La farsa de Jumbot: desmontando realidades en la era de la desinformación
La presencia de sesgos de confirmación introduce una capa adicional de complejidad y lleva a una conclusión perturbadora: la desinformación, al alimentar los sesgos de confirmación, puede no solo persistir sino también remodelar la realidad en función de las expectativas compartidas.
Jorge Fábrega es académico del Centro de Investigación de la Complejidad Social - UDD. @jorgefabrega
Sucedió en Argentina.
Jumbot (@Bot_Jumbo) es una cuenta en la red social X (ex Twitter) creada en marzo pasado que asegura en su descripción que mide la variación diaria de precios de la canasta básica tomando los precios de Jumbo Online en Argentina. Para un país afectado por altos niveles de inflación un servicio como éste es de alta utilidad y, quizás por eso, rápidamente creció en número de seguidores llegando a tener sobre 14 mil en pocas semanas.
Pero todo era mentira. Jumbot no mide las variaciones de nada. Todos los datos son inventados o, como dijeron sus autores, son un “experimento social”.
La verdad es que se trata de una joda, no una para Tinelli, sino para Milei que cayó redondo y apoyándose en los “datos” de Jumbot planteó en una reciente entrevista que de aquí a octubre la situación inflacionaria argentina estaría controlada. Como era de esperar, apenas se supo la verdad volaron los memes y las burlas a la autoridad trasandina por haber caído presa de la desinformación de Jumbot.
El episodio podría ser uno más de los tantos que muestran los peligros de la “era de la desinformación”, pero la realidad, pienso, es aún más desafiante que eso porque incluso cuando el dato real parece ser que la inflación sigue aumentando (de acuerdo a las estimaciones de algunas consultoras económicas reconocidas en el mercado argentino los precios en marzo habrían subido sobre un 12%), lo cierto es que saberlo no cambiará las decisiones del presidente trasandino porque para él lo relevante es que Jumbot confirmaba sus sesgos y expectativas (aunque todo fuera un invento).
Si simplemente vivimos en una época de desinformación, la cruda realidad hará su trabajo y tarde o temprano le pasará la factura a Milei si la inflación finalmente no baja. Y la lección sería aprendida. Él se vería compelido a sospechar de cada nueva pieza de información y, por ende, trataría de confirmarla por diversos medios antes de tomar decisiones en base a ella.
Pero la presencia de sesgos de confirmación introduce una capa adicional de complejidad y lleva a una conclusión perturbadora: la desinformación, al alimentar los sesgos de confirmación, puede no solo persistir sino también remodelar la realidad en función de las expectativas compartidas.
En nuestra época, este fenómeno adquiere una escala global y una capacidad de influencia sin precedentes, gracias a la velocidad y el alcance de las redes sociales y otras plataformas digitales. La realidad, lejos de ser un referente inmutable, se convierte en un constructo maleable, sujeto a las fluctuaciones de la percepción colectiva. Esto plantea un dilema crucial para el individuo racional: ¿Debe aferrarse a la información fidedigna o debe adaptarse a un mundo donde las falsedades pueden, paradójicamente, generar nuevas realidades?