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Actualizado el 20 de Agosto de 2024

Cambios graduales, sin asumir costos, y quiebre con la élite: las tres claves del informe PNUD que mantienen sin solución las demandas sociales en Chile

Pese a que la gran mayoría de la ciudadanía desea cambios profundos, el informe del organismo internacional refleja el convulsionado momento que atraviesa la sociedad chilena, lo cual ha causado el estancamiento de las reformas, a raíz del individualismo y la desconfianza en los líderes políticos.

Por Francisco Rosales
Demandas estallido social informe PNUD El reporte aborda las heridas que dejó el estallido social y los fracasos constituyentes. AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Tras casi una década, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Chile entregó un nuevo informe sobre el desarrollo humano, el cual se tituló: ¿Por qué nos cuesta cambiar?, cuyo reporte aborda las dificultades que ha enfrentado la sociedad chilena para llevar a cabo cambios sociales.

A su vez, deja en evidencia las aspiraciones y el descontento de la ciudadanía luego de vivir tres procesos complejos: el estallido social de octubre de 2019 y el fracaso de dos procesos constituyentes.

Pese a que ya transcurrieron casi cinco años de la revuelta popular, las demandas sociales siguen pendientes. Bajo este contexto, el informe del PNUD advierte sobre el estancamiento de las reformas, donde destacan diversos puntos clave para entender las dificultades del proceso, cuáles son los deseos de la ciudadanía y los desafíos sociopolíticos de cara a los próximos años.

Los puntos clave del informe PNUD sobre reformas sociales en Chile

Gradualidad en los cambios

Dentro de las cifras que expone el reporte, se evidencia que la mayoría de las personas quiere cambios profundos, pero graduales (57%). Asimismo, el 83% de las personas que estaban a favor de las demandas del estallido social, lo siguen estando a día de hoy.

El informe PNUD “no solo constata los altos niveles de desconfianza de la ciudadanía, los altos niveles de desinterés y de desafección por temas políticos, sino que también la relación entre eso y la velocidad de los cambios”, partió diciendo a EL DÍNAMO, Mario Herrera, académico del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca.

Se mantienen las demandas del estallido social y de hecho en todas las encuestas siempre aparecen como uno de los principales problemas del país asociado con la salud, con la previsión y con la delincuencia, pero lo que cambia es que los ciudadanos ya no quieren que los cambios sean en un corto plazo, sino que más bien quieren que sean de manera progresiva en el tiempo”, agregó.

En este sentido, “las estrategias graduales son preferibles a los cambios acelerados porque son menos traumáticos, porque los costos se pueden apaciguar en cierta medida. Así se impulsa una gran cantidad de cambios en un periodo de tiempo breve. Por eso que las personas muchas veces priorizan determinados cambios, no plantean un conjunto de cambios sino que tienden a priorizar o a plantear que existen ciertas prioridades. Y por otro lado, que esos cambios deben ser formulados y llevados a cabo de manera gradual, porque eso facilita una mayor adaptación por parte de la ciudadanía“, explicó a EL DÍNAMO Octavio Avendaño, director del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

Relación disfuncional entre élites y ciudadanía

Otro de los puntos que más destacan en el reporte con respecto a los motivos que dificultan la conducción de cambios en el país tiene que ver con la relación disfuncional entre élites y la ciudadanía, lo cual apunta a una desconexión entre las partes y se manifiesta en aspectos como la desconfianza, falta de acuerdos, liderazgo poco eficaz, entre otros.

En el informe PNUD se deja en evidencia que las personas atribuyen el estancamiento y deterioro que
perciben a los liderazgos políticos y al gran empresariado.

Lo anterior, debido a que los testimonios recogidos para el informe consideran que estos actores han incumplido sostenidamente importantes promesas de cambio realizadas en el pasado, vinculadas al acceso a derechos y a la protección social. De hecho, para la ciudadanía son “villanos” del cambio y los acusan de priorizar sus intereses electorales y económicos en desmedro del bienestar de la población.

El hecho de que el informe sobre el desarrollo humano en Chile advierta que un porcentaje muy significativo sigue estando a favor de las demandas del estallido social, quiere decir que luego de casi cinco años, el país todavía está enfrentando las mismas problemáticas con soluciones bastante aisladas o escasas, con más promesas que soluciones respecto de lo que estaba detrás de esas exigencias ciudadanas, asegura Dante Castillo, sociólogo y académico de la USACH.

“Esto evidencia que las condiciones no han cambiado, y también eso puede ser cierta desconfianza, no tenemos condiciones que permitan tampoco solucionar demandas que son simples de manifestar pero difíciles de implementar, porque esas soluciones implican cambios radicales en el funcionamiento y en el ideario de la sociedad que tenemos ahora”, agregó Castillo.

A lo que agregó: “Es por eso que también se advierte en este informe la desconfianza que un porcentaje importante de la población declara tener respecto de los liderazgos políticos. Esta percepción efectivamente tiene un soporte concreto, es decir, la incapacidad de atender aquellas demandas de la vida cotidiana que se expresaron en el estallido social y que tienen que ver con una jubilación digna, con salarios justos, con un sistema de salud, etc.”.

Teniendo en cuenta lo anterior, efectivamente se va perdiendo cohesión social, “por lo cual se van volviendo más desconfiados, y por lo tanto, los cambios sociales a lo mejor se expresan por manifestaciones más individuales. En el fondo, también esta frustración genera más individualismo, más desconfianza en que otros representen mis intereses, porque en general lo que hay ahí es una desconfianza en la élite”, expuso Castillo.

Sumado a ello, Octavio Avendaño hizo hincapié en la polarización que se ha dilatado en los últimos años, lo que quedó demostrado en los dos intentos fallidos por cambiar la Constitución.

“Un sistema político fragmentado, debilitado, o un sistema de partido y ámbitos de representación absolutamente fragmentados y atomizados impiden canalizar de manera adecuada las demandas por parte de la ciudadanía”, explicó el académico de la Universidad de Chile.

Una disposición a asumir costos que no está a la altura de los deseos de cambio

Por otra parte, la sociedad chilena muestra una baja disposición a asumir los costos de los cambios deseados.

“Uno de los factores que inciden (a los cambios) es estar dispuestos a asumir los costos. Las personas se muestran favorable a los cambios, pero no necesariamente están dispuestas a pagar los costos que eso implica”, manifestó Avendaño.

Un ejemplo de ello es que la mitad de la población señala que está dispuesta a destinar parte de su cotización previsional a un componente solidario para mejorar las pensiones de las personas más vulnerables, y poco más de un tercio está dispuesta a pagar más impuestos si eso reduce la desigualdad de ingresos. En esa línea, el informe PNUD muestra que las aspiraciones de cambio están débilmente relacionadas con la disposición a asumir costos en pro de las transformaciones.

Desafíos de la élite y el sistema político de cara al futuro

De acuerdo a lo expuesto por el analista político de la Universidad de Talca, Mario Herrera, a raíz del estallido social y los dos procesos constituyentes, la ciudadanía vio de alguna forma la “posibilidad de cambio rápido hacia cualquiera de los dos extremos”. 

“En el largo plazo, esto generó esta especie de resistencia al cambio, aunque yo más que hablar de resistencia al cambio, porque los chilenos quieren el cambio, de lo que lo haría es de la velocidad con la que tienen que impulsarse ese tipo de modificaciones”, sostuvo.

En este sentido, el académico dijo que “en términos de gobernabilidad plantea un desafío, porque Chile tiene mandatos que son cortos, Chile tiene mandatos presidenciales que son de cuatro años sin reelección, lo que significa que existe una presión ciudadana por generar esos cambios en el corto plazo para poder hacer rendición de cuentas de cara a la siguiente elección presidencial, y a la vez se tiene que conjugar eso con la velocidad de los cambios que muchas veces no se alcanzan a ver en un horizonte temporal tan corto”.

Teniendo en cuenta lo anterior, Herrera sostuvo que esta situación “afecta la gobernabilidad en el sentido de que para que los cambios lentos se produzcan, se requieren periodos que sean más extensos o la posibilidad de una reelección inmediata”.

Por otra parte, el experto abordó el concepto de “crisis de representatividad” y sostuvo que es “más bien un malestar con el funcionamiento de la democracia”.

Bajo este contexto, explicó que con las reformas de 2017 se avanzó con tener más representación en la Cámara y que ahora es un reflejo mucho más cercano a lo que significan las distintas fuerzas políticas de lo que eran en el pasado con el binominal.

“Sin embargo, esos cambios en términos de representación y esa mantención de la legitimidad democrática no se han transformado en un cambio en las demandas de la ciudadanía. Los ciudadanos siguen estando desafectos y siguen priorizando los tres mismos temas que aparecen sistemáticamente en casi todas las encuestas desde el año 90 en adelante. De esta forma, el problema no es tanto de representación, sino que más bien es la capacidad de respuesta que tiene la clase política a los problemas de la ciudadanía”, cerró Mario Herrera.

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