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Actualizado el 27 de Septiembre de 2021

Las fortificaciones perceptuales y el Desierto de los Tártaros

En nuestro país se han ido instalando algunas fortificaciones frente a desiertos de tártaros imaginarios. Reductos perceptuales de los que en ocasiones cuesta salir y que alimentan la sensación de una situación de conflicto o peligros permanentes y ello reduce por tanto la posibilidad de la comunicación y diálogos para mejores políticas públicas.

Los grados de acuerdo en algunas materias entre la ciudadanía son bastante más significativos que lo señalado por las propias élites. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Sergio España y Charles Rothery es Subjetiva

Durante los años 80′ y parte de los 90′, una cinta fue parte recurrente de la cartelera de icónico Cine Arte Normandie (primero en la Alameda y luego en su actual ubicación): El Desierto de los Tártaros, dirigida por Valerio Zurlini e inspirada en una novela del mismo nombre de Dino Buzatti. La trama aborda la vida del teniente Giovanni Drogo en la Fortaleza Bastiani frente a un desierto anteriormente ocupado por los tártaros, en el llamado el Reino del Norte. Drogo pasa parte de su vida en esa fortaleza esperando a un enemigo invisible, que nunca llega como la posibilidad de una gloria militar, solo acompañado por sus compañeros de armas.

En nuestro país se han ido instalando algunas fortificaciones frente a desiertos de tártaros imaginarios. Reductos perceptuales de los que en ocasiones cuesta salir y que alimentan la sensación de una situación de conflicto o peligros permanentes y ello reduce por tanto la posibilidad de la comunicación y diálogos para mejores políticas públicas.

Algunos de los debates entre candidatos presidenciales dan cuenta de algunas de estas fortalezas perceptuales. Uno de estos fuertes, donde el rol del teniente Drogo lo ejecutan élites políticas, empresariales o mediales, se ha levantando en torno a la idea de que nuestra sociedad experimenta un profundo y creciente proceso de polarización, lo que favorece la instalación de lógicas binarias en la discusión política. Si bien algunos han planteado la superación del polarizado entre  izquierda–derecha, otros apuntan a la contraposición liberales versus conservadores o estatistas versus libremercadistas. Es posible que en el marco de las campañas presidenciales y parlamentarias en curso así como del proceso constituyente, se tienda a acentuar la percepción de polarización en torno a estas posiciones. Ello, a partir de un diagnóstico sobre la superación del modelo de economía libre mercado y la necesidad de pasar de un rol subsidiario del Estado a otro más activo en su presencia en la economía.

Favorece la percepción de un país polarizado la cobertura que brindan los medios de comunicación a la actividad y la discusión política. Sus fuentes habituales son las propias élites y los debates autorreferidos que ellas protagonizan, cada cual desde su propia fortificación. Los instrumentos para tomar el pulso de las percepciones ciudadanas son tradicionalmente limitados (más aún hoy en medio de la crisis económica que ha golpeado a los medios tradicionales). Las pautas periodísticas se alimentan en gran medida de los debates en redes sociales, especialmente en Twitter, uno de los principales escenarios de polarización.

Los estudios de opinión han permitido dar algunas luces sobre la realidad de esta supuesta polarización en nuestro país, que más bien se da entre las élites. Los grados de acuerdo en algunas materias entre la ciudadanía son bastante más significativos que lo señalado por las propias élites; prevalece en muchos casos una alta valoración de consensos y el mejor ejemplo de lo anterior ha sido el proceso constituyente.

Desde esta perspectiva, una encuesta realizada por el Centro de Competencia de la UAI en conjunto con Subjetiva aporta a mostrar grises o escalas intermedias que escapan de esta lógica binaria con la que se quiere caracterizar la discusión entre el rol del mercado, el Estado, el valor de la libre competencia y la percepción de instrumentos para su desarrollo.

Se verifican aquí preferencias por más Estado o más mercado, en tanto cada cual aporte a  garantizar mayor competencia en los mercados, elemento considerado necesario y beneficioso por los mismos consumidores.

Lo que indica la encuesta es una gran oportunidad para salir de las fortalezas y abrirse a un debate mirando un segmento relevante de la población (y el electorado) que representa un 50% y que se ubica en posiciones intermedias o bien que transita entre uno y otro polo (mercado v/s Estado), según circunstancias específicas: fijación de precios de productos esenciales, limitación de ganancias de las empresas o provisión mayoritaria de productos o servicios.

Salir de las fortificaciones para apreciar que la alta valoración de la libre competencia va de la mano con la necesidad de un Estado que tenga un rol activo en diversas áreas; por ejemplo en la protección de las Pymes para que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas. Será materia de debate si la institucionalidad de la libre competencia, u otra, debe asumir ese desafío y los alcances de esa protección.

En un mercado pequeño como el nuestro y altamente integrado a la economía global el riesgo de la concentración es mayor. Se percibe un alto acuerdo en que la fusión de empresas puede conllevar alzas de precio a los consumidores y efectos negativos sobre la calidad de productos y servicios. Por lo mismo, hay una demanda respecto de que el Estado ejerza un control de los riesgos que puedan significar estas operaciones para la libre competencia.

El estudio aporta algunos datos para diseñar estrategias en torno a las verdaderas batallas, aquellas que permitan una discusión capaz de reconocer matices en los electores y aportar áreas de cooperación entre el futuro gobierno y la oposición (u oposiciones).

En primer lugar, para el mundo político, el estudio demuestra que la ciudadanía tiene una comprensión e interés por estos temas muchas veces superior a la que se supone. Es capaz, por ejemplo, de diferenciar los problemas de competencia que enfrentan algunos mercados, según la importancia que tienen para sus propias cotidianeidades. Así, por ejemplo, la crítica hacia los servicios de internet tiene que ver con la calidad, mientras los productos farmacéuticos y servicios de salud refieren a los precios; en tanto los servicios de transportes comparten en proporciones similares los problemas derivados de los precios, calidad de servicio y falta de alternativas. Enfrentar esos problemas requiere, en primer lugar, un sentido de urgencia (hay proyectos de ley que acumulan años en el Congreso y que abordan estos problemas) y alternativas técnicas viables.

Para las empresas el desafío es de igual magnitud. Algunas de ellas, pese al impacto inicial post estallido social, no han asumido en profundidad la demanda que ha estado detrás de él y el ciclo político al que dio paso. Más que un clima antiempresa o antimercado, lo que parece prevalecer es la sensación de un abuso originado en las relaciones de poder. De esta forma, no deja de extrañar el que la mitad de los entrevistados crea que la colusión es una práctica extendida o muy extendida, mientras que un tercio estime que es de cierta ocurrencia. Ello, contrasta con el 7% de los expertos en libre competencia que cree lo mismo (CeCo y Deloitte en 2020).

Salir de la fortaleza, especialmente para los dirigentes gremiales de los sectores empresariales, es entender que su rol no es solamente polemizar respecto de las críticas a su quehacer, sino demostrar proactivamente las medidas que han tomado para enfrentar esa percepción ciudadana y la efectividad de las estrategias para comunicarlas.

Hay tiempo y necesidad de los votantes y telespectadores de salir de las fortalezas y abrirse a las batallas realmente necesarias.

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