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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La mujer 10

La política de género, como cualquier otra, no puede sino analizarse en un contexto de escrutinio mayor: "el feminismo no es simplemente una cuestión de lograr que un puñado de mujeres individuales ocupen puestos de poder y privilegios dentro de las jerarquías sociales existentes. Se trata más bien de superar esas jerarquías” (Nancy Fraser 2015).

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Paula Hollstein B. es Abogada, Máster en Filosofía y Políticas Públicas (LSE), y Máster en Derechos Humanos (UCL) .

El tema de la igualdad de género se ha instalado en Chile y lo ha hecho de un modo particular en círculos influyentes. Cuando se habla de perspectiva de género y sus desafíos, empresarias y profesionales han abogado para que mujeres puedan alcanzar ciertas posiciones de poder, que hasta entonces les han sido vedadas. Basta ya de ser las abnegadas anónimas, las hormiguitas ¡es tiempo de tomar decisiones! Las cifras parecieran avalar esta mirada: baja participación de mujeres en directorios, poca presencia también en elecciones de Alta Dirección Pública y muy pocos cargos directivos en la academia.

En esta línea, se han lanzado exitosos talleres de liderazgo y media training, con el objetivo decidido de “empoderarnos”. Se repiten tips y arengas: “saquen la voz”, “háganse paso”, “las niñas también pueden”, y otras variantes del “yes, you can!”. Mujeres famosas y bien posicionadas son listadas en rankings de influencia. Son nuestras “mujeres 10”, las role models de Chile. La convocatoria parece más bien unísona: preparación, visibilidad y -sobre todo carácter- son la clave para esta lucha de tinte competitivo, casi torero a la igualdad de género. Varias nos hemos sentido tentadas a dejar timideces atrás. Es hora de competir sin complejos, así como Hillary Clinton o su símil Tracy Flick en la película “Election” (Alexander Payne, 1999).

Ahora, el desafío trazado no es fácil, requiere mujeres dispuestas a competir, es exigente. Pero -aún más complejo- el desafío mismo pudiere ser cuestionable para una agenda feminista que se tome en serio la liberación de la mujer, todas ellas. A diferencia de la óptica descrita, que pone énfasis en el alcance de instancias institucionales; la tradición feminista en más de 100 años de formación teórica ha puesto foco en el matrimonio, la familia o kinship (red de parentesco), y más ampliamente “lo privado”. El escenario opresivo por excelencia. En este ámbito, la literatura feminista, en particular la teoría legal de género, si que ha vertido ríos de tinta.

Las exigencias culturales de ser “buena” mamá, esposa y dueña de casa se ha traducido en la asunción completa de los deberes familiares por parte de la mujer, y !gratis!. Pero, y – he aquí el eterno mal entendido con hombres “horizontales” -, no se trata de un acotado quehacer en tres líneas de trabajo: crianza, cocina y aseo (“listable” bajo lógicas ingenuas de organización), sino todo el millar de detalles, angustia y esmero que suponen la ejecución “competente” de esas materias. Es el cuidado tomado en serio. Es cariño, y muchas veces la devoción total al ideario de familia feliz.

Así, desde “aprovechar” de comprar los materiales escolares en el lugar adecuado, que haya constantemente verduras y frutas en el refri, el “pensar” como arreglar el closet caótico, los regalos de cumpleaños de niños y amigos (comunes a la pareja), saber cuándo hay que comprar una nueva cortina, pensar siempre qué se hace para la cena, ¡que todo el mundo se ponga bloqueador solar!, y un largo etc.

Peor, las sociedades actuales han sumado a las mencionadas preocupaciones, la fantasía de la “mujer integral”: una mujer que no contenta con desempeñar labores en lo profesional y lo doméstico, tributa a varios discursos más: inteligencia, belleza, y hasta armonía. Las chicas candidatas a gerentes también se suben a ese carro, sin chistar demasiado. Sume entonces a las jornadas laborales y lo casero: las clases del Máster (que dan o toman), la maratón, los apremios propios de lo atractivo: delgadez y ropa (mucha o poca, pero bien estudiada). Una especie de conductora de noticias: competente y flaca.

Es mentira que puedan leer libros buenos también, esos no se leen rápido. No hay espacio para cansancio. El ocio es mal mirado. Mujeres exitosas planifican bien su tiempo, hasta yoga se aprieta en la agenda. Basta ordenar cuidadosamente el abanico de actividades y enchufarse un poco el celular, como la acrobática danza china de múltiples platillos giratorios. Pareciera que es un asunto de mera planificación.

En este ideario, no son pocos los llamados a la flexibilidad horaria, la aplicación del artículo 22 inciso 2° del Código Laboral (jornada sin límites) es generalizada. A muchas mujeres con hijos se les “sugiere” medias jornadas, que se complementa con las facilidades tecnológicas de hoy, incluso ofrecimiento de congelamiento de óvulos por parte de empleadores. No es raro ver mujeres cerrando el balance de fin de año, mientras agitan un pie en el coche; pantallas iluminadas post 10 pm, para hacer lo que no se hizo de 5 a 8 en la ofi; abogadas practicando un alegato en casa, mientras comparten (¿?) en familia; reuniones en trayectos de autos, y vacaciones con WhatsApp activado. Se cree poder superar las limitaciones humanas y que hay costo cero en ese anhelo. Una vida así parece posible. Esa vida se asocia a “realización”.

Lo cierto es que hay mujeres que efectivamente lo logran. Yo diría que sí, pero hay costos y trabajo que no aparece a primera luz en este modelo. No me digan chiquillas que no pasan rabia diariamente, que nunca han usado pastillitas, el copón de vino nocturno y otras vainas propias de enajenación. Tampoco se enfatiza demasiado en este discurso, las “ayudas” de crianza de esas “otras mujeres”, aquellas que no tienen nombres en los rankings de influencia. De hecho, hay también “mujeres” (que el “género” en Chile empiece a hablar de ellas!) convocadas a colaborar en la lucha de estas mujeres al poder: las primeras, trabajadoras de casa particular; pero también varios otros aportes, los “extras” de las secres (que compran remedios y cotizan vuelos de vacaciones), los propios niños y hasta enfermeras, en círculos extra pudientes.

Objeción segura: Pero ¿por algo se debe empezar, no? Desde luego es positivo que se haya visibilizado la poca presencia de mujeres en instancias de decisión, pero los acentos siempre son importantes. ¿Por qué la palabra cuota no ha sonado cual trueno en el espacio? Hay ciertas mujeres al poder que han estado por “ganarse” a pulso el espacio, para “demostrar” que ganamos la carrera, que nadie les regaló nada. ¿Demostrarles a “ellos”? Para quienes son menos autoflagelantes, la idea es que se abra ya el debate de cuotas.

En muchas experiencias ciertos diseños han arrojado resultados no deseados, como la exclusión de mujeres de grupos minoritarios (v.gr. grupos indígenas), y el hecho que las cuotas “se hayan alimentado” a expensas de otros grupos marginados, no de hombres poderosos (Melanie M. Hughes 2011). La política de género, como cualquier otra, no puede sino analizarse en un contexto de escrutinio mayor: “el feminismo no es simplemente una cuestión de lograr que un puñado de mujeres individuales ocupen puestos de poder y privilegios dentro de las jerarquías sociales existentes. Se trata más bien de superar esas jerarquías” (Nancy Fraser 2015).

El feminismo ha tenido desde siempre por fin la liberación de la mujer de las diversas formas de dominación que históricamente la aquejan. Es y ha sido siempre una lucha en contra de la opresión. Ahora, bajo este simple postulado es posible poner en escrutinio la fórmula planteada de “mujeres por el poder”.

En esta evaluación, desde luego entran a jugar diferentes conceptos de felicidad y hasta opuestas inspiraciones ideológicas. Aun así, es posible, ser menos ambiciosos, y sugerir un par de preguntas que pudieren en algo matizar el optimismo alcanzado: ¿Es posible que las mujeres vivan, si bien no felices, pero al menos conformes o satisfechas, bajo la creencia permanente que todo lo pueden?, ¿será acaso liberador para cualquier ser humano dicha asunción de deberes? ¿es acaso posible? ¿Cuánto hay de honestidad y genuino júbilo en esto?, ¿no hay en el camino cierto nivel de auto-traición? ¿Se ha dicho acaso que en esta carrera, uno puede cansarse? (¡y muchísimo!) Estudios revelan que la mayor parte de la fibromialgia es sufrida por mujeres (9 de cada 10). El mayor stress que sufren en vida las mujeres se estudia como factor. De paso digamos que no es cierto que las mujeres pueden “naturalmente” hacer muchas cosas a la vez.

Por otra parte, no menos relevante ¿cuánto del cuidado de los hijos hemos sub-contratado (junto a nuestras parejas) en mujeres más empobrecidas? En definitiva, ¿qué nivel de respeto puedo tener con otros y conmigo misma, en esta carrera del poder?. No hay respuesta clara, pero no es una pregunta que el feminismo deba pasar por alto, de hecho no lo hace. Aún, si alguien siente que mujeres todas deben dar la pelea, “hacerse notar”, creo que lo primero es desde ya estudiar el sistema de cuotas que mejor avenga a la representación de todos los grupos desaventajados en Chile, por supuesto mujeres también; pero no olvidar que la revolución pendiente, la compleja, el núcleo de la liberación de la mujer es la que llevamos al hogar, ahí donde nadie le pone tanta voz y ranking.

En ese sentido, resulta clave no descartar fórmulas tal vez más sencillas, que aparecen como olvidadas. El simple respeto a la jornada laboral de 8 horas diarias, puede ser clave para el sano desarrollo de las personas. Menos “carrera” y más ocio, pudiesen ser sugerencias hacia una mejor vida para las mujeres.

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