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8 de Junio de 2024

La primera presidenta de México

La presidenta electa tiene tremendos desafíos por delante, si bien parte con una abrumadora mayoría que le permitirá gobernar cómodamente. Pero ahí, junto con el presidente saliente, pueden estar los riesgos principales para México y su democracia

Por Juan Pablo Glasinovic
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Al igual que en la reciente elección sudafricana, todos los pronósticos anticipaban el resultado, en este caso el triunfo de la candidata presidencial oficialista Claudia Sheinbaum. Sin embargo, por más “crónica anunciada” que haya sido, incluyendo la circunstancia de que las principales candidaturas eran femeninas, no deja de ser un hito en la historia mexicana, partiendo por ser la primera mujer en llegar a la Silla del Águila (símbolo de la presidencia y título de una increíble novela sobre la política y el poder en México del gran escritor Carlos Fuentes). En un país en el cual buena parte de las expresiones que se escuchan aluden al género masculino – “padrísimo”, “a lo mero macho”, etc. este triunfo es también reflejo de importantes transformaciones culturales y seguramente las profundizará.

Es también notable que la primera mujer electa presidenta no sea cristiana (es judía), en la tierra de la Guadalupe, otro signo de los cambios sociales.

Pero, más allá de estos titulares evidentes, ¿qué hay detrás de este resultado?

En primer término, debemos señalar que estos fueron los comicios más masivos en la historia mexicana, abarcando la presidencia, 128 escaños senatoriales y 500 de diputados, así como los municipios de los 32 estados de la federación, incluyendo varias asambleas legislativas locales y 9 gobernaciones.

En este contexto, el oficialismo obtuvo un excelente resultado, prolongándose no solamente en la presidencia, sino también alcanzando la mayoría parlamentaria. Considerando la experiencia regional reciente, es una hazaña que en una elección general el gobierno incumbente no sea desplazado. En este caso refleja el capital político de Andrés Manuel López Obrador AMLO, cuya popularidad se mantuvo muy alta durante todo su sexenio y se traspasó a Sheinbaum. Por lo tanto, la primera razón del triunfo oficialista es ese capital, sin desmerecer por supuesto la trayectoria política de la candidata que incluye haber sido cofundadora del partido que llevó a AMLO al poder, el MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional) y es la primera mujer electa como jefa de gobierno de la Ciudad de México. En ese mimo distrito federal fue parte del gobierno de AMLO en 2000, como secretaria del medio ambiente. Ahí empezó la relación política entre ambos que luego derivó en lo descrito.

Sheinbaum salió ganadora en la encuesta interna en el MORENA para representar a ese partido en estos comicios.

En la votación del fin de semana pasado Sheinbaum obtuvo el más alto resultado registrado en toda la historia republicana, con casi el 60% de los votos y 30 puntos de diferencia con la candidata opositora Xóchitl Gálvez, superando así a su mentor AMLO, con más votos de mujeres y jóvenes. En la Cámara de Diputados es casi seguro que, junto con los partidos aliados superan los 2/3 y están a punto de replicar lo mismo en el Senado. Esto significa, aparte de asegurar el paso de todos sus proyectos de ley, que podría también modificar la constitución.

En cuanto a las 9 gobernaciones disputadas, MORENA se quedó con 7 incluyendo la capital.

En suma, MORENA, de la mano de AMLO y Sheinbaum arrasó electoralmente.

Sin perjuicio de la natural alegría de los vencedores en las urnas, tan aplastante triunfo abre varias interrogantes. ¿Puede ser una amenaza para la democracia mexicana? Evidentemente que siempre una concentración excesiva del poder puede derivar en autoritarismo. México ya vivió esa experiencia con el Partido Revolucionario Institucional PRI, el cual durante 70 año gobernó sin contrapesos en lo que se describió como la “dictadura perfecta”, porque bajo la apariencia de un sistema democrático con comicios regulares y separación de poderes, el presidente ungía a su sucesor que era ratificado en las urnas, sin opciones reales competitivas.

El MORENA podría convertirse en el nuevo PRI, partiendo con reformas constitucionales que debiliten a los otros poderes e instituciones. AMLO ya lo intentó con la Corte Suprema y el Instituto Nacional Electoral y ha vuelto a anunciar su objetivo, lo que fue apoyado por la presidenta electa.

Por eso la bolsa cayó en forma importante al día siguiente, justamente por esta preocupación de los actores económicos sobre el derrotero institucional del país.

Mientras el oficialismo se ha fortalecido, la oposición de la alianza del PAN, PRI y PRD está en su nivel más bajo, debiendo urgentemente asimilar las lecciones de esta campaña, reconectar con la población y rearticularse para hacer frente a la eventual amenaza autoritaria y populista.

La gran pregunta que ronda entonces es si el gobierno de Sheinbaum será una prolongación de AMLO o será algo nuevo, y de eso dependerá lo que siga en materia institucional y económica.

Si miramos la experiencia reciente en Latinoamérica, la mayoría de los delfines políticos ha separado aguas con sus mentores, a veces en forma tajante y amarga, como sería el caso de Lenín Moreno con Rafael Correa en Ecuador y Luis Arce con Evo Morales en Bolivia.

Habrá que ver el papel que sigue jugando AMLO y por supuesto el rol de Sheinbaum, aunque el primero ha declarado que, tras su salida, se retirará de la vida pública. Pero antes de ello anunció una gira de despedida por todo el país con la presidenta electa.

Respecto de los desafíos que se vienen para la presidenta electa, además de su rol respecto de la democracia mexicana, destacan la economía, la seguridad y la política exterior.

Respecto de la economía, la tendencia al proteccionismo y el consecuente regionalismo han favorecido a México en el comercio y las inversiones como plataforma hacia Estados Unidos y podrían hacerlo mucho más, siempre que se dé un clima favorable y no se impulse desde el estado elefantes blancos como lo ha hecho AMLO en ámbitos como la energía.

En materia de seguridad, la penetración del crimen organizado no ha cesado, y ya son muchos los estados en los cuales las instancias municipales y del gobierno local están controladas por estos grupos, que siguen escalando territorialmente y en la estructura federal. En este ámbito, la estrategia de AMLO fue un total fracaso y México ha avanzado en el camino de convertirse en un narcoestado, que además extiende sus tentáculos a toda la región con sus carteles. Esa situación no puede mantenerse y Sheinbaum tendrá que tomar decisiones muy difíciles y duras si quiere revertir el fenómeno.

Por otra parte, también durante el gobierno de AMLO México se ha aislado diplomáticamente, especialmente de la región. En la reconfiguración del sistema internacional no es posible pensar en un adecuado posicionamiento de América Latina sin la participación de México. Tampoco se puede abordar exitosamente el flagelo del crimen organizado que nos azota sin su concurso.

Finalmente, la compleja relación con EE. UU. podría serlo más si triunfa Trump y habrá que dedicar mucha energía a esa dinámica.

En conclusión, la presidenta electa tiene tremendos desafíos por delante, si bien parte con una abrumadora mayoría que le permitirá gobernar cómodamente. Pero ahí, junto con el presidente saliente, pueden estar los riesgos principales para México y su democracia. 

Al final del día buena parte de su éxito o fracaso dependerá de su liderazgo en la soledad de la Silla del Águila.

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