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El agobio de los profesores

En esta crisis, en la que todos sufrimos en distinta medida de estrés, el de los profesores es especialmente relevante porque la evidencia ha mostrado que, entre todos los factores necesarios para educar a un curso -como la infraestructura o el número de niños por sala de clases-, los docentes son los que tienen el mayor potencial de hacer la diferencia y afectar positivamente en los resultados académicos de sus alumnos.

Lo inesperada de esta pandemia nos llevó a tener que improvisar un sistema de educación a distancia que ya lleva más de cuatro meses, y que en el último tiempo ha dado de qué hablar por el estrés que está causando en las comunidades educativas. Así, tanto profesores como alumnos y familias han manifestado lo agobiante que resulta tratar de trasladar las escuelas a los hogares, sumando a los estresores propios de la pandemia, las dificultades para que alumnos aprendan en un contexto radicalmente distinto al que están acostumbrados.

En esta crisis, -en la que todos sufrimos en distinta medida de estrés-, el de los profesores es especialmente relevante porque la evidencia ha mostrado que, entre todos los factores necesarios para educar a un curso -como la infraestructura, el número de niños por sala de clases, etc.-, los docentes son los que tienen el mayor potencial de hacer la diferencia y afectar positivamente en los resultados académicos de sus alumnos. Por otra parte, los profesores muchas veces actúan como un factor protector para los estudiantes en situaciones de mayor riesgo. En consecuencia, un país que se preocupa por sus niños y niñas, debiese de priorizar el bienestar de sus profesores.

Hoy la dificultad en cuidar a los docentes está en que, mientras no exista una vacuna, el sistema escolar en general y cada colegio en particular, deberán estar preparados para continuar con las clases a distancia, realizar clases presenciales en condiciones anormales conjuntamente con clases virtuales para los alumnos que deban quedarse en sus hogares, y, probablemente, alternar entre uno y otro modo según las condiciones sanitarias, con todo el desgaste que eso implica.

Por lo tanto, será necesario que cada comunidad disponga de una estrategia que proteja el bienestar emocional de sus integrantes en este futuro incierto. Para lograrlo, propongo lo siguiente: primero, cada colegio debe priorizar lo más importante, tanto en cuanto al currículo como al apoyo socioemocional y considerando la realidad de sus familias en la pandemia.

Segundo, se deben establecer reglas y expectativas claras, que protejan a docentes, alumnos y padres de estar conectados las 24 horas o de cargas excesivas de trabajo. Tercero, los profesores que necesitan desarrollar sus habilidades tecnológicas o de contención emocional, por citar algunos, deben disponer de capacitaciones y apoyo. Cuarto, corresponde contar con apoyo externo tanto del Estado como de otras organizaciones. Las tutorías de estudiantes de pedagogía y las mentorías implementadas por la Agencia de la Calidad de la Educación son ejemplos de recursos externos a tomar, pero es necesario también promover la colaboración entre docentes y colegios, de manera en que se den espacios para la retroalimentación, contención emocional y para compartir las estrategias más exitosas.

Por último, pero no menos relevante, es necesario notar que para implementar estas propuestas, -y otras muy positivas que han ido apareciendo con el tiempo-, es clave que cada director ejerza el liderazgo sobre su comunidad, ya que él o ella es quien está en la mejor posición de recoger las experiencias de su comunidad, y, en base a ellas, crear los lineamientos, el trabajo colaborativo y el ambiente laboral más adecuado para proteger a sus profesores y familias.



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