zona Azul de cada COP. Las normas para quienes se encuentran aquí son las de la ONU, y para acceder a ella las personas deben estar registradas y acatar dichas reglas.
En esencia, una COP es una especie de nave espacial que se sitúa sobre la Tierra (en el caso del clima, cada año; y en el caso de otras COP, cada dos años).
En principio, es un lugar muy exclusivo, reservado para los negociadores que representan a los países miembros de la convención. Las naciones más ricas envían grandes delegaciones, mientras que las más pobres a veces logran enviar a una sola persona. Por otro lado, hay algunas organizaciones formalmente autorizadas a observar lo que ocurre en la nave espacial, de modo que en cada COP hay un número importante de “observadores”, normalmente de ONG globales, que representan diversos temas o grupos de interés; por ejemplo, a los pueblos indígenas. Todos ellos deben viajar hasta la nave espacial, lo cual conlleva enormes complejidades logísticas y protocolares.
Cada nave espacial está dirigida por una persona que ocupa el cargo de secretario ejecutivo de la convención, quien debe garantizar que se cumpla el propósito, a la vez de que se acaten las reglas y procedimientos. No es necesariamente un entorno favorable para la innovación.
En el caso de la nave del clima (UNFCCC), cada año un determinado país asume la presidencia, la cual va rotando entre 5 macro regiones geográficas (África, Asia, Europa Oriental, Latinoamérica + Caribe, y por último Europa Occidental + otros).
En todos los casos, el país anfitrión designa a una persona para que actúe como presidente de la COP que estará liderando, las cuales llevan números secuenciales. Esta persona puede definir los temas que considere prioritarios para esa COP, debe dialogar y consultar con todas las partes, dirigir las negociaciones de los temas que corresponde tratar en dicha COP, así como facilitar el proceso de negociación en su conjunto. Además, esta persona y su equipo serán los anfitriones y dueños de casa de este macro evento en la ciudad sede. Actualmente las COP medioambientales congregan entre 20 y 100 mil personas, en un período de tiempo que varía entre 10 días y 3 semanas.
Tal como aplicaría a una nave espacial, las normas son muy estrictas, y el lenguaje utilizado es extremadamente técnico, así como lleno de matices jurídicos para facilitar que todo el mundo se sienta mínimamente cómodo con el resultado. La regla para la toma de decisiones se basa en el consenso (que nadie se oponga), con lo cual resulta muy difícil alinear a casi 200 países, que obviamente se encuentran en situaciones extremadamente diversas cada vez que se reúnen. Se da la curiosidad de que en estos espacios el proceso es controlado por los países, de modo que el primer ministro de Tuvalu (con poco más de 11.000 habitantes) tiene un voto, mientras que el gobernador de California -la quinta economía del mundo-, no tiene voz ni voto.
Aunque esperamos que los acuerdos sean siempre vinculantes, en la práctica, cuando volvemos al mundo real, a menudo la realidad impide que estos compromisos se cumplan en su totalidad o con la ambición con la que fueron definidos en la nave espacial. Al mismo tiempo, ese espacio ofrece la única instancia donde todas las naciones (grandes y pequeñas) tienen la oportunidad de exponer sus realidades y exigir soluciones a problemas que trascienden las fronteras.
Al final lo que manda es lo que está en el texto oficial. Aquí es donde se supone que las naciones y las COP envían mensajes al mundo real. Pero lo que ocurre en la práctica es que a menudo el texto se queda en un ámbito de la diplomacia internacional, y por lo tanto, el impacto en la economía real dependerá de la fuerza que estas personas tengan para llevarlo a sus respectivos países y convertir estos acuerdos en leyes y reglamentos que, a través de incentivos o castigos, consigan movilizar a los actores de la economía real.
En ciertos casos, la nave espacial ha conseguido estructurar una forma muy específica de conexión con el mundo real, estableciendo una especie de ascensor por el que las experiencias específicas de la sociedad sobre ese tema pueden subir o bajar de la nave espacial. En todos los casos, este ascensor se llama Agenda de Acción. Y en el caso de la nave del clima, esa agenda se creó en la COP21 (2015) como parte del Acuerdo de París. Se asignó el papel de los Climate Champions para liderar y coordinar este ascensor, el cual en la siguiente COP (COP22 en Marrakech el año 2016) pasó a llamarse el Marrakech Partnership. En esta agenda de acción se desarrollan herramientas formales, que desde entonces han pasado a formar parte de los textos resultantes de las COP sobre el clima. A través de ello se ha logrado generar una comunicación virtuosa entre los actores estatales y no estatales, y se ha logrado acelerar la importancia del Acuerdo de París en todos los ámbitos de la sociedad. Actualmente existe una enorme cantidad de innovaciones, compromisos, programas y campañas que han nacido gracias al trabajo de la agenda de acción de la COP de Clima. La mayoría de las actuales referencias a implementación climática en el sector empresarial, financiero, municipal, académico y cultural provienen de dicha agenda de acción.
En otras naves que han tenido menos reuniones históricas (COP de Biodiversidad, COP de Desertificación, Negociación sobre contaminación por plásticos) se ha avanzado en la misma dirección, hasta el punto de que la COP sobre desertificación logró en Riad durante la COP16 (2024) el diseño de la Agenda de Acción de Riad como ascensor que, desde entonces, conecta esa nave con la capacidad y necesidad de la economía real de avanzar para frenar la degradación del suelo, combatir la sequía y dar sostenibilidad a la producción de alimentos.
En la ciudad brasileña de Belém, ya es sabido que los ámbitos a negociar serán pocos y estarán complicados, dado el escenario geopolítico global. Es por ello que ya se habla de la agenda de acción como el ítem que pasará a tener mayor relevancia y atención. Mal que mal, es sabido que ya no tenemos tiempo para seguir discutiendo. Lo que toca ahora es implementar de forma acelerada todas aquellas soluciones que conocemos y necesitamos. Manos a la obra es el único lema válido. Hasta que las naves espaciales y la tierra en que vivimos se hagan una sola.