Hugo Herrera sobre la propuesta constitucional: “Tanto el éxito como el fracaso del proceso dependen de los republicanos”
En conversación con EL DÍNAMO, el abogado y filósofo duda que el partido de José Antonio Kast repita el buen resultado de las elecciones de consejeros. Asimismo, considera imprevisible un nuevo estallido social ante un eventual fracaso del segundo proceso de redacción de una nueva Constitución.
Una enorme responsabilidad, tanto por el posible éxito como por el eventual fracaso de la nueva propuesta constitucional, le atribuye al Partido Republicano el abogado y docente de la Universidad Diego Portales, Hugo Herrera.
En ese sentido, el también filósofo explica que “si los republicanos empiezan a hacer una campaña diciendo que esta es su Constitución, el A Favor va a perder“.
Indica que, por el contrario, “los republicanos debieran tratar de mostrar por qué esta no es una Constitución republicana, sino que es una nacional, chilena, para todos, inclusiva”.
En diálogo con El DÍNAMO, Herrera abordó la propuesta que los chilenos votarán el 17 de diciembre y planteó que si bien tener una Constitución es una condición necesaria para superar la crisis que vive el país, aquello “no es suficiente”.
—Con el tiempo transcurrido y luego de escribir el libro Octubre en Chile, ¿Qué conclusiones pueden sacarse sobre lo vivido en el país con el estallido social, el fracaso el primer proceso constitucional y la actual propuesta de los consejeros?
—En términos generales, yo diría que dentro de los elementos de la crisis está el que las élites políticas están desde hace tiempo en Chile, desde antes del estallido, operando según discurso muy abstracto. En la derecha desde los años 90 prevalece el discurso neoliberal, mientras que en la izquierda está el discurso moralizante. El asunto es que esos mismos discursos han continuado, y hasta cierto punto el fracaso del primer proceso constituyente se debe al predominio del discurso más moralizante. Y hay que ver si es que el segundo proceso no fracasa ahora por la influencia del discurso más economicista.
Por supuesto que en esto hay sumas de elementos.
El fracaso del primer proceso pudo deberse también al poco decoro de algunos convencionales, a la falta de capacidad de escuchar al otro, o conductas más bien llamativas y extrañas. Pero, pero sobre todo, yo creo que el factor decisivo fue un discurso moralizante, porque fue asumido por los sectores más ilustrados de la Convención.
O sea, si uno piensa en (Fernando) Atria, en (Jaime) Bassa, que eran los que debieran haberle dado un tono humano, sensato, político a la Convención, no lo dieron. Al contrario. Y eso se explica porque asumían un pensamiento hipermoralizante, según el cual el mercado es el mundo de Caín, y los que lo defienden o los que viven en él están simplemente alineados. Con ese pensamiento es difícil llegar a estar bien dispuesto a escuchar al otro y sentarse a conversar con el que piensa distinto.
—A propósito de Atria, en su libro Razón bruta revolucionaria lo critica duramente. ¿Lo considera el responsable del fracaso en el primer proceso?
—Es uno de los principales responsables, porque él, siendo un jurista, una persona formada, debiera haber estado pendiente de velar por las condiciones de la discusión racional por la que tanto aboga. Pero más bien lo que se impuso fue una actitud altamente excluyente, muy descalificatoria. Para que una discusión política funcione de manera honesta, uno tiene que reconocerle al otro igual capacidad moral, similares pergaminos que uno mismo. De lo contrario es ocioso discutir. Es una puesta en escena para al final imponer la posición que se tiene de antemano.
—¿Hay otros nombres para añadir a la lista?
—Es difícil hacer una escala de responsables, pero yo creo que en general los más responsables son los que estaban mejor formados. Elisa Loncón, claramente no; Jaime Bassa, sí. Giorgio Jackson y el Gobierno, con toda claridad. Se jugaron sin matices por la posición moralizante que estaba prevaleciendo en la Convención. O sea, no asumieron que la tarea del Gobierno era ante todo velar por dar garantías al proceso. Tan enceguecidos estaban que dejaron de lado su responsabilidad política, que es diseñar escenarios futuros.
Yo creo que ahí el Gobierno fue altamente responsable y no me extraña, porque la sección que estaba dominando dentro del Gobierno era la más moralizante. El mismo Jackson habló de los estándares morales superiores.
Los “gustitos” republicanos
El abogado y académico destacó el triunfo de los republicanos en la eleección de consejeros, aunque estima que no se puede proyectar para la próxima elección. Indicó, asimismo, que el decoro y un mayor respeto por las formas son algunas diferencias entre el primer y el segundo proceso constitucional.
—¿Qué opina del desarrollo del segundo proceso, del trabajo el Consejo y de la Comisión de Expertos?
—Hay elementos parecidos y elementos distintos a los del primer proceso. En lo parecido, creo que fue hasta cierto punto lamentable que en vez de ganar las fuerzas más de centro en la derecha y en la izquierda, de nuevo tuvieran prevalencias las fuerzas más al extremo. Los republicanos tuvieron un triunfo inusitado. No hay registro en la historia política de Chile de un triunfo tan masivo y tan rápido. Llegar a esos a niveles de voto en tan poco tiempo fue un batatazo, pero ese mismo batatazo dificultó que las fuerzas de centro, y dentro de la derecha de los grupos más moderados, fueran los que pudiesen imponerse y sacarse una vez por toda esta idea de anotarse un triunfo circunstancial, cuando de lo que se trata de definir una Constitución que va a establecer el marco de la convivencia para las próximas décadas.
Y si los grupos de izquierda más radicalizados no lo entendieron e hicieron fracasar estrepitosamente la primera convención, creo que la lección no fue aprendida.
Dicho, eso creo que hay una gran diferencia entre la Convención y el Consejo. Por una parte, hubo un mayor decoro, un mayor respeto a las formas, al estilo. Y eso no es inocuo, no es trivial. Cuando uno respeta las formas, los modales, lo que está haciendo también es abrir la oportunidad a escuchar al otro, a que el que piensa distinto también se exprese. Los republicanos discrepan de muchas cosas con la gente izquierda, pero no dejaron de ser respetuosos, no dejaron de escuchar. Y eso hace del proceso algo muy distinto.
Y lo otro que creo que hace distintos ambos procesos son cláusulas puntuales en las que los republicanos se dieron sus gustitos. Eliminar las contribuciones o volver a elevar la discusión sobre el aborto a nivel constitucional son gustos partidistas.
—¿Cree que la votación que obtuvo el Partido Republicano es proyectable en una eventual candidatura de José Antonio Kast?
—Es difícil por dos razones. Una, porque tiene tope. El tope de José Antonio Kast ya se vio con un candidato débil de la izquierda, como era Gabriel Boric. Así y todo José Antonio Kast no se la pudo y ahí está su límite. Entonces, ahora esa misma generación, que es la del Frente Amplio, va a poder parar candidaturas más fuertes que la de Boric, y entonces José Antonio Kast va a ser una peor versión de él mismo.
Por otra parte, creo que es complicado proyectar el innegable triunfo republicano en las elecciones de convencionales, porque lo que viene son las municipales y en ella priman más las máquinas de los partidos, los poderes territoriales, y esos son más tradicionales, son más de largo aliento. Ahí me parece que el Partido Republicano va a tender a estabilizarse a la baja, probablemente no será un descalabro, pero va a quedar en el 20%, algo así.
—¿Qué opina de las declaraciones de Beatriz Hevia al hacer entrega de la propuesta, cuando habló de los “verdaderos chilenos“?
—Más allá de que desempeñó un cargo, Beatriz Hevia es una persona muy novata en política. No ha tenido ninguna ninguna participación política destacada antes. Y más bien fue una funcionaria en la Convención, con todo la responsabilidad que eso implica. Pero ella no ejerció ningún tipo de papel de liderazgo político ni mucho menos. Entonces, atribuirle significado político a las declaraciones de una funcionaria creo que no tiene demasiada relevancia.
¿A Favor o En Contra?
Para el docente de la UDP la declaración de Chile como un Estado Social de Derecho es un hito fundamental del proyecto que se votará en diciembre. Destaca también que se trata de una Constitución que se puede reformar por una mayoría que no es difícil de reunir. En todo caso, plantea que aún no decide qué votará, aunque admite que está más cerca del A Favor que del En Contra.
—¿Ha tenido tiempo de interiorizarse en el nuevo proyecto de la Constitución?
—Para ser bien sincero, leí un comparado que me mandaron del proyecto del Consejo Constitucional con la Constitución actual y con las propuestas del Comité de Expertos. Pero no he analizado todas las implicancias constitucionales que pudiera tener el proyecto. Por lo demás, es recién en la implementación que uno empieza a ver los problemas que puede tener ya más en detalle.
—¿Qué destacaría de la propuesta que se votará el 17 de diciembre?
—Hay que distinguir dos tipos de cláusulas que para mí son fundamentales. Por una parte, la declaración de Chile como un Estado Social de Derecho. Eso es un tremendo avance respecto de la Constitución del 80, porque todas las disposiciones constitucionales hay que interpretarlas a la luz de ese principio, que es el fundamental. En el supuesto que fuera aprobada, quedaríamos con una propuesta en la cual no habría duda de que Chile se convierte en un Estado Social de Derecho.
Y segundo, me parece que quedó un sistema de reformas bastante razonable, mucho más razonable y flexible que el que había dejado la Convención 1. Tendríamos una Constitución que se puede reformar por tres quintos sin necesidad de plebiscitos. Y tres quintos al día de hoy me parece una mayoría que no es muy difícil de lograr.
En las otras partes fundamentales de la Constitución, me parece que el proyecto no es malo. Están todas las partes que deben estar en una Constitución contemporánea: un capítulo de bases de la institucionalidad, un buen sistema de división de poderes. Echo de menos darle más poder a los territorios, a las regiones. Era la oportunidad de haber creado macro regiones con competencias políticas reales. No las tienen hoy día. Ni en el proyecto actual ni en la propuesta de la Convención las regiones son poderosas.
—¿Tiene claro cómo va a votar el 17 de diciembre?
—Estoy esperando todavía a saber cuál va a ser el tipo de discurso que va a estar detrás de las campañas, porque creo que de eso dependen también las posibilidades de éxito del nuevo proyecto. Pero estoy más por el A Favor que por el En Contra, sobre todo por dos razones. Una, porque me parece que es un proyecto que no tiene grandes reparos, ninguno del que uno puede ir a decir que es un proyecto antidemocrático o es inviable. Al contrario, me parece que se avanza decisivamente en darle a Chile el carácter de un Estado Social de Derecho
La otra razón tiene que ver con cerrar el proceso político, porque para superar la crisis en la que estamos, tener una nueva Constitución me parece que es una condición necesaria, pero no suficiente. Se necesitan reformas importantes en educación, en salud.
No puede ser que tengamos listas de espera en enfermedades oncológicas, no puede ser que el nivel de la educación sea de mediocre a pésimo, incluido el nivel de los profesores en las escuelas. Tenemos problemas severos en el país y, claro, la Constitución ayuda, pero no es condición suficiente para su superación. Por eso, cerrado el proceso constituyente, hay que avanzar hacia grandes reformas económicas y sociales. Sin eso no se soluciona la crisis.
—¿A quién le gustaría ver en la franja?
—Más que elegir rostros para la propaganda, lo que haría bien al país es que fuera una campaña realmente informativa, donde se abordaran los asuntos principales. Me molesta la idea de que aparezca cualquier dirigente del En Contra diciendo que esta Constitución genera incertidumbre, porque eso es trivial, eso no tiene ningún sentido. Eso es un eslogan. Cualquier instalación o aplicación de un nuevo texto jurídico genera incertidumbre, obvio, porque lo nuevo genera incertidumbre. El punto es si es una incertidumbre sensata o si es una incertidumbre descabellada. Pero lo que más me interesaría es que las personas que intervengan en la campaña, tanto del lado del A Favor como del En Contra, no con eslogan, sino con argumentos pertinentes.
¿Es posible un nuevo estallido social?
Además de otorgarle a los republicanos un rol vital en la aprobación o rechazo a la nueva propuesta constitucional, Hugo Herrera admite que no es fácil prever si podría ocurrir un nuevo estallido social tras el proceso.
—Si este segundo proceso vuelve a fracasar y gana el En Contra, ¿Quiénes van a ser los responsables?
—Creo que gran parte de las posibilidades tanto del éxito como del fracaso de este proceso depende de los republicanos. O sea, si los republicanos empiezan a hacer una campaña diciendo que esta es su Constitución, el A Favor va a perder y va a ser responsabilidad de ellos. Paradójicamente, los republicanos debieran tratar de mostrar por qué esta no es una constitución republicana, sino que es una constitución nacional, chilena, para todos, inclusiva. Y por dónde habría que avanzar para que fuera más inclusiva todavía. Entonces, en ese sentido, me parecería me parecería que serían altamente irresponsables si no hicieran eso.
—¿Sería útil para el A Favor plantear que con la nueva Constitución se van a terminar los problemas que estamos viendo Chile en los últimos años?
—Si fuera mi responsabilidad la campaña yo no diría algo así, porque a mi juicio la Constitución es un paso, pero necesitamos reformas económicas y sociales importantes, sin las cuales no vamos a salir de esta crisis. La Constitución va a quedar en el mejor de los casos en un papel bonito, pero no en algo que sea aprovechable para la solución decisiva de la crisis.
—¿Cree que después de estos dos procesos puede haber un nuevo estallido social?
—Eso es difícil de predecirlo por la misma dinámica de lo popular. Si uno pudiera decir dónde está el pueblo, pero no sabemos dónde está. El pueblo está en su casa hoy en día, pero puede explotar en cualquier momento. Y algunas de las condiciones que generaron el estallido se siguen manteniendo. Entonces me parece que no es posible descartarlo.
Ahora, creo que por más errores que se hayan cometido, igual los procesos constituyentes han operado como una especie de terapia nacional, en el sentido de que se ha visto que es posible hacer grandes reforma, sólo que la élites políticas no han estado a la altura. Pero mientras la ciudadanía vea que hay procesos andando, un estallido popular me parece más improbable. En cambio, si el proceso constituyente fracasa de nuevo y se viera que no va a haber reformas importantes, ahí están sentadas las bases para un estallido, sería más probable.
—¿Cuál cree usted que debería ser la posición del Gobierno ante el plebiscito?
—La verdad a estas alturas da un poco lo mismo, porque el Gobierno como agente político tiene poca iniciativa, pero lo que yo esperaría es que asuma su tarea, que es lo que no hizo en el primer proceso. El Gobierno debería estar trabajando en pensar qué va a pasar si gana el A Favor o si gana el En Contra. Y qué se sigue de cada una de esas situaciones, cuáles son las iniciativas que va a tomar, cuáles son las reformas por las que se va a abanderizar, por dónde va a encausar el debate republicano. Eso es lo que no hizo en el primer proceso, perdimos tiempo y se intensificó la sensación de crisis.
—Uno de sus principales ámbitos de trabajo ha sido la crisis intelectual de la derecha, chilena, contemporánea. ¿Considera usted que esto se reflejó en el trabajo del Consejo?
—Sí, pero diría lo siguiente: es cierto que la centroderecha (RN y la UDI) hoy día son más conscientes de que el discurso Chicago-gremialista, como lo llamaba Jovino Novoa, está en crisis. Y ya no hay nadie, ni (Javier) Macaya ni la directiva de Renovación Nacional, que crea en ese discurso, se muestran más flexibles. Por ejemplo, aceptar la idea que Chile sea un Estado Social de Derecho, eso era impensable unos cinco años atrás. Pero abandonar viejas banderas no es todavía tener una nueva imagen de país o un nuevo discurso político. Y eso me parece que le falta todavía a la derecha.
O sea, la derecha antes de la dictadura tuvo una complejidad intelectual, doctrinaria, mucho mayor, una densidad de pensamiento mucho mayor que la que tiene desde la dictadura, donde piensa usualmente a la política desde la economía, perdiendo de vista la idea fundamental de la política, que es producir legitimidad, élites que tengan reconocimiento en el pueblo, en la que el pueblo se sienta acogido, representado. Mientras eso está en crisis, todo lo demás está en crisis. Si eso se soluciona, los demás me parece que viene de suyo.