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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Crisis Política y Coronavirus, un mismo antídoto

Debemos cambiar y reformar muchas de las instituciones de la república, pero ello se hace con diálogo, justicia y prudencia, además de buena fe. Sí, justicia y prudencia, ya que la primera nos mueve hacia un entendimiento, acuerdo o pacto que nos brinde paz social, y la segunda nos permite hacerlo en los tiempos y con las formas que permiten la consecución y, sobre todo, la sostenibilidad de los cambios.

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Jaime Abedrapo es Director de la Escuela de Gobierno de la USS

Días de incertidumbre y desazón. Las tesis apocalípticas acerca de lo que nos depara el coronavirus en materia de salud pública y sus efectos en un escenario mundial que nos vaticina una económica nacional que afectará a todos los chilenos con una posible deflación, aumento en el desempleo y una notoria merma en los niveles de inversión, es una situación que debe llamarnos a la búsqueda de acuerdos y entendimientos. Esta no es una estrategia que intenta salvaguardar los indicadores macroeconómicos por sobre otras consideraciones, sino que justamente lo contrario, es situar a las personas en el centro de la acción política y social.

Al respecto, no parece justificable insistir en la desconfianza entre nosotros (chilenos), porque ello representa el peor antídoto en la situación por la cual atravesamos.

Salir en defensa de nuestra comunidad requiere de buscar entendimiento en lo político y en lo social, y no más descalificaciones gratuitas. ¿Entendimiento en qué?, en que todos somos miembros de un mismo pueblo y que nos debemos respeto.

Ciertamente en nuestro país hay personas han vivido en la vereda del desarrollo, relegadas del progreso social del país. Esperando que el “chorreo” llegue hasta su hogar y este no ha llegado. Es decir, han sido descartados e invisibilizados en un país que cultural y espiritualmente ha ido perdiendo sistemáticamente consistencia. Un Chile que definitivamente ha confundido el ser con el tener.

Ante la situación de enajenación que hemos engendrado y percibido con nitidez luego del estallido de octubre de 2019, debemos recobrar la sensatez y encausar la necesidad de trasformación de nuestra sociedad por medio del afecto por los otros, para reconstruir el nosotros. Esto se consigue escuchándonos y no descalificándonos; ni mucho menos por medio de la violencia que sólo aumenta el conflicto y nos augura una fractura social más dolorosa. En este mismo sentido, las instituciones son relevantes para salir de nuestra crisis política y social, además de necesarias para responder a la amenaza del coronavirus que nos afecta, y la otra infección que es aún más mortal para el alma nacional, la odiosidad entre nosotros.

Debemos cambiar y reformar muchas de las instituciones de la república, pero ello se hace con diálogo, justicia y prudencia, además de buena fe. Sí, justicia y prudencia, ya que la primera nos mueve hacia un entendimiento, acuerdo o pacto que nos brinde paz social, y la segunda nos permite hacerlo en los tiempos y con las formas que permiten la consecución y, sobre todo, la sostenibilidad de los cambios.

El apocalipsis está en nuestros corazones, depende de nosotros renovar las esperanzas y superar estos difíciles tiempos.

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