
Mario Vargas Llosa fue un genio de las letras, pero por sobre todas las cosas un eterno defensor de la libertad, la democracia y la convivencia.
Desde “La ciudad y los perros”, la obra que lo consagró, hasta la “Guerra del fin del mundo”, sus obras pasaron al tiempo y destacaron su profundo rechazo a la violencia social, política, familiar.
Compartió un intenso compañerismo con Gabriel García Márquez, moviéndose en el espacio del socialismo, pero se distanciaron cuando el peruano se sintió defraudado por el giro de la revolución cubana y decidió volcarse al liberalismo.
En ese campo, Vargas Llosa fue un devastador crítico de las dictaduras, a las que nunca calificó de malas o “menos malas” como alguna vez le preguntó un desprevenido Axel Kaiser, que tuvo que soportar una respuesta lapidaria de parte del genio escritor: “todas las dictaduras son malas, aún aquellas que se camuflan de democráticas, o que supuestamente generan un beneficio económico para unos pocos a costa de hechos aberrantes”.
El filósofo argentino Juan José Sebreli (fallecido en 2024) cuenta sus conversaciones con el escritor peruano y muy especialmente sus afinidades con el liberalismo auténtico. Sebreli definía la postura política de Vargas Llosa como la clásica de los liberales de una izquierda abierta y democrática, defensor de una cautelosa libertad de mercado que se detiene frente a los monopolios y a la necesidad imperiosa de una educación pública de excelencia, así como también fortalecer los derechos civiles, el derecho a hacer lo que cada persona quiera con su cuerpo y su vida, el derecho a que personas muy distintas puedan vivir en un mismo lugar sin interferencias.
Vargas Llosa fue un verdadero liberal, ni de izquierda ni de derecha, un irónico frente a la ignorancia de los dogmáticos y un enemigo acérrimo de la corrupción y de la compra de intelectuales y de medios que llevan adelante supuestas democracias.
Por todo lo que fue, es y será un ejemplo para quienes dicen querer vivir en una democracia liberal que permita la convivencia social.
Hasta siempre, gran Maestro.