Chile está enfermo: sufre de apatía
"Ojalá no nos quedemos mientras tanto en la proa del buque tomando Ravotril, esperando con nostalgia esas luces de cambio que podrían sentar las bases de una nueva sociedad", dice Gonzalo Larenas, sobre una sociedad chilena que describe como "apática".
Gonzalo Larenas es L&C Consultores, Licenciado en Letras y Literatura, Gestor Cultural, Magíster en Educación y Profesor de la UNAB.
Según la definición de estudios psicológicos, la apatía es la impasibilidad del ánimo. Es el estado en el que el sujeto permanece indiferente, y presenta una incapacidad para reaccionar ante situaciones que deberían suscitar emociones o intereses. Este trastorno afectivo puede estar relacionado con el estrés y la depresión.
Una encuesta de “trabajando.com”, muestra que el 82% de los chilenos ha presentado estrés en los últimos 12 meses y según la encuesta nacional de salud, la depresión llegó al 17,2% de la población. Lo más preocupante es que la tasa de suicidios aumentó en un 60%. Todo esto se refleja en que somos el país OCDE que más consume medicamentos antidepresivos.
Nuestro diagnóstico es claro: estamos enfermos y no hacemos nada por revertir esta triste situación. Estamos lejos de los países latinoamericanos que a pesar de todos sus problemas económicos o políticos, se mantienen entre los más felices del mundo.
Estar limitados al norte por el desierto, al sur por el hielo, al este por las montañas y al este por el mar, nos convierte en una isla y nos da una personalidad individualista muy ligada a la excesiva competitividad que promueve la sociedad, que no es solo laboral.
El hombre y la mujer son seres sociales por naturaleza, con necesidad de desarrollarse en grupos, como la familia, en un primer momento. La problemática se da cuando esta red primera de afectividad, se pierde en medio de la apatía que provoca el individualismo reinante. Esto se aleja de lo natural para el desarrollo psicosocial.
A todos estos antecedentes hay que sumar el factor de estrés, provocado por vivir en un país que suele ser azotado constantemente por desastres naturales. El estado de alerta constante, termina transformándose en otro factor que facilita la aparición de esta enfermedad. El cansancio constante que esta acarrea, deriva en el aumento de la ansiedad, depresión y colapsos, conocidos por los gringos como “burnout” en el mundo laboral.
Tenemos la tormenta perfecta: un país conservador, inestable naturalmente, competitivo, desigual, corrupto, desconfiado, aspiracional y con graves problemas de identidad.
Con todos estos factores en la licuadora, está claro cuál es la raíz de nuestra apatía. El mundo se puede estar cayendo a nuestro alrededor y ya no nos importa, los temblores se hicieron parte de nuestro día a día, así como poco a poco los escándalos de corrupción y delincuencia se van normalizando, sin que siquiera levantemos la voz ante lo pasa. En otras palabras, nuestra sociedad se cansó, se rindió, bajó los brazos porque ya no da más, y lo que pase alrededor no interesa.
Hace poco, y llamando la atención entre todas estas situaciones, Chile fue catalogado como el país con mejor ambiente para el emprendimiento de toda América Latina.
Esto nos puede decir que el mejor ambiente para emprendedores e innovadores, siempre ha estado relacionado con situaciones de precariedad o peligro, donde la necesidad más profunda impulsa al ser humano a buscar la forma de salir adelante por medio de su ingenio y tenacidad. Quizás acá esté la vuelta de timón: ese instinto es el que hay que despertar, para cambiar la forma en la que unos pocos están manejando nuestra sociedad.
No tengo claro cuánto nos falte para llegar a ese punto, pero me parece que nos estamos acercando. Algunas luces parecen destellar y darnos señales de cambios. Nuevas formas de hacer política a través de grupos que quieren tener voz; nuevas formas de hacer empresa, donde la preocupación está en el desarrollo sostenible y la responsabilidad social, como las empresas B, de las que hemos sido pioneros a nivel regional y mundial. Por último, nuestros jóvenes empoderados que son capaces de todo, si se lo proponen.
Llegar a ese cambio no será fácil ni se logrará en un corto plazo. Pero debemos tratar de superar esta apatía que hoy nos tiene controlados para no reaccionar, para quedarnos callados después de tanto abuso y seguir como si nada. Quizás a esto se refería la ciencia ficción cuando hablaba de zombies, seres hambrientos sin necesidad, violentos, que parecen no tener sentimientos ni razón. Subirse al metro de Santiago entonces sería el sueño de algunos directores de cine y series de tv.
Ojalá no nos quedemos mientras tanto en la proa del buque tomando Ravotril, esperando con nostalgia esas luces de cambio que podrían sentar las bases de una nueva sociedad. Ojalá que nuestra espera se transforme en acción, para que por alguna vez en nuestra vida, reaccionemos antes del desastre o el accidente, siendo de una vez por todas parte de la solución y no del problema.