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Socialismo Democrático: de la unidad a la fractura

El fin del Socialismo Democrático se aleja, de esta manera, de los gobiernos de coalición que le dieron buenos años a Chile, y de los cuales uno pensaría que son herederos naturales y directos el PS, el Partido Radical y el PPD, como ex miembros de la Concertación, que actuaron unidos por el bien del país.

Si en los primeros años del actual gobierno hablábamos de las “dos almas”, hoy asistimos a una multiplicidad de corrientes atrincheradas: no abandonan el gobierno, pero tampoco conviven entre sí. El socialismo democrático llegó a su fin.

La destitución de la ex senadora Allende, al parecer, fue simplemente el corolario de una crónica anunciada; el PS debía pasar factura por todos los costos que la fallida compra de la casa familiar generó y de varios errores del gobierno que asumió en solitario, pero no lo hizo -mostrando una alta lealtad al Presidente y su programa- lo que nunca fue recíproco. A partir de ahí, sin embargo, se suceden una serie de hechos muchas veces incomprensibles y propios de novatos, lo que provoca un quiebre definitivo con uno de sus principales aliados, el PPD: no apoyan su candidata y levantan una propia; ese vínculo político íntimo venía ya desde la elección del presidente Lagos, pero nada es eterno en la vida.

Todo lo anterior se ratifica desde los propios partidos, ahora declarando enfáticamente que el socialismo democrático terminó y que “desde hace tiempo ya no funcionaba”, lo que es fatal para el gobierno y la ciudadanía, pues representa el triunfo de esa izquierda extrema y rígida ideológicamente, que ha mostrado un orden y una disciplina que muchos partidos desearían. Leales con el gobierno, pero con un pie en la calle. Esa izquierda que, desde diversas tribunas, buscó aislar, arrinconar y borrar todo aquello que oliera a los noventa.

El fin del Socialismo Democrático se aleja, de esta manera, de los gobiernos de coalición que le dieron buenos años a Chile, y de los cuales uno pensaría que son herederos naturales y directos el PS, el Partido Radical y el PPD, como ex miembros de la Concertación, que actuaron unidos por el bien del país. Lamentablemente, la incomodidad que les generó actuar en alianza con el FA los llevó a tomar decisiones equivocadas, y no defendieron una herencia que hoy muchos valoran y añoran: seguridad, orden y crecimiento económico.

En dicho marco, se anticipa una primaria fratricida para lo que queda del socialismo democrático en el oficialismo, con 4 o 5 candidatos que intentarán convocar y movilizar a sus bases, pero que beneficia únicamente al PC; un “gatopardo” que se mostrará democrático, institucional y moderado, en el intento del extinto socialismo democrático de mostrar diferencias artificialmente.

El fin del Socialismo Democrático, en síntesis, muestra ese cortoplacismo imperante en Chile y la fragilidad de las alianzas estables y duraderas en política, que son caldo de cultivo para la aparición de figuras extremas y que, desde los bordes, ofrecen soluciones simples a problemas complejos; por eso, este tema debe preocuparnos, pues siempre, al final, está en juego la democracia y su calidad.