Los dichos de Vidal: entre ofensivos y anticuados
Ezequiel Spector es Director del Magíster en Filosofía, Economía y Política. Universidad Adolfo Ibáñez.
Varias fueron las críticas que recibió el presidente del Directorio de TVN, Francisco Vidal, por sus recientes declaraciones en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. En general, estas críticas se basaron en lo ofensivos que fueron sus comentarios hacia medios de comunicación privados. Aquí dejo de lado este aspecto, para concentrarme en una dimensión que hasta ahora ha sido omitida: lo anacrónico del discurso.
Las declaraciones de Vidal representan una visión ampliamente extendida. Según este enfoque, los medios públicos son esenciales para llevar información confiable a la ciudadanía y para promover el pluralismo. Si no existieran, la audiencia quedaría a merced de pocos grupos económicos que dominarían todo el mercado.
Sorprendentemente, aún hay voces públicas que insisten en este discurso, a pesar de que descansa en premisas obviamente falsas. En lo que respecta al flujo de información, nunca en la historia el ciudadano estuvo tan empoderado, y nunca en la historia hubo tanto pluralismo. Pero la razón no es ningún medio público. De hecho, los medios de comunicación tradicionales que tanto obsesionan a algunos políticos atraen cada vez menos audiencia.
La llegada de Internet y el auge de las redes sociales han transformado radicalmente el paisaje informativo, ofreciendo una variedad sin precedentes en la cantidad y calidad de las fuentes. Este fenómeno implicó una oferta masiva de voces diferentes, un aumento astronómico del pluralismo informativo y una notable disminución de la dependencia de los medios de comunicación clásicos. Esta tendencia es incluso más evidente en Chile, donde más del 90% de las personas tiene acceso a Internet.
Mientras pensaba en cómo expresar estas ideas, observé de lejos a una señora de unos 60 años sentada en el Metro, concentrada en su teléfono celular. En su pantalla seguramente tenía acceso a un vasto océano de información, con millones de recursos disponibles. En lo que a ello respecta, nunca fuimos tan libres y el debate público nunca estuvo tan democratizado. Y no se lo debemos a ningún medio público.
La perspectiva anacrónica de los políticos sobre ciertos temas no es, por supuesto, exclusiva de Chile: piénsese en la obsesión que tenían los funcionarios kirchneristas durante su gobierno en Argentina, con el “monopolio del papel prensa”, sin notar que los lectores estaban migrando masivamente al formato online.
Obviamente, el avance de la tecnología ha traído varios desafíos. Las fake news, en muchos casos impulsadas desde el anonimato, encuentran en Internet un terreno propicio para diseminarse. Curiosamente, los dichos de Vidal no se orientaron hacia esa problemática, sino hacia reconocidos medios privados tradicionales, que son justamente los que están más regulados por la normativa vigente. Y se enfocaron, extrañamente, en la supuesta diversidad que puede aportar un medio público, cuando la diversidad es justamente lo que hoy abunda.
En cualquier caso, no se trata de subestimar aquellos desafíos, sino de reconocer que ellos existen precisamente porque hoy el mercado de la información es tremendamente amplio, no porque sea cerrado, tal como sugiere esa línea de pensamiento tan extendida, en este caso representada por Vidal.
En definitiva, más allá de si fue ofensivo, lo cierto es que ese discurso encierra una visión errada sobre el papel de los medios públicos en la era digital. La democratización del acceso a la información ha crecido exponencialmente, pero gracias a Internet y las redes sociales. Por supuesto, esta nueva era presenta desafíos que deben resolverse, aunque sin subestimar la libertad y el empoderamiento que la tecnología ha brindado a la ciudadanía.