John Wick – Sin control
Libanés de 50 años, Keanu Reeves, con su 1.85 m ya hizo de “malo” en Premonición (2000); de antihéroe, entre demonio y ángel en Constantine (2005); pero estuvo sobre todo en la trilogía de Matrix (1999-2003). Y en La leyenda del samurai: 47 ronin (2013).
José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.
¿Ud. creería que la iglesia ruso ortodoxa de su barrio es un centro de actividad mafiosa con una bóveda en la que se conservan millones de dólares e información privilegiada para chantajear a medio mundo?
¡Créalo! Porque últimamente los cineastas están interesados en desenmascarar a los rusos como mafiosos más peligrosos que los italianos e irlandeses. En Promesas del Este, de David Cronenberg, por ejemplo, el bonachón dueño de un restaurante era el jefe de despiadados traficantes de blancas que violaban, hacían abortar y asesinaban a jovencitas que habían sido reclutadas con el espejismo de un trabajo decente.
Antiguamente, los rusos eran sinónimo de comunismo, terrible y deshumana ideología que obligaba a dejar a los niños en guarderías infantiles, que obligaba a ir a las fábricas a las mujeres y que obligaba a los ancianos a no poder disfrutar de una jubilación por toda una vida de trabajo. Representaban también el monopolio estatal, la manipulación de la información, el fin – en conclusión – de todas las libertades.
¡Ahora no! Los rusos son ambiciosos capitalistas que obtienen ganancias a como dé lugar y, sobre todo, por vías ilícitas.
Resulta más fácil de creer que exista un lujoso hotel que alberga sólo a peligrosos asesinos, que son tratados como honestos ciudadanos gracias a sus millones y que impone reglas draconianas acerca del uso de la violencia criminal dentro de sus muros.
También es creíble que haya un asesino altamente especializado, John Wyck, que busca vengarse porque le robaron su auto y le mataron a su perro. Lo llaman Baba Yaga (la bruja por excelencia en Rusia), que equivale en Estados Unidos a Boogeyman (el “Cuco” para los chilenos). Es una máquina de matar que estaba en letargo y fue despertada.
Libanés de 50 años, Keanu Reeves, con su 1.85 m ya hizo de “malo” en Premonición (2000); de antihéroe, entre demonio y ángel en Constantine (2005); pero estuvo sobre todo en la trilogía de Matrix (1999-2003). Y en La leyenda del samurai: 47 ronin (2013).
Todo gira en torno a él y a la acumulación de peleas y muertes que va dejando a su paso. Las apariciones de Willem Dafoe y IanMcShane son casi cameos. Y no falta un “mala” sexy: Adrianne Palicki. El resto es sólo violencia. El jefe mafioso recuerda: “Éramos civilizados”. Y Wick: “¿Te parezco civilizado?”, mientras le clava un puñal en el cuello.
¿Y la policía? ¿Qué es eso? En esta película no aparece siquiera un oficial que dirija el tránsito. En la Nueva York, que la fotografía aérea nos muestra obsesivamente llena de rascacielos y calles repletas de automóviles, la única ley la imponen los delincuentes.
(John Wick. USA,2014)