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Sostenibilidad: la transformación pendiente

El imperativo en esta década nos llama a transformar la forma en que operan las organizaciones, alineándolas con el futuro del planeta y sus habitantes. Para ello, quienes las lideran deben comprender su rol y su impacto en la sociedad, modificando su cultura hacia una sostenibilidad con mirada de largo plazo.

Al ser humano le llevó 496 millones de años desarrollar una primera versión del neocórtex, convirtiéndose así en el primer ser vivo capaz de procesar pensamientos complejos, razonar y hacer planes a largo plazo. Sin embargo, algo ocurrió en la era moderna que ha roto el curso natural de nuestro proceso evolutivo.

Durante los últimos siglos, hemos demostrado que preferimos que las cosas ocurran en un corto plazo, priorizando obtener beneficios, satisfacciones y éxitos de manera casi inmediata. Esto, en la mayoría de los casos, significa hipotecar el futuro en perjuicio de los objetivos de largo plazo.

Esta actitud la hemos llevado a nuestras casas, trabajos e, incluso, a las actividades de esparcimiento. La dopamina que generan esos pequeños éxitos, esas gratificaciones instantáneas y resultados de corto plazo es adictiva, haciéndonos casi imposible rechazarla, tanto como aquella persona que no puede dejar el cigarrillo o las apuestas.

Con el correr del tiempo, el cortoplacismo nos ha transformado en sociedades miopes que no logran ver más allá de lo que tienen frente a sus narices. O peor aún, nos hemos convertido en sociedades que pueden ver lo que se avecina, pero no tienen la visión para hacer algo al respecto. Tener la vista sin tener la visión, nos convierte en seres bastante menos inteligentes de lo que consideramos que somos.

Y a propósito de esto, este mes podemos ver que la tapa de la revista Time tiene como protagonista los 10 años que tenemos para cumplir (o no) con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. No se trata de ser más conscientes, se trata de cambiar hábitos, prácticas y comportamientos que tan arraigados están, y que venimos profundizando desde hace décadas, en nuestro propio detrimento.

El imperativo en esta década de acción nos llama a transformar la forma en que operan las organizaciones, alineándolas con el futuro del planeta y sus habitantes. Para ello, quienes las lideran deben comprender su rol y su impacto en la sociedad, modificando su cultura hacia una sostenibilidad con mirada de largo plazo. El tiempo de actuar es hoy. No existe un planeta B.

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Daniel Lillo