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Tomarle el peso a la obesidad

Orforglipron… con O de obesidad. Así se llama la nueva píldora probada con éxito en EE.UU., que reafirma lo lejos que estamos en Chile de acceder a la terapia farmacológica para el sobrepeso. Acá, en el país con más obesos de América del Sur, la política pública sigue teniendo a la cirugía bariátrica como tratamiento de elección.

La revista Time dedica una de sus últimas portadas digitales a la más reciente novedad del desarrollo farmacéutico para el combate de la obesidad. Orforglipron es el nombre de la pastilla que acaba de superar exitosamente sus etapas de prueba en humanos, demostrando ser capaz de reducir el peso corporal en al menos un 8% en un año.

Patentada por el laboratorio Lilly, esta píldora se suma a los fármacos de última generación con los que el sobrepeso y la obesidad están siendo tratados en el mundo: Ozempic, Wegovy, Mounjaro y Rybelsus; los tres primeros son inyectables, y el último, una pastilla.

Al igual que sus predecesores, Orforglipron se basa en la acción del GLP-1, una hormona intestinal que ayuda a controlar la glucosa en sangre y tiene efectos sobre el metabolismo. Su acción disminuye el apetito, prolonga la sensación de saciedad y ralentiza el vaciamiento gástrico.

Inicialmente desarrollado para el tratamiento de la diabetes tipo 2, el uso del GLP-1 mostró resultados tan prometedores en el combate de la obesidad que generó una demanda inmediata a nivel mundial. Ozempic, por ejemplo, se convirtió en 2024 en el segundo medicamento más comercializado del mundo —solo detrás de Keytruda, que trata el cáncer—, con una facturación de US$16 mil millones, según datos de Evaluate Pharma.

¿Y en Chile? El año pasado, el país enfrentó una intermitencia en el stock de Ozempic en su presentación de 2 mg, cuyo precio ronda los $180 mil pesos; la jeringa de 4 mg cuesta alrededor de $250 mil. El desabastecimiento fue global, confirmando tanto la efectividad del fármaco como la magnitud de la pandemia de obesidad.

Chile es el país con mayor prevalencia de obesidad en Latinoamérica: el 42% de los mayores de 20 años tiene un Índice de Masa Corporal (IMC) superior a 30. La Federación Mundial de la Obesidad estima que, en cinco años más, 14 millones de adultos vivirán con esta enfermedad en el país. ¡14 millones! Millones de personas que verán afectada su salud física y mental… ¿Se nos olvida acaso cuál era la condición de base más peligrosa en el tratamiento del COVID? La obesidad es solo el inicio de una serie de afectaciones físicas (diabetes, hipertensión, cardiopatías, cáncer) y mentales (depresión, ansiedad, trastornos alimentarios, adicciones) que no solo repercuten en el bienestar individual, sino que entregan modelos conductuales disfuncionales a las generaciones futuras de cada familia y, así, terminan por afectar la economía de la sociedad (ausentismo académico y laboral, por ejemplo).

¿Qué dice al respecto la política pública? Que el Estado se conforma con subvencionar cirugías bariátricas, las cuales presentan efectos secundarios como malnutrición y reganancia de peso a largo plazo. ¿Y qué dicen los candidatos presidenciales?… Esperemos que le tomen el peso a la obesidad.

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