Última jornada de Viña 2016: La noche de la redención
Meruane confirmó que su vida es una tragedia griega y vivió una masacre surrealista. Rafa Araneda se convirtió en el animador más cruel de Chile. Javiera Mena pudo revindicarse de la peor versión de la historia de Corazón Partío. Y el reggetón reventó la Quinta.
En Chilevisión son unos genios. O al menos son muy inteligentes, como el piscótapa Jigsaw de la película SAW. Porque haber dejado para la última noche a dos de los más grandes exponentes del género del reggetón como Don Omar y Wisin con la cantante Javiera Mena y el anti humorista Ricardo Meruane, estos dos últimos héroes caídos que si no querían morir desangrados debían redimirse ante todo un país, da hasta para una película de El Juego del Miedo.
En el caso del cómico, si alguien hubiese escrito una sinopsis sobre su vida, más de algún productor de Hollywood se habría interesado en la historia para hacer una película. Pues es un verdadero drama épico. Ricardo Meruane, un humorista que cosechó éxitos en el pasado (eso es discutible pero hay que venderla bien) y muy orgulloso y confiado, se presenta en el Festival más importante de Latinoamérica y tiene uno de los mayores fracasos de la historia del certamen.
Ya sin dinero y con el autoestima y su carrera prácticamente destruida, piensa en retirarse. Pero le ofrecen ser parte de un reality, recupera algo de confianza y decide que su historia como humorista no puede acabar ahí. Se prepara durante cinco años, va donde los productores del Festival y pide una nueva oportunidad para redimirse ante todo un país y demostrarse que está aún vigente. Pero no solo deberá enfrentar su inseguridad y los fantasmas del fracaso, sino que al público más difícil de la Quinta. Al “Monstruo” fan del reggetón.
Si se hubiese tratado de un drama hollywoodense, el final sería ligeramente distinto a lo que sucedió. La película sería así: Meruane parte bien pero a los quince minutos surgen las primeras pifias. Cinco minutos después toda la Quinta lo abuchea. La película entonces se pone en cámara lenta y Meruane intenta concentrarse, pero en su mente se enfrenta a los fantasmas del fracaso y del retiro y no está seguro de continuar. Está al borde de olvidar la rutina y retirarse.
Pero de repente ve entre el público a su familia que está a punto de llorar y decide que debe continuar por ellos. Entonces Meruane recuerda la rutina y cuenta un chiste brillante. La gente ríe. Y de ahí en adelante da vuelta la situación y se va como el máximo triunfador, se lleva la gaviota de plata, dos de oro e incluso desentierran una gaviota secreta de platino que estaba reservada para el retiro de la tía Coty y se la dan. El público corea su nombre durante 15 minutos y él besa a su señora en el backstage. Todos queríamos, o al menos todos quienes tienen corazón, que pasara algo parecido. Pero no fue así.
Meruane, como en una tragedia griega, cargaba con un destino inevitable: el fracaso. Partió con chistes levemente aceptables y con el apoyo del público. Pero aún así no lograba despegar y el nervio de quienes presenciábamos el momento era tan grande como cuando fueron los penales de la final de Copa América.
Desde el minuto cinco su rutina empezó a volverse lenta y con preludios tan largos como los de Fernando Paulsen antes de hacer una pregunta. Pero a diferencia del periodista que remataba con algún planteamiento interesante, Meruane lo hacía con chistes que simplemente no daban risa.
“Tenemos el sistema leasing. ¿Leasing, qué es esa huevá? Le incineramos y cagó la huevá nomás”, fue uno de los remates con los que trató de redimirse ante el Monstruo. Esta fue otra de sus armas: “Nosotros, más que un país transparente, debiéramos ser un país salubrizado, sanitizado, higienizado, totalmente aséptico. Porque tenemos el cloro en nuestra alma. ¿No veís que somos punto cl?”.
¿Será como planteó Pedro Cayuqueo, que Meruane es en realidad un anti humorista, como nuestro Nicanor Parra es un anti poeta? Entre más crecían las pifias, el cómico respondía con una frase que vino a reemplazar al “Gracias, no se molesten” de su terrorífica vez anterior: “Eeepa, apaga la luz, loco”. Ni ocupando el comodín Jadue, ni el comodín de pegarle a los políticos pudo salvarse. El mejor chiste de la noche lo contó el público cuando pidieron gaviota de oro.
A los 26 minutos, cuando científicamente ya no había posibilidad de revertir la situación, sonó la campana y entraron los animadores. La lógica es que hubiesen despedido al humorista y lo hubiesen salvado de morir desangrado. Pero Rafael Araneda, en uno de los actos más morbosos y crueles de la historia de la televisión mundial, lo instó a continuar con su show.
Y Meruane, con una confianza extraordinaria digna de alguien que se cree El Elegido, pensó en dar vuelta la situación. O tal vez quiso hacer un harakiri público. La última opción es que como el boxeador Jack Lamotta en su pelea con Sugar Ray Robinson, inmortalizada por Robert De Niro en la película “Toro Salvaje”, intentó decir: “Péguenme. Pero seguiré en pie”. El asunto es que continuó.
Y si ya lo era, el resto del show fue una carnicería innecesaria y a ratos surrealista. No hubo redención para Meruane. Ni para la humanidad: A casi 2045 años de que se haya construido el Coliseo Romano, la masacre de los gladiadores sigue siendo considerada entretención.
Otra de las que llegaba para redimirse era la cantante nacional Javiera Mena, también integrante del jurado. Su caso era distinto: es considerada una de las grandes compositoras de la -a estas alturas ya no tan nueva- generación del pop chileno independiente, con la bendición de los más grandes como Jorge González y con una carrera internacional lanzada en España y México. Además tiene una legión de fans fieles y es una ícono LGBT.
Pero aún así hasta antes del Festival Viña no era una cantante transversalmente conocida como sí lo es -o al menos bastante más- Francisca Valenzuela. Tuvo una primera oportunidad para mostrarse ante el público masivo cuando se subió al escenario con Alejandro Sanz y cantó una de las peores versiones imaginables de Corazón Partío.
Quienes jamás habían oído de ella quedaron con la peor primera impresión posible. Y quienes estaban al tanto de su trayectoria, sabían de antemano que no era Adele. Fue así como su show solista en la última noche del certamen tomó el significado de su oportunidad de redención.
Y a diferencia de Meruane, Mena lo logró. Pero no sin dificultades. El público de la Quinta estaba inundado por pelo lais y fans del reggetón duro, para quienes el show de la autora de “Luz de Piedra Luna” que incluía pasajes electrónicos y espaciales; una puesta en escena futurista con un grupo de bailarinas y espadas láser; y canciones que no se escuchan en la Plaza San Enrique ni en discotecas masivas, debió ser tan extraño como lo fueron los shows de humor para Rick Astley. Un espectáculo de “Otra Era”. Un encuentro entre dos mundos.
Por eso se escucharon algunas pifias en uno de los momentos más emotivos de su presentación, cuando invitó a Gepe a cantar un verdadero neo clásico indie, Sol de Invierno”. En menos de una hora y sin bis, presentó temas como “Hasta la Verdad”, “Yo no te pido la luna” y “Espada” y demostró que haciendo lo suyo, es decir cantar electro pop y no flamenco, y aunque no es su fuerte, tiene una voz aceptable. Ganó las dos gaviotas. Y lo más importante: el respeto de todos los amantes de la música.
Por último, una reflexión sobre los shows reggetoneros que hicieron arder la Quinta. Después de Nicky Jam la calidad interpretativa de los cantantes del género había quedado en duda. En realidad siempre ha estado en duda. Pero Wisin, que de antaño hizo con Yandel el “Dúo de la historia”, los Simon and Garfunkel del reggetón, echó por la borda los resquemores.
Vestido con cuero al estilo sadomasoquista y a punta de hits y algo o mucho de playback, hizo un show capaz de hacer bailar hasta a un muerto. Porque acá lo que cuenta es la energía para perrear y Wisin, “El Sobreviviente”, tiene de sobra. Igual que Don Omar que al estilo Axl Rose llegó atrasado y estuvo a punto de no poder presentarse, y que también levantó un show que de haber sido por el cantante y el público pudo haber seguido por tres días sin parar.
Ambos ganaron gaviota de oro que seguramente terminará convertida en bling bling. Y re confirmaron dos cosas: una, que al menos en la Quinta la antigua pugna entre pokemones y pelo lais tuvo como ganadora absoluta a la segunda tribu urbana.
Y la segunda, es que el reggetón fue un cambio cultural y es indesbancable. ¿Imaginan volver a bailar “cachete con cachete, pechito con pechito y ombligo con ombligo” después de que ya se escribió “Noche de sexo”? ¿O que alguien vuelva a prenderse escuchando una analogía tan infantil de una mujer que “bate como haciendo mayonesa”, después de que ya escuchamos decir “suelta como gabete”? Hasta “Que te la pongo” de Garibaldi parece canción del muñeco Pin Pon.
Para todos los que aún desconfían del género, un mensaje de Don Omar: “Quiero ver como uno a uno caen / De qué me tiráran / Ninguno me hizo caer /Y ahora es que poco a poco ellos véran / Porque es que en esta pendeja / En el mundo dicen que yo soy el rey”. Y efectivamente junto con Daddy Yankee, lo es.