Enfrentarse, comprender y asumir: tres fuerzas para la estrategia de 2022
Las organizaciones se enfrentan desde hace algunos años a un contexto incierto y muy dinámico y, por tanto, difícil de predecir. En 2022, el devenir de la Convención Constitucional, la instalación del Gobierno, el contexto económico mundial, la pandemia y, como si fuera poco, un conflicto armado, son algunos de los elementos que configuran un escenario dolorosamente líquido.
No es ningún secreto: la capacidad de respuesta de las organizaciones en contextos tan complejos como los actuales, es determinante. No solo para para lograr estabilidad en un entorno incierto, sino para no naufragar. La evaluación de potenciales riesgos se ha quedado corta en el último tiempo y la programación efectiva de largo plazo es un objetivo difícilmente alcanzable.
Las organizaciones se enfrentan desde hace algunos años a un contexto incierto y muy dinámico y, por tanto, difícil de predecir. En 2022, el devenir de la Convención Constitucional, la instalación del Gobierno, el contexto económico mundial, la pandemia y, como si fuera poco, un conflicto armado, son algunos de los elementos que configuran un escenario dolorosamente líquido.
No hay forma de escapar. Pero sí hay acciones que permitirán a las empresas enfrentarse a las tres fuerzas que marcarán el mundo corporativo en los próximos meses: enfrentarse a la realidad con miradas de corto aliento, comprender que todo lo que hacen o dicen puede ser interpretado políticamente, y asumir que la batalla comunicacional se jugará, sí o sí, en las redes sociales.
Planificar para ciclos cortos supone distinguir lo prioritario de lo secundario para poner en el centro lo que realmente nos alejará de la entropía. Esta es una distinción en la que es necesario ejercitarse. Las empresas que han aprendido a planificar así han aprovechado estos últimos años para cambiar el foco y asumir esta transformación, en la que deben participar todas las líneas de una organización. Ser ágil hoy no es una moda ni una “metodología”; sino una obligación.
¿Algo más? Todo será susceptible de ser interpretado políticamente. Porque la política vuelve como una ola que entra en casa. Y ocupará un lugar central a la hora de valorar proyectos, definir contenidos y voceros de comunicaciones, y concebir el relacionamiento con los públicos de interés. La política está en las conversaciones de los ciudadanos, ya sea en sus lugares de trabajo o estudio, en las calles, o en las casas. Las organizaciones que han comprendido este hecho están ocupadas de incorporar distintas perspectivas para que, a la hora de valorar diversas estrategias y decisiones de negocio, no se les escapen las distintas sensibilidades políticas y sociales.
Esta ola política tiene impacto sobre el mercado de los servicios y las profesiones también. Los profesionales formados para entender los fenómenos sociales son más demandados y lo mismo ocurre con toda la industria que, de una u otra manera, construye su oferta a partir de la interpretación de la realidad. Aquí está la industria creativa, la industria de las comunicaciones, la consultoría y la tecnología.
En el tercer ángulo del escenario que describo están las redes sociales. Más allá del cliché, lo que hemos visto en nuestro país es que las redes sociales han volcado candidaturas, han encumbrado marcas, y -lo más importante- definen la agenda política. Y la razón es sencilla: dan cuenta de la opinión pública de tal manera que todos los actores (políticos, empresarios, líderes sociales, comunicadores) terminan respondiendo a las interpelaciones que vienen de ellas. Las redes sociales son movilizadores sociales, guste o no. Por ello, ninguna organización puede perder la oportunidad de escuchar.
El gasto en tratar de entender lo que piensan las personas va a aumentar. Y ello pasa necesariamente por escuchar lo que las personas dicen y leen o escuchan en las redes sociales. Escuchar no es un ejercicio muy frecuente. Es un músculo que no está permanentemente activo. Es necesario ponerlo en alerta porque escuchar es lo único, en el escenario actual, que permite planificar a corto plazo y leer las entrelíneas de la política. Por ello, monitorear redes sociales tiene que ser un proceso permanente. Todas las organizaciones deberían mapear sus comunidades y auditorías de activos digitales.
¿Cuánto tiempo se prolongará la incertidumbre? Lo suficiente para que cualquier planificación mal enfocada naufrague. Por eso, parece más efectivo abrazar la flexibilidad y asumir que el mejor plan es aquel capaz de entender correctamente lo que sucede hoy y actuar, lo más rápido posible, sobre ello.
Héctor Vera,
periodista