El rol de la élite en la crisis climática y la desigualdad global
El 10% de las personas que más contaminan son responsables del 48% de las emisiones de dichos gases. Al mismo tiempo, este grupo de la población posee un 76% de la riqueza global y del total de daños que generará la crisis climática, sólo un 2% los afectará directamente.
Daniel Vercelli Baladrón es co-fundador y Managing Partner de Manuia y director de empresas
Cuando hablamos de la urgencia de combatir la crisis climática, aún es posible encontrarse con personas que hacen comentarios como ‘Qué vamos a hacer nosotros que apenas movemos la aguja, primero tienen que ponerse las pilas en Estados Unidos, China, Europa y Rusia’, aduciendo al alto porcentaje de emisiones actuales e históricas de esos países.
Pero este tipo de argumentos desconoce dos factores que me parece importante desarrollar. El primero es la responsabilidad de cada uno de nosotros sobre nuestra ‘propia aguja’ y qué hacemos para moverla (incluso antes de exigir a otros que lo hagan), y el segundo, es la comprensión de que dentro de cada país existen diferencias que son tanto o más importantes de considerar, me refiero específicamente a las diferencias entre las elites y el resto de la población.
De hecho, de acuerdo a un reciente estudio del World Inequality Lab, la elite global produce casi la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para ser más precisos, el 10% de las personas que más contaminan son responsables del 48% de las emisiones de dichos gases. Al mismo tiempo, este grupo de la población posee un 76% de la riqueza global y del total de daños que generará la crisis climática, sólo un 2% los afectará directamente.
Estos datos cambian completamente el ángulo del argumento planteado al inicio de esta columna, porque evidencian la responsabilidad que tenemos individualmente aquellos que gozamos de más privilegios. Si analizamos los datos de Latinoamérica y llevamos las emisiones a toneladas per cápita, en nuestra región una persona del 10% más privilegiado emite cuatro veces más gases de efecto invernadero que los que están entre el 10% y el 40% de la población que le sigue en la escala, y nueve veces más que aquellos que están en el 50% inferior.
¿Qué nos muestran estas cifras? Que la inequidad económica es también una inequidad de emisiones y de responsabilidades, tanto desde un punto de vista global como local, y que quienes tienen más capacidad para ‘mover la aguja’ son quienes tienen más recursos. Y eso es algo se replica en todas las geografías.
¿Hace sentido desde la intuición? Mucho. Es cosa de pensar, por ejemplo, en el consumo de energía (calefacción, aire acondicionado, transporte terrestre o aéreo) de los segmentos más acomodados de la población versus el consumo de los segmentos con mayores carencias. ¿Hace sentido desde la justicia? No mucho, pensando que esa misma posibilidad de consumir más energía es la que posibilitará que los grupos en el tope de la pirámide puedan gozar los beneficios de esa misma calefacción o aire acondicionado ante eventos de temperatura extrema, por nombrar solo un ejemplo concreto de cómo el clima afectará cada día más en nuestra cotidianeidad. O si queremos sofisticar aún más el ejemplo, el grupo que más emite CO2 y más contribuye a la crisis climática, es el mismo que podrá pagar alimentos más caros y con menos dificultades que el grupo que menos emite y menos recursos posee.
Todo lo anterior nos refuerza que la crisis climática y la crisis de inequidad están profundamente entrelazadas, y que el agravamiento de una tiene directa correlación con la otra. Desde un punto de vista moral, podemos cuestionarnos sobre qué estamos haciendo frente a esta realidad (que es independiente de las emisiones por países). Desde el punto de vista de política pública, es fácil prever qué tipo de regulaciones y reglas tributarias podrían estar en el foco en los próximos años. Desde el punto de vista de las empresas y el sector privado, también es posible prever los riesgos que significa el agravamiento de estas dos crisis y las oportunidades que podemos crear para intentar resolverlas. Todos contribuimos a aumentar las emisiones de contaminantes, pero no de la misma manera, y bajo ese parámetro deberíamos comenzar a actuar cuanto antes.