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Actualizado el 16 de Octubre de 2018

Los actores olvidados: el rol de las movilizaciones sociales en el triunfo del No

El triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 fue uno de los pasos fundamentales para terminar con los oscuros años que siguieron al golpe de Estado comandado por Augusto Pinochet. Sin embargo, el camino para lograr la democracia se comenzó a trazar mucho antes.

Por Noemí Arcos
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El triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de 1988 fue uno de los pasos fundamentales para terminar con los oscuros años que siguieron al golpe de Estado comandado por Augusto Pinochet. Sin embargo, el camino para lograr la democracia se comenzó a trazar mucho antes por parte de las organizaciones sindicales y la articulación política en clandestinidad.

Organizaciones como la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), el Frente Unitario de Trabajadores o la Confederación de Trabajadores del Cobre fueron algunos de los espacios que lideraron las multitudinarias acciones en las calles y paralizaciones que sumieron al entonces gobierno en la crisis económica, política y social que desencadenaría su fin.

Fotografía: Paulo Slachevsky, Creative Commons BY-SA-NC

La movilización social por la democracia

Una vez producido el golpe de Estado y sorteando la represión, se comenzaron a articular acciones que buscaron rearmar esa organización. Así lo relata la abogada de derechos humanos y diputada del Partido Comunista, Carmen Hertz. Para ella, la violencia fue utilizada contra luchadores sociales, sindicales, estudiantiles, universitarios y campesinos de Arica a Magallanes, como una manera de “destruir el tejido social chileno”.

A pesar de estas acciones, recuerda, se comenzaron a gestar las primeras acciones de organización social, apoyadas por la Iglesia Católica a través de las vicarías zonales, tales como las agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y de ejecutados políticos, el Comité Pro Paz los Comités de Cesantes en las poblaciones, en los cuales además se realizaban talleres y ollas comunes. El movimiento de derechos humanos fue el primer espacio público de resistencia antidictatorial y la expresión pública sostenida a través del tiempo.

Eso es el germen que culmina en las grandes protestas de las ochenta, que se incuba en el movimiento popular que se organiza, reconstruye y deriva en las protestas. Nada es mágico, todo es un proceso, nadie salió del bolsillo ni del sombrero de mago de alguien”, dice.

Asimismo, señala que los resistentes se manifestaban para proteger las poblaciones de la violencia policial y militar. “Si se hacen barricadas no se hacen con flores, son para defenderse de la agresión. Eso es como decir que la resistencia francesa o los partisanos italianos o griegos fueron violentos, así se ha distorsionado todo”, agrega.

Basada en su trabajo recopilando antecedentes para la Vicaría de la Solidaridad, Hertz menciona los signos de dicha represión, reflejada en la destrucción de las casas de los pobladores de La Legua y La Victoria, las que eran en los días previos a las protestas ametralladas desde helicópteros e invadidas por fuerzas especiales. El Ejército incluso, marcaba las viviendas de los dirigentes y obligaban a los hombres mayores de 15 años a estar por horas detenidos en canchas de fútbol.

Asimismo, las orgánicas clandestinas de los partidos políticos que fueron perseguidos (PC, PS, MIR) trataron de hacer subsistir a estos cuadros de dirigentes, logrando un rol fundamental en el rearme del tejido social.

Fuente: Memoria Chilena

Fuente: Memoria Chilena

Fuente: Memoria Chilena

Sin odio, sin violencia

Con una cesantía del 35% y una profunda crisis económica como telón de fondo, el 11 de mayo de 1983 se realizó la primera protesta nacional contra la dictadura, convocada por la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC) y encabezada por Rodolfo Seguel. Esto, con el respaldo de la Coordinadora Nacional Sindical y la Federación de Sindicatos del Petróleo.

Esta articulación de sectores productivos culminaría con la formación del Comando Nacional de trabajadores (CNT), el que convocó diversos paros y movilizaciones en 1986, siendo una de las más significativas la protesta nacional del 2 y 3 de julio de 1986, en cuyo primer día fueron detenidos y quemados vivos Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Gloria Quintana. Comerciantes, obreros, universitarios, transportistas y representantes de casi todos los sectores económicas se plegaron al llamado encabezado por Manuel Bustos y Rodolfo Seguel.

“Este paro nacional constituye una seria y definitiva advertencia al gobierno y sus sostenedores de que el pueblo de Chile ha dicho basta a años de atropellos, abusos y una política económica fracasada que ha arrastrado al país a la peor crisis de su historia. Chile ha demostrado hoy que no está dispuesto a seguir siendo gobernado por las amenazas y la fuerza”, era el adelantado mensaje entregado por Seguel una vez concluida dicha jornada de protesta.

Ese mismo año, durante los multitudinarios funerales de José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Natino, trabajadores, mujeres, representantes de partidos políticos y diversas organizaciones sociales marcharon por las calles haciendo un llamado a la unidad sosteniendo los mismos lienzos y entonando los mismos cánticos: ¿Hasta cuándo?

En paralelo a las multitudinarias protestas, las que eran fuertemente reprimidas por las fuerzas policiales en las poblaciones, se producían manifestaciones y barricadas.

Uno de los protagonistas de dicha organización sindical fue Juan Manuel Sepúlveda Malbrán, quien fue uno de los fundadores, junto con Manuel Bustos, de la Coordinadora Nacional Sindical (CNS), por su rol como presidente de la Federación Nacional de Sindicatos Metalúrgicos (Fensimet).

Durante la década de los ochenta, y desde su exilio, el trabajo sindical de Sepúlveda se centró en obtener el apoyo de las organizaciones sindicales internacionales, principalmente americanas y europeas, hacia las organizaciones chilenas. Esto, considerando desde ayuda humanitaria hasta estableciendo la posibilidad real de hacer un boicot, y recibiendo ayuda de líderes como Lech Walesa.

Durante los ochenta, Sepúlveda viajó a Chile junto con líderes de dichas organizaciones, quienes incluso se unieron a las manifestaciones y protestas en el centro de Santiago.

Recuerda Sepúlveda que la CNS tuvo por objeto reposicionar y articular al movimiento sindical, lo que fue un paso que contribuyó para que las fuerzas de oposición pudieran concertarse y presentar un frente común para ganar el No.

“Fueron los sindicatos los que ofrecieron un espacio incluso de dialogo para los mismos líderes políticos que no tenían manera de expresarse públicamente de los distintos partidos. El movimiento sindical contribuyó a ese reencuentro entre las fuerzas políticas opositoras a la dictadura”, señala.

Sepúlveda coincide en que la organización de los diferentes espacios sociales fue provocando un movimiento que culminó en la década de los 80 con la movilización que encabezó precisamente Rodolfo Seguel, “pero esto se venía gestando de años anteriores”, dice.

“A veces se olvida de lo que se hizo en la primera etapa, inmediatamente después del golpe y en la década del 70. Yo creo que ese fue el piso de sustentación para todo lo que paso en el 80, para todo el desarrollo de los procesos de movilización, de protesta, de expresión”, agrega Sepúlveda.

Otro paso fundamental para él fue la firma del pliego nacional de demandas por parte de los trabajadores y trabajadoras del país. Fue suscrito por más de 600 dirigentes sindicales, con nombre y apellido. Ese pliego permitió la rearticulación de los partidos políticos apoyando la demanda de los trabajadores, explica Sepúlveda.

Retorno al país de Héctor Cuevas, junto a Rodolfo Seguel (al centro) y Manuel Bustos, 1985. Fuente: Fundación Documentación y Archivo Vicaría de la Solidaridad http://www.archivovicaria.cl

“En la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”

En las organizaciones de trabajadores no sólo convergían representantes de los distintos sectores productivos, sino que además se comenzaban a concertar los distintos sectores políticos.

Uno de los más destacados fue Héctor Cuevas, apodado “El loco”, militante del Partido Comunista, Secretario general de la Federación Nacional de la Construcción y presidente del Sindicato de la Construcción de Antofagasta.
Cuevas participó en la extensa huelga de Colbún Machicura, que duró más de 80 días en 1982.

En diciembre de ese mismo año, fue expulsado del país, tras lo cual vivió en en Europa y Argentina. Durante su exilio, se hicieron diversas campañas solicitando su regreso por razones de salud. Finalmente, pudo regresar en agosto de 1985 y falleció en octubre de ese mismo año producto de un cáncer de pulmón.

Allanamiento de la CNI. Sede del Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Excavadores y Alcantarilleros destruida por agentes de la Central Nacional de Informaciones (CNI), durante la búsqueda de documentos de la organización. Década de 1980. Fuente: http://www.memoriasdelsigloxx.cl

Dirigentes sindicales. Héctor Solís, Ramón Díaz y José Figueroa en la sede del Sindicato de Trabajadores de la Construcción, Excavadores y Alcantarilleros, ubicada en la calle Serrano #444. Década de 1980. Fuente: http://www.memoriasdelsigloxx.cl

Otros dirigentes destacados fueron Manuel Jiménez, socialista perteneciente al sector de Cuero y Calzado; y Sergio Freihofer, fallecido dirigente de los funcionarios públicos y militante del Partido Radical.

Ya a finales de los setenta, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había denunciado las acciones de amedrentamiento de la que eran víctimas dirigentes como el mismo Cuevas, Fernando Bobadilla Pisani, presidente de la Federación Nacional de Trabajadores Textiles y del Vestuario. Además, de Sergio de Jesús Villalobos, presidente de la Confederación Nacional Campesina e Indígena Ranquil.

Algunos dirigentes también han pasado a formar parte de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos de la dictadura. El más significativo es Tucapel Jiménez, presidente de la de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales, quien fue asesinado el 25 de febrero de 1982.

A él se suman, entre otros, Darío Miranda, militante del Partido Comunista y dirigente de Fensimet, detenido desaparecido a los 22 años y Jorge Solovera, quien tenía 27 años a la fecha de detención, y formaba parte de la misma organización sindical.

Entre los dirigentes regionales, destaca José Ruiz Di Giorgio, histórico dirigente sindical de Punta Arenas, que presidió el Comando Unido de los Trabajadores del Petróleo tras su labor en Enap. Posteriomente, fue elegido senador por la Democracia Cristiana.

El ex presidente de la Confederación de Sindicatos Bancarios de Chile Ricardo Hormazábal también participó en las primeras manifestaciones públicas en contra de la dictadura.

Hormazábal, quien además era dirigente democratacristiano, destaca de dichas movilizaciones su masividad y el ambiente pacífico en que se desarrollaban las concentraciones. “Cuando organizábamos las protestas incluso nos poníamos de acuerdo con otras fuerzas como el MIR para evitar actos violentos en las manifestaciones”, recuerda y reconoce: “Yo tuve mucho miedo, pero la gracia es que logramos vencer el miedo y para eso la estrategia de una protesta pacífica era real”.

Para el ex senador DC, la idea del plebiscito fue convertir la derrota de aceptar las reglas pactadas con el gobierno en un triunfo, y coincide en que el puntapié de partida para el éxito se empezó a desarrollar en el mundo de los trabajadores, de los jóvenes y los profesionales, entre los que destaca también a otros dirigentes, como Yerko Ljubetic o Humberto Burotto.

“Lo valioso de ese tiempo es que tú arriesgabas la vida y la pega no para tener parte de un botín personal. El sentimiento generalizado fue ‘no importa cómo me vaya a mí, lo importante es que haya democracia’”, recuerda.

El ex senador también pone énfasis en que todo este trabajo no hubiese producido sin acuerdos políticos. “El puntapié inicial surge en el movimiento social y en los profesionales sobre todo, pero sin lo político no podríamos haber tenido la salida que tuvimos”.

Día de la mujer, 8 de marzo 1985. Fotografía: Paulo Slachevsky, Creative Commons BY-NC-SA

“Democracia en el país, en la casa y en la cama”

Numerosas fueron además las organizaciones de mujeres que salieron a las calles a protestar en contra de la dictadura.

Así lo recuerda María Antonieta Saa, actual consejera regional de Santiago, ex alcaldesa y ex diputada, quien formó parte de la Asamblea de la Civilidad en 1986, nombrada por la organización Mujeres por la Vida.

En dicha asamblea se reunió a las diferentes organizaciones de distinta índole: estudiantes, trabajadores, campesinos, colegios gremiales y agrupaciones indígenas.

Saa recuerda de esos años que la articulación también se inició tras el golpe de Estado y que finalizó con el llamado a participar en el plebiscito, “fue una acumulación de fuerzas”.

“Estaba el movimiento feminista, donde participaba yo junto con Julieta Kirkwood, el MOMUPO (Movimiento de Mujeres Pobladoras), participaban también Clotilde Silva, Marina Valdés. También estaba el MEMCH 83 (Movimiento de Emancipación de Mujeres Chilenas) y Mujeres por la Vida, en donde participaba, entre muchas otras, las periodistas Patricia Verdugo y Mónica González, Fanny Pollarolo, Lotty Rosenfeld, Mónica Echeverría, Graciela ‘Chela’ Borquez, Mirentxu Busto, que llamaba todos los 8 de mayo a protestar y a salir a la calle por la democracia contra la dictadura. Y el Departamento Femenino de la Coordinadora Nacional Sindical, ahí estaba María Rozas”, recuerda la ex parlamentaria PPD.

Patricia Verdugo durante una manifestación del Movimiento Mujeres por la Vida, 1983. Fuente: Memoria Chilena.

Así, asegura, se fueron acumulando fuerzas y rompiendo barreras. “Las mujeres ahí despertamos, surgió el feminismo en Chile”.

Saa afirma que muchos de los nombres de las personas que fueron protagonistas en esos días han quedado relegados por la misma arriesgada acción que desarrollaban, sumado a que varias de ellas luego no siguieron en política.

“Las mujeres teníamos acción propia a pesar de que los partidos estaban muy inactivos. Mujeres por el socialismo, no necesariamente del PS, ahí participó Paulina Saball y Adriana Delpiano, Patricia Mora“. A ellas se unía también el trabajo en las poblaciones, de la mano de Gloria Torres y Verónica Matus y la organización MIEL (Mujeres Integradas por las Elecciones Libres), que era integrada entre otras por Liliana Mann y Mariana Aylwin.

“Yo creo que el trabajo que hicimos las mujeres no ha sido reconocido porque los hombres nunca nos han visto. En los ochenta nos hicimos protagonistas y fuimos actores sociales, crecimos, y nos hicimos actores políticas. El llamado al primer Caupolicán que fue lo que hizo Mujeres por la Vida es una acción política genial”.

Manifestación de la Asamblea de la Civilidad. Fuente: Archivo Fortín Mapocho

La alegría ya viene

En una entrevista junto al periodista Fernando Paulsen, Rodolfo Seguel aseguró que el camino para lograr la democracia era “camión que ya venía en vuelo” y que fue echado a andar por obreros, estudiantes, pobladores y dueñas de casa.

Sepulveda menciona que el reconocimiento le produce cierto pudor, ya que los procesos se produjeron de manera colectiva y transversal. “Todo esto se hizo porque todos luchábamos por alcanzar la democracia, la libertad, sin ningún tipo de reconocimiento. Aquí no hay nadie que sea dueño de este triunfo. Aunque suena a cliché, fue el pueblo de Chile que triunfó”.

El 4 de octubre de 1988, un día antes del plebiscito, Sepúlveda llegó a Chile junto a una delegación internacional de dirigentes sindicales, con quienes siguieron el proceso. Recuerda ese día con “una alegría inconmensurable, de mucha emoción. Fue muy emotivo ver que todo el sacrificio, el trabajo hecho durante tantos años, tenía sus frutos. Es un recuerdo imborrable. Y una gran satisfacción haber contribuido con un granito de arena para que eso se produjera”.

Para María Antonieta Saa, la gran votación del plebiscito fue porque la gente sintió que podía ir a votar y que no la llamaban a acciones heroicas, “pero claro que una tenía miedo”.

“Es más notoria la campaña misma, pero para que se pudiera hacer esa campaña, para tener la fuerza necesaria social para que la dictadura dijera que sí habría franja, para eso hubo un trabajo de años, de superar el susto, de correr el cerco. A eso se sumaron los llamados a paro y marchas”, dice.

“Los que andábamos en la calle, los que buscábamos acuerdos, los que teníamos que enfrentar la represión, los que fuimos presos, los que fuimos expulsados, sentíamos la necesidad de paz. En el último tiempo solo destacan los publicistas no más, pero la verdad es que esta fue una gran lucidez que mostró la elite política, no fue una creación hagamos esto de la paz, hablemos de la alegría, no, fue una decisión política bien implementada”, comenta por su parte Hormazábal.

“Se ha hecho una utilización y una mentira de todo esto, de que fue con el lápiz y la campaña publicitaria fue el triunfo del No, son torsiones históricas brutales”, agrega al respecto la diputada Hertz junto con sentenciar: “La historia es que varios hacen la fiesta, ponen todo y después son expulsados y el baile lo hacen otro”. 

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