El espiral trágico del silencio
A no pecar de ingenuos y a reconocer que mucho de que lo ha pasado es porque entre nosotros hay un grupo menor -pero significativo- de líderes que sin ninguna experiencia profesional, pero con una inusitada ambición y ganas de seguir viviendo a expensas del esfuerzo ajeno, se han encargado de prometer el paraíso en la Tierra para ganar y conseguir posiciones de poder.
Christian Aste es Abogado
Tal como lo hice antes en una columna que publiqué en un diario virtual y que titulé “El caso Penta y sus penas”, en la que en medio del fragor mediático pronostiqué que las conductas investigadas, en el mejor de los casos, iban a concluir con suspensión condicional y juicios abreviados, me permito anticiparles esta vez que si las autoridades – todas (no sólo el Ejecutivo) – no identifican correctamente a su enemigo, que es la delincuencia desatada y la ideología envidiosa que respalda su impunidad, los actuales sueldos y posiciones de que gozan fiscales, jueces, funcionarios de la Contraloría, municipalidades, y entidades fiscales, se transformarán en humo.
Nunca olviden que, aunque lo quieran desconocer y negar insistiendo en que no forman parte de ningún grupo de privilegio y que por el contrario integran la clase media, las cifras oficiales que datan del año 2019 permiten establecer de un modo inobjetable que en Chile el 97,89% de los trabajadores dependientes que sólo pagan Impuesto Único de Segunda Categoría perciben una renta menor a $600.000. Por lo tanto, la mayoría de quienes detentan poderes públicos están en el 2,11% restante, y donde únicamente un 0.26% ganan más de $3.611.440.
Estoy seguro de que muchos, ejerciendo autoridad pública, han mirado para el lado, e incluso en su fuero interno no han trepidado en avalar el desmadre que se ha producido, gozan de formar parte de ese grupo privilegiado y de percibir mucho más renta que los Carabineros y los funcionarios de la PDI que han hecho esfuerzos sobrehumanos para combatir el desorden, sin advertir que si tal desorden se termina por imponer, todos por igual podemos ir olvidándonos de la realidad actual, que aunque mala para muchos, es considerablemente mejor a la que presenta cualquiera de las colectividades en que se han impuesto las ideologías comunistas o socialistas, en las cuales la riqueza y los privilegios no desaparecen, sólo se concentran en los núcleos de poder oficial, conformados por los directivos y jerarcas del respectivo partido.
Los invito en definitiva a no pecar de la ingenuidad propia de los adolescentes, y a reconocer que mucho de que lo ha pasado se sigue de que entre nosotros hay un grupo menor -pero significativo- de líderes que sin ninguna experiencia profesional, pero con una inusitada ambición y unas ganas gigantes de vivir y seguir viviendo muy bien a expensas del esfuerzo ajeno, sabiendo además con certeza que esa forma de vivir, llena de privilegios, sólo podrían obtenerla al alero del Estado, se han encargado de prometer el paraíso en la Tierra para ganar y conseguir posiciones de poder, de enfatizar la desigualdad y los males que presenta nuestra sociedad, haciendo completa abstracción de los avances que significó para el país el modelo liberal. Pero a ellos eso no les importa. Al revés, les da lo mismo. No les afecta endeudar y comprometer al país en el futuro. Les basta el eslogan fácil y panfletario, que cae en la tierra fértil de una audiencia que, además de no aplicar racionalidad, se caracteriza por ser muy joven, y consecuentemente inmadura, romántica, y temeraria. Muchos además con desafección familiar.
No olvidemos que Charles Manson logró que muchachos y muchachas de su autodenominada “familia”, todos desorientados, y recién manumitidos, creyeran estar repartiendo amor, mientras hincaban un puñal. Acá ocurre algo parecido. Todos los jóvenes que saquean, destruyen, queman y lanzan molotov, están convencidos de que están cambiando al país. Lamentablemente tienen razón, lo están haciendo, pero para mal. Seremos más pobres. Pero subrayo más iguales, y eso es lo que a sus líderes les importa.