Capitalismo para comer
Diego Ibáñez y compañía se equivocan en su diagnóstico anticapitalista, pues, la sociedad progresa fomentando la competencia y el emprendimiento, abriéndose al comercio internacional, implementando lógicas de libre mercado y, sobre todo, protegiendo férreamente los derechos de propiedad. O sea, con capitalismo.
Bastián Romero es economista e investigador de la Fundación para el Progreso
Al ser consultado si estaba de acuerdo con «arreglar el sistema capitalista», el presidente Boric admitió que «no», ya que una parte de él prefería «derrocarlo». Dos días después, el diputado Diego Ibáñez afirma que la desnutrición infantil es culpa del sistema capitalista. Sin embargo, ninguno de los dos políticos propone una alternativa clara a ese sistema.
Ibáñez se define como socialista, pero sabemos que el socialismo ha sido responsable de las hambrunas más severas en los últimos 100 años, así que sería incoherente que esa sea su alternativa. «Un Estado de bienestar […] que provea salud de manera oportuna» propone la ministra Camila Vallejo defendiendo los dichos de Boric, pero los Estados de bienestar europeos que tanto admiran nuestros políticos son todos capitalistas. No tiene sentido derrocar el capitalismo y reemplazarlo por un Estado de bienestar que también es capitalista.
Lo que Boric, Ibáñez y Vallejo se rehúsan a aceptar es que, el funcionamiento del mercado y los incentivos creados por el derecho a la propiedad privada —características principales del capitalismo— son, en realidad, los responsables de haber disminuido masivamente el hambre y mejorado la calidad de vida en la historia de casi todos los países.
A medida que las naciones progresan, la competencia entre agricultores en el libre mercado los lleva a especializarse para abaratar sus costos en la producción de alimentos, traduciéndose en precios más bajos para los consumidores. Y esos precios caen más cuando una economía se abre al comercio internacional porque aumenta aún más la competencia y puede incluso subir la calidad de los productos. Además, los derechos a la propiedad intelectual incentivan a los emprendedores a crear tecnologías que permiten el cultivo de alimentos en mayor abundancia o en temporadas que el clima no lo permite.
En Estados Unidos, la organización sin fines de lucro, Feeding America —que reparte alimentos y otros productos esenciales a comunidades de bajos ingresos— solía tener dificultades para llegar a las personas que más necesitaban ayuda. Eran ineficientes en la asignación de recursos. Hoy, sin embargo, ese problema ha sido resuelto con una sistema de libre mercado, donde las comunidades que más necesitan recursos lo demuestran poniendo ofertas de dinero con una moneda artificial. Es decir, a través de las señales de precios que crean la oferta y demanda, las comunidades más hambrientas obtienen más comida.
En el pasado, morir de hambre era algo común. En la actualidad, gracias a que hemos desarrollado nuestra economía abaratando costos y asignando recursos de forma eficiente, la inanición es cada vez más baja en el mundo. En 1986, el 2,2% de los niños chilenos menores de 5 años estaba desnutrido, mientras que en 2014 esa cifra era de 0,5%. Entre esos años, ¿Chile se volvió más o menos capitalista? Lo mismo pasa en el resto del mundo. Los países con las mayores tasas de desnutrición infantil no se caracterizan por tener altas libertades económicas.
El capitalismo puede ser un sistema imperfecto que crea externalidades negativas. Sin embargo, pretender derrocarlo o culparlo de causar los problemas que en realidad ha solucionado no tiene sentido. Diego Ibáñez y compañía se equivocan en su diagnóstico anticapitalista, pues, la sociedad progresa fomentando la competencia y el emprendimiento, abriéndose al comercio internacional, implementando lógicas de libre mercado y, sobre todo, protegiendo férreamente los derechos de propiedad. O sea, con capitalismo.