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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El futuro existe

Por Geoconda Navarrete Arratia
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Geoconda Navarrete Arratia es Intendente Regional de Aysén

El futuro es una convención sobre la que solemos desatar nuestra imaginación, dando rienda suelta a sueños e idealizaciones que confluyen en una idea filosófica y religiosa de justicia, paz y prosperidad; en resumen, imaginamos el futuro como un mundo perfecto. El problema es que el futuro no existe; no al menos como lo soñamos. O tal vez esa sea su principal fortaleza, porque podemos imaginarlo a nuestro antojo. Cada vez que llegamos a “nuestro futuro”, ese que imaginamos en nuestra infancia, como la ciudad suspendida en el aire de Los Supersónicos que vivían en un lejano año 2026 –apenas ocho más adelante de nuestro presente–, por desgracia comprobamos que aún no existe y que estamos a años luz de poder burlar la fuerza de gravedad.
Si el futuro aún no existe y el pasado ya fue, lo obvio sería ocuparnos del presente. Pero el presente es tan lábil y breve, que apenas tenemos tiempo de atenderlo. Todo lo que podemos hacer con el pasado es recordarlo, atesorarlo, lamentarlo, remediarlo en la medida de lo posible, incluso, podemos intentar olvidarlo; todas acciones inmateriales que en ocasiones requieren cierto desgaste e inversión de recursos, como resignificar la memoria colectiva en clave Auschwitz. Cuando pensamos en el futuro solemos vernos en él, porque, seamos sinceros, queremos ver hecha realidad nuestra imaginación infantil supersónica.

La historia moderna de nuestra Patagonia no es tan antigua. Su presente incluso se ha visto amenazado; somos una zona de geografía y clima extremos, y por si fuera poco, cerca del 80 por ciento de las fuentes laborales son provistas por el Estado, lo que deviene en una fuerte dependencia del erario nacional. De manera que pensar en el futuro es una tarea que se vuelve urgente y prioritaria, ya que la Hacienda pública es finita.

Ya sabemos que nuestra Patagonia es la tierra prometida del planeta. Estamos sentados sobre montañas de oportunidades, bañados por lagos y ríos de esperanzas y desafíos; somos la reserva hídrica del mundo. ¿Por qué entonces a diario seguimos constatando una realidad que nos incomoda? Quizás la respuesta haya que buscarla al interior de un círculo vicioso que nosotros mismos hemos inventado (y fomentado).

Las ciudades y los países comienzan a desarrollarse cuando rompen la inercia del mero crecimiento económico; acumular bienes y riqueza no es el fin, sino el medio para algo superior llamado desarrollo. y en esto, el conocimiento científico es clave. Acceder al conocimiento para ponerlo al servicio de la transformación de la realidad, resulta fundamental para aproximarse al desarrollo.

Por ello, para nuestra región de Aysén es de vital importancia ser incluida como sede satélite del Congreso del Futuro –instancia de difusión científica organizada por el Senado de la República en Santiago–, algunos de cuyos expositores vendrán en enero próximo a hacernos parte de las discusiones de los temas del futuro; avances científicos y tecnológicos que podrán ser conocidos mediante las conferencias que se dictarán en el Centro Cultural de Coyhaique, y transmitidas vía streaming por la organización del evento.

El desarrollo integral de la Patagonia es un deber que debemos asumir como Estado, en el entendido que este ejerce un rol integrador entre la función pública que le compete como garante de la educación y la investigación científica, y el mundo académico, como sustento de esa investigación y divulgación del conocimiento. Por ello, es muy importante que nuestra región sea escenario de investigación científica y de su difusión. En esa labor resulta determinante el rol que le cabe a nuestra academia local, de la que forman parte las instituciones de educación superior y los centros de investigación regionales.

Tal vez el futuro no consista en ese loco afán de derrotar la fuerza de gravedad de la tierra y volvernos ingrávidos como pompas de jabón, sino en el simple esfuerzo de derrotar la gravedad de nuestra mente que nos impide imaginarlo de una forma realizable, porque, entre otras consideraciones, quizás estamos ignorando las evidencias científicas que nos alertan sobre el cambio climático y el consecuente peligro de la extinción de la vida humana, animal, vegetal y mineral sobre el planeta. El Congreso del Futuro será una muy buena ocasión para nutrir de optimismo y generosidad el tiempo que viene, siempre y cuando nos mantengamos atentos a los movimientos de rotación y traslación de la Tierra.

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