Prevención de violencia escolar: dentro y fuera de las aulas

Periódicamente llaman la atención las estadísticas que entrega la Superintendencia de Educación respecto al aumento de las denuncias por problemas de convivencia al interior de los establecimientos educacionales, especialmente los que derivan en agresiones físicas y sicológicas. Y hay razones para alarmarse. Pero poco se habla de lo que ocurre fuera de las aulas. Otras formas de violencia que se traspasan al interior de las salas de clases y otros espacios educativos.

Entre los 0 y 4 años los niños y niñas desarrollan la capacidad de comprender estados mentales como la empatía cognitiva -que permite entender lo que le pasa al otro- y la empatía afectiva, que genera emociones como la compasión por los demás. A su vez, en la adolescencia los jóvenes desarrollan la identidad social. Los amigos, por ejemplo, pasan a ser más relevantes que los padres y experimentan dificultades para el autocontrol y la regulación emocional.

Ello explica -entre otros factores- que en la infancia tardía y adolescencia se genere un aumento de violencias como el bullying, ciberbullying y agresiones físicas -entre otras conductas dañinas- muchas veces generadas por la presión grupal y la incapacidad de autorregulación.

Se pueden aplicar diversas metodologías para hacer frente a esta grave problemática y una de las que ha resultado ser efectiva, según expuso Xavier Oriol, profesor investigador de la Universidad de Girona en España, y uno de los expositores del Congreso Internacional sobre Prevención de las Violencias organizado por la Universidad Gabriela Mistral, es la implementación de programas e intervenciones en el fomento de la amabilidad, compasión y otras emociones positivas desde temprana edad, tanto en el hogar como en sala cuna, jardines infantiles y establecimientos educativos.

Nuestros niños y niñas necesitan espacios seguros y generar vínculos protectores, y según un estudio sobre Confianza en las Escuelas en nuestro País realizado por Fernández, Bravo & Fierro, 2023, la confianza en la comunidad escolar y sus líderes se vio fortalecida después de la pandemia.

Y aunque la tarea puede parecer sencilla, no lo es, implica otro gran desafío, la actualización en la formación de los actuales y futuros profesores, educadores y cuidadores, para que cuenten con los conocimientos y herramientas en el abordaje de las distintas problemáticas asociadas a salud mental y emocional y así contribuir a formar niños, niñas y adolescentes que puedan convivir sanamente y resolver sus diferencias con diálogo, respeto y afecto.