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9 de Febrero de 2011

Allende falló al suicidarse y escolta le dio el tiro de gracia, dice escritor

El presidente Salvador Allende se disparó en la cabeza con una pistola el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de La Moneda durante el golpe de Estado, pero quedó malherido y uno de sus escoltas debió darle el tiro de gracia, según sostiene el escritor y periodista chileno Camilo Taufic.

Por Nicolás Vallejos
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El presidente Salvador Allende se disparó en la cabeza con una pistola el 11 de septiembre de 1973 en el Palacio de La Moneda durante el golpe de Estado, pero quedó malherido y uno de sus escoltas debió darle el tiro de gracia, según sostiene el escritor y periodista chileno Camilo Taufic.

El autor presentó en una entrevista con EFE los resultados de la investigación que ha realizado en los últimos años y que concluye con la tesis de que la muerte del ex mandatario chileno fue un “suicidio asistido”.

El encargado de rematar a Allende, según las indagaciones de Taufic, fue Enrique Huerta, intendente de Palacio y miembro de la guardia personal del presidente, los llamados “GAP” (Grupo de Amigos Personales), en un “acto de solidaridad humana y política”.

Esta versión de los últimos momentos del presidente de la Unidad Popular (UP) difiere de la más difundida hasta ahora, aceptada incluso por la familia, que sostiene que Allende se mató disparándose en la barbilla con un fusil de asalto AK-47 que le había regalado Fidel Castro.

Para Taufic, esta explicación obedece a un plan ideado por los militares golpistas para hacer aparecer a Allende “empuñando un arma rusa, regalada por un jefe de Estado comunista, con la cual se dispararía en defensa de su Gobierno, ligando el fracaso de la vía pacífica y la vía armada al socialismo”.

El general Javier Palacios, presentado como el uniformado que comandó al asalto a La Moneda, convenció al grupo de médicos que acompañaba al presidente para presentar su muerte como un suicidio sin ningún tipo de asistencia, a condición de que corroboraran que el arma usada fue el fusil regalado por Fidel Castro.

“Palacios los convenció de que era más decoroso y digno para la historia que todos dijeran que se suicidó con la metralleta de Fidel Castro”, sostiene Taufic, quien asegura además que el general no dirigió el asalto al palacio presidencial, sino que llegó allí más tarde para “arreglar la presentación” de la muerte de Allende.

Según el autor, todos los doctores aceptaron el plan de Palacios para “dignificar” la muerte del presidente, menos uno: Danilo Bartulin, médico que reside actualmente en Cuba.

Bartulin se había conjurado con Allende para darle el tiro de gracia en caso de que quedara malherido o surgiera algún problema, pero en el momento clave el galeno no se encontraba junto al presidente, asegura Taufic.

Otro doctor, Patricio Guijón, dijo haber presenciado el instante en que Allende se volaba la cabeza con una metralleta en el salón ‘Independencia’ de La Moneda.

El doctor ha relatado en varias ocasiones que vio al presidente dispararse cuando regresó al segundo piso del palacio para llevarse como recuerdo su máscara antigás, algo que según Taufic es “un pretexto totalmente absurdo”.

El primer argumento de Taufic para desbaratar la versión del suicidio con el fusil ametrallador AK-47 regalado por Fidel Castro es que esa arma no estaba en La Moneda, sino que Allende la guardaba como si fuera un trofeo en su residencia de El Cañaveral, situada a los pies de la cordillera de los Andes.

El periodista asegura que cuenta con el testimonio directo de los españoles Víctor Pey y Joan Garcés, asesores personales de Allende, que frecuentaban la residencia del presidente.

 

Refuerza esta posibilidad un informe del año 2008 del experto forense Luis Ravanal que detectó anomalías en el análisis de la autopsia de Allende, y llegó a la conclusión de que el cráneo recibió dos impactos de bala de armas de diferente calibre.

Según ese informe, hay un orificio de entrada en la zona superciliar derecha y uno de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda craneana que no coinciden con un disparo efectuado por un fusil, pero que podrían corresponder al de una pistola o un revólver.

El forense confirmó también que el cadáver había recibido un disparo de calibre mayor en la barbilla que le destrozó el cráneo, aunque precisó que fue realizado a corta distancia, no a bocajarro, como indicaría la tesis oficial del suicidio.

En base a estas evidencias forenses, Taufic sostiene que Allende quedó malherido después de dispararse debajo de un ojo con una pistola.

Posteriormente, Enrique Huerta, uno de sus fieles escoltas, lo remató con un disparo de fusil que le destrozó el cráneo, y cumplió también con la promesa que le habían hecho sus colaboradores más cercanos de que no le dejarían caer vivo en manos de los militares.

Según Taufic, algunos testigos directos han declarado que Huerta entró al despacho de Allende, se escuchó un balazo, y salió “llorando, vuelto loco, diciendo que había muerto el presidente”.

“Que nadie interprete que a Allende lo mató un GAP; Huerta completó el suicidio como un acto de solidaridad humana y política con su presidente”, puntualiza Taufic.

Huerta y otras personas cercanas a Allende que defendieron el palacio presidencial del ataque fueron arrestadas el mismo día del golpe encabezado por el general Augusto Pinochet.

Los uniformados los trasladaron a un recinto militar cerca de Santiago, donde fueron torturados y fusilados el 13 de septiembre de 1973.

La muerte de Allende se puso de nuevo en el tapete el pasado 26 de enero pasado, con la decisión de la Justicia chilena de investigar 726 casos de violaciones a los derechos humanos hasta ahora desconocidos, entre los que se encuentra el del exmandatario.

Taufic, periodista desde 1958 y autor de varios “best sellers”, es consciente de que su versión sobre este controvertido episodio de la historia reciente de Chile puede causar revuelo, aunque está seguro de que la investigación judicial en curso “sacará a la luz la verdad” y pondrá fin a algunas “versiones absurdas de asesinato” que circulan sobre el caso.

Su libro “Chile en la Hoguera. Instantánea del Golpe Militar”, editado en Buenos Aires en febrero de 1974, está considerado el primero relato global sin censura publicado sobre el tema a nivel mundial.

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