La errática estrategia
Es crucial que el presidente Boric respalde con acciones su compromiso de implementar las modificaciones al sistema político, como negociar con los partidos, presentar el mensaje que contenga la reforma o alinear a sus parlamentarios en las votaciones de esta.
Víctor Inostroza es investigador en Fundación Piensa.
La capacidad del presidente Gabriel Boric para impulsar y aprobar reformas significativas ha sido un tema de amplio debate. En ese sentido, el senador oficialista Pedro Araya (PPD) expresó su escepticismo el pasado 4 de abril en una entrevista, indicando que “el Gobierno tiene que dar por perdido el proyecto de reforma previsional y el de reforma tributaria. Si tenemos una reforma previsional, va a ser maquillada y favorecerá a la industria, sin abordar el fondo: mejorar las pensiones”. Esta desconfianza se acentuó cuando, a principios de semana, el mandatario condicionó su apoyo a la reforma del sistema político a la aprobación de la reforma de pensiones en un Congreso donde su gobierno es minoría.
A pesar de todo, el presidente Boric buscó cambiar esta percepción en su reciente discurso en el Encuentro Nacional de la Empresa 2024 (ENADE), intentando disipar cualquier acusación de chantaje político. Declaró: “Quiero señalar de manera explícita y para evitar cualquier tipo de especulación que, como presidente, estoy a favor de reformar nuestro sistema político. Este nuevo enfoque sugiere, en principio, una reconciliación con la necesidad de avanzar en reformas importantes sin condiciones previas.
El cambio de estrategia, que a primera vista parece positivo, también plantea interrogantes sobre la consistencia del presidente. No es novedad que Boric ha cambiado de opinión en momentos clave anteriormente, lo que genera serias dudas sobre su fiabilidad para encauzar reformas que están o no en su programa original. Este patrón de incertidumbre, evidente en la itinerancia y fluctuación de sus posiciones, subraya la necesidad de que el mandatario respalde sus palabras con actos concretos que reflejen un compromiso firme, especialmente en los menos de dos años de gobierno que faltan.
Además, aunque el presidente es conocido por su habilidad para llamar a acuerdos, las inconsistencias en sus acciones después de hacer estos llamados ponen en duda su capacidad para llevarlos a cabo efectivamente. Esto desafía la percepción de su liderazgo y plantea interrogantes sobre su habilidad para aprobar las reformas prometidas.
Con las elecciones locales en octubre de 2024 y las presidenciales en diciembre de 2025, el Gobierno se encuentra en un momento crítico. Debe demostrar pragmatismo y una visión a largo plazo. De lo contrario, creo que las preocupaciones expresadas por el senador Araya podrían materializarse, y Chile podría quedarse sin las reformas de pensiones, tributaria y al sistema político que son tan necesarias. El escenario en el Congreso es muy complicado, y es cierto que los actuales parlamentarios hace tiempo que se encuentran en una sintonía distinta a la ciudadana, pero los votos no se ganan con voluntarismo o pidiendo pruebas de amor a la oposición, sino negociando, haciendo concesiones estratégicas y cuadrando a los parlamentarios.
Es crucial que el presidente Boric respalde con acciones su compromiso de implementar las modificaciones al sistema político, como negociar con los partidos, presentar el mensaje que contenga la reforma o alinear a sus parlamentarios en las votaciones de esta. La verdadera prueba de su liderazgo radicará en su habilidad para mantener un discurso coherente y previsible, asegurando que todos los actores entiendan sus intenciones. Además, debe resistir las presiones de los sectores más radicales dentro de su propia coalición, como el PC y el FA, y garantizar que los parlamentarios necesarios estén preparados para apoyar las votaciones cuando sea necesario. Si no logra esto, los elogios por su retórica quedarán vacíos y la oportunidad de efectuar cambios significativos y duraderos podría perderse irremediablemente.