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Actualizado el 6 de Octubre de 2021

Negacionista, ¿quién?

El documental El Negro fue emitido por primera vez en televisión abierta desde su estreno virtual este domingo 3 de octubre y, tal como fui advertido por el propio director del filme, la historia personal de Palma Salamanca solo se entiende imbricada a la historia de Jaime Guzmán o, mejor dicho, la historia del primero se escribe en desmedro del segundo. Para reivindicar a Palma Salamanca ―interés último del registro― se enloda a Guzmán.

Palma Salamanca secuestró, asesinó y mantuvo su vida delictual una vez fugado de la Cárcel de Alta Seguridad. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Benjamín Cofré es Fundación Jaime Guzmán

En un hilo de Twitter respecto del negacionismo fui aludido por mi intervención en un programa televisivo donde afirmé ―y sigo afirmando― dos cosas: (i) que Jaime Guzmán estuvo comprometido con los Derechos Humanos durante el Gobierno Militar y (ii) que en sus publicaciones y apariciones en prensa se puede apreciar su compromiso por retornar a la democracia. Por lo anterior, la cibernauta sentencia que “tanta mentira tergiversa la historia, y no debe quedar impune”. Esta visión respecto de lo que expresé en TV es una excusa perfecta para referirme al tema central del programa, un documental sobre Ricardo Palma Salamanca, el asesino material confeso del ex senador Guzmán y su visión sobre la historia reciente.

El documental El Negro (Sergio Castro San Martín, 2020) fue emitido por primera vez en televisión abierta desde su estreno virtual este domingo 3 de octubre y, tal como fui advertido por el propio director del filme, la historia personal de Palma Salamanca solo se entiende imbricada a la historia de Jaime Guzmán o, mejor dicho, la historia del primero se escribe en desmedro del segundo. Para reivindicar a Palma Salamanca ―interés último del registro― se enloda a Guzmán: se condicionan las apariciones del líder gremialista con imágenes tendenciosas al relato y se justifica su asesinato en la perspectiva del Frente Manuel Rodríguez (FPMR), jugando con los recuerdos de la audiencia y, claro, guardando silencios convenientes sobre la vida del terrorista.

Jaime Guzmán hizo gestiones a favor de salvaguardar personas silenciosamente, movido por el interés más genuino de asegurar ―en la medida de lo posible― los Derechos Humanos. Esto lo llevó, incluso, a enfrentarse con Manuel Contreras. Algunas de esas gestiones se han hecho públicas por los propios beneficiados (mencioné en el programa los casos de Ángel Parra y de Gabriela Velasco). Palma Salamanca, por su parte, secuestró, asesinó y mantuvo su vida delictual una vez fugado de la Cárcel de Alta Seguridad. A Guzmán, el documental lo plantea como un objetivo eliminable por su rol en el Régimen Militar ―perfilado como un cerebro siniestro―, con una historia que justifica su asesinato. A la vez, se presenta a Palma Salamanca como un idealista, redimido y cuyo pasado no puede definirlo.

En definitiva, la historia se cuenta según convenga en el filme, sin caer en cuenta de que no podemos escapar de nuestro pasado y que no podemos reescribirlo a voluntad. Con toda la evidencia presentada, cabe preguntarse entonces, ¿quién es el negacionista?

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