Infancia trans: el aumento de familias que consultan por "disforia de género"
Se dice que son la minoría de la minoría y que por eso resulta un tema más desconocido que otros. Pero desde hace unos tres años ya no llegan solo adolescentes a las consultas de sicólogos. Ahora también llegan padres con hijos de hasta cuatro años. La razón: La niña o el niño no se sienten identificados con el sexo que nacieron.
Tenía patines de barbie. Y aunque le gustaba patinar no los usaba porque eran de mujer. A Andrea Belén, a sus seis años, tampoco le gustaba usar vestidos, pero como iba a un colegio de mujeres tenía que usar falda y “hacer todas las cosas que hacían las mujeres pero con las que yo no me sentía cómodo”, dice. Y así pasó su infancia: rechazando cualquier imposición que le pareciera femenina y con el estigma de ser una niña “ahombrada”. Lo que sentía en su fuero interno: que en realidad era un niño al que estaban tratando de convertir en niña.
Años después Andrea se llamaría Benjamín, quien a sus 13 años comenzaría a inyectarse hormonas para hacer realidad lo que supo desde siempre: que en realidad era un hombre, pese a que había nacido en un cuerpo de mujer. El término médico: disforia de género. El término común: transgénero. Hoy a sus 16 años ya no queda ningún rasgo que lo haga parecer una niña. Excepto su carnet de identidad, en el que aún sale el nombre que sus padres le pusieron al nacer.
Identidad temprana
Aunque la mayoría de las personas trans consultan a un psicólogo durante la adolescencia, lo cierto es que su identidad la descubren muchos años antes. “La identidad de género es un proceso que se refleja a muy temprana edad, la que está casi establecida a la edad de tres años”, explica Janet Noseda, psicóloga y experta en temas de sexualidad y género. Ello dado que en la infancia es cuando se asignan roles según el órgano sexual con que nace la persona. Aunque eso no sería razón suficiente para determinar lo femenino y lo masculino.
Una situación similar se conoció la semana pasada, cuando el programa Contacto mostró el caso de Andy, una niña transgénero de cinco años, que nació bajo el nombre de Baltazar. En televisión, sus padres contaron el complejo proceso de transición. “Ella siempre habló en género femenino. Sus dibujos siempre fueron de niña: corazones, arcoiris y flores”, explicó la madre, Andrea Escalona, al programa, recordando que una vez “mirándose al espejo con mi ropa puesta me dijo: ‘Mamá, ¿por qué Dios me hizo niño, si yo quería ser niña?'”.
Pero el ser transgénero no se determina solo a través de juegos y dibujos, ni si el niño o niña prefiere el azul o el rosado. Si bien ese es un factor que se analiza, también se observa la vestimenta y, por sobre todo, el cómo quieren ser tratados. “Tiene que haber una persistencia y una intención: ‘Soy niña, no niño. O quisiera ser niña, no niño’. Apenas el niño o niña puede expresarse empieza a dar signos”, plantea la psicóloga de la fundación Todo Mejora Juliana Rodríguez. Lo más notorio: el niño o niña lo expresa sin que nadie se lo pregunte.
En búsqueda de terapia
Desconcertados, los padres no saben a quién acudir. Y aunque en Chile existen fundaciones -como Iguales, Movilh y MUMS- que apoyan la diversidad sexual, no tratan casos de niños transgéneros. A ello se suma que los especialistas particulares que conocen del tema son pocos. Por eso, una de las primeras cosas que hacen es googlear el término y ahí se encuentran con Juliana Rodríguez y Janet Noseda. Ambas psicólogas concuerdan en que desde hace unos dos años ha aumentado el número de familias que consultan por casos de transgénero.
“La infancia trans siempre ha existido”, aclara Noseda, quien hace dos años recibió en su consulta a un niño trans por primera vez, “pero ahora públicamente se habla más de lo trans partiendo por la ley de la identidad de género, entonces la gente sabe más”. De hecho, Juliana Rodríguez dice que solo en 2015 le ha tocado asistir a cuatro familias con hijos que tienen una identidad de género distinta a la de su sexo, hecho que años antes no pasaba. Ambas reconocen un aumento en las consultas de familias que creen que sus hijos pueden ser trans. ¿Cuántas personas trans hay en Chile? No hay cifras exactas, pero se especula que se trata del 1% de la población.
Lo complejo es dar con el especialista adecuado. Algo que Juliana dice que ahora los padres “están buscando al profesional que conoce puntualmente el tema porque necesitan a alguien que dé respuestas adecuadas”. De hecho, uno de los niños que Janet recibió tenía un diagnóstico demoledor: esquizofrenia, lo cual estaba totalmente errado, dice.
Integración de profesionales
¿Qué busca la familia con una terapia? Principalmente información y tener una guía para la transición del género de su hijo o hija. El equipo de psicólogos del MUMS aclara que “no es la constitución del ser humano trans lo que determina la necesidad o no de requerir apoyo de un profesional de la salud mental”, si no que “puede surgir debido a los proceso de exclusión y vulnerabilidad a las que son sometidos”.
En el caso de niños, Juliana Rodríguez explica que hay lugares donde se trabaja con un médico endocrinólogo, un abogado y un psiquiatra. Este último es el único autorizado para hacer el diagnóstico medico, de determinar si el niño o niña presenta disforia de género y con ese papel comenzar el cambio de nombre legal y ser tratado en el colegio con la identidad que lo represente.
La psicoterapia dura entre seis meses y un año. Aunque el tiempo se ve caso a caso. La pregunta más común de los padres: “¿Qué tiene mi hijo?”. La respuesta de Janet Noseda: “Su niño no está enfermo, no está loco. Su niño tiene una identidad de género trans y lo que vamos a tener que hacer es acompañarlo”. Lo principal es observar cómo se desenvuelve el niño o niña, en su entorno natural, o bien en la consulta. A veces se aplican test y aunque los dibujos y juegos dicen mucho, “se les hace preguntas profundas de la identidad: quién eres tú”, dice Juliana Rodríguez.
La confusión común
Cuando María José Núñez -su nombre legal Fabián- se dio cuenta de que era mujer tenía cinco años. Y al igual que otro casos los hechos se repiten: cuando niño lo obligaban a jugar a la pelota, pero no le gustaba. En cambio, afirma, que le gustaba maquillarse y saltar al elástico. “Siempre he sido muy parada de la hilacha”, dice ahora. Y si bien dice que nunca escondió su verdadera identidad, cuenta que, para muchos, pasaba como “un niño amariconado”.
En el caso de Benjamín sucedió algo similar: “Mi papá murió antes y no alcancé a decirle que era trans, que era hombre, entonces él siempre se quedó con que yo era lesbiana”, recuerda. Pero ser trans y ser gay son temas distintos. “La orientación sexual tiene que ver con un proceso de enamoramiento que se da en promedio a los 10 años, y que se puede dar en el sexo contrario o en el mismo sexo”, explica Janet Noseda.
El niño trans, en cambio, expresa lo que siente en su psiquis interna, a través de su cuerpo y de elementos externos, que por medio de sus gustos y tendencias van incorporando a su personalidad. Los psicólogos del MUMS apuntan: “No es una enfermedad, no es un brote, síntoma o trastorno, por ende no puede ‘manifestarse'”.