Cuidar el “Alma de Chile”: ¿Una utopía?
La Convención del Observatorio Pereira, crucial para nuestros próximos 40 o 50 años, ojalá logre conceptualizar y definir el alma de Chile, magna tarea para la Carta Magna, como la directora y operadora de ese ordenador llamado cerebro humano.
Señor director:
En medio de la crisis política, sanitaria, de confusión y violencia, de gravísimas acusaciones que van y vienen, ¿será posible intentar siquiera, volver a los valores fundamentales de nuestra nación, los que constituyen el acervo más rico de la nacionalidad, el Alma de Chile?
Y es, precisamente en estas instancias, ( la montaña, ha dicho Warnken, el poeta, y “con el alma haciendo cumbre”, sugiero yo) “donde podemos ir a buscar inspiración, serenidad, distancia, con una mirada desde la altura, tan necesaria en tiempos de crisis e incertidumbre”.
Y recuperar o buscar así una épica que abrace y se confunda con esos valores fundamentales, concordando un auténtico entendimiento entre la enorme mayoría de compatriotas que compartimos una historia con logros extraordinarios y un camino futuro en común. Camino futuro que, estoy cierto, “constituirá” un ejemplo para un mundo necesitado de afianzar, fortalecer y hasta recuperar su democracia.
Muy poco antes de finalizar estas líneas, escuché en la TV algo que literalmente me cayó del cielo, casi milagrosamente, recordando un discurso del Cardenal Silva Henríquez de hace 35 años, el 6 de marzo de 1986, que comenzaba con estas palabras: “Se me ha pedido que participe en el Seminario organizado por CIEPLAN para que hable sobre el Alma de Chile, lo que constituye a mi juicio la esencia de la Nación Chilena”.
Inmediatamente, pensé en dar mayor validez a mi argumentación, procurando extraer algunas ideas claves de este magistral discurso, que tuvo repercusiones más allá de nuestras fronteras. Lo intento así, con un limitadísimo extracto de este extenso discurso. Significativa es la fecha del mismo:
(…) “El Alma de Chile, vivía, latente en el alma del pueblo. Chile no quería, no podía ser un cuerpo desarticulado, invertebrado. Si hasta su mismo nombre, Chile=médula, parecía estar reclamando cohesión, consistencia, sustancia, orden. El orden para defender la libertad, la libertad para humanizar el orden” (…) Chile tiene su alma. Cataclismos naturales, potentes apetitos foráneos, guerras externas y noches de interna disensión, hasta el odio; pobreza, sufrimiento, el más terrible de todos, no amar al hermano, no han podido arrebatarle a Chile su alma, y en esta hora nos estremece también la esperanza. Chile quiere seguir siendo Chile. Anhela empezar otra vez, pequeño y limitado, tal vez, en su potencia económica, grande y desbordante en su riqueza de espíritu. Un formidable ímpetu de reencuentro y reconciliación, surge y quisiera imponerse entre nosotros. (…) (Hasta ahí, el querido Cardenal ¡Hay tanto más! ).
Todo lo cual, me alentó a insistir en un hermoso y saludable ejercicio: “que pensar es un atributo de la mente, pero también del alma”, es una tremenda verdad que vale la pena darle sus vueltas.
Suponer, por ejemplo, que no es utópico aventurar que esta sencilla premisa se manifieste claramente en el vigor y espíritu del proceso constituyente que viene. ¿No es acaso el alma de Chile, reitero, lo que finalmente todos, anhelamos custodiar y proteger?
Y lo digo convencido de que en la práctica, en el buen sentido, el del respeto pragmático y positivo que a todos beneficie (sin mordiscos ni zancadillas), en la sensatez y el buen juicio, los “observadores” del Palacio Pereira, lejos del advenimiento del Apocalipsis, con o sin “rodeos”, serán parte esencial del “Observatorio”, que en feliz coincidencia, puede ser también el “Alma”. Si pensar, deliberar, opinar, llegar a acuerdos y plantear soluciones armónicas, si dialogar en fin, llega a ser producto o atributo de la mente, pero también del alma, habría así una maravillosa unidad en los convencionales, con algo que valdría la pena tomar conciencia: que pueden ocurrir todos estos a un tiempo y con alentadores resultados, ya que una de las potencias del alma (Tomás de Aquino) la configuran las facultades intelectuales que nos son propias, el entendimiento y el libre arbitrio.
La Convención del “Observatorio Pereira”, crucial para nuestros próximos 40 o 50 años, ojalá logre conceptualizar y definir el alma de Chile, magna tarea para la Carta Magna, como la directora y operadora de ese ordenador llamado cerebro humano. Sólo un desalmado podría ignorarlo.