
El Mundial Sub 20 de fútbol, todos sabemos, fue un premio de consuelo dado por la FIFA a Chile tras el fenomenal ninguneo recibido durante la postulación al Mundial adulto del 2030. ¿Se acuerda? Nuestro país fue el único despreciado tras haber fomentado la idea de ser sede junto a Argentina y Uruguay, a quienes luego se sumó Paraguay…haciéndonos rápidamente a un lado gracias al muñequeo del presidente de la Conmebol, que hace lo que quiere, donde la dan la toma y -si no la dan- también la toma.
Nos dio rabia, mucha rabia, pero ante la tradicional genuflexión directiva de los nuestros no quedó otra que sobreponerse, pasar la vergüenza, hacer de tripas corazón y agradecer el gesto actuando como si nos supiéramos que nos habían arrastrado por el piso. Y entonces, resilentes como somos, convertimos la desgracia en buena noticia: ¡otro Mundial Juvenil en Chile, qué afortunados!
Pero ojo que, tal como ocurrió con los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, quedan menos de cinco meses (la fiesta parte en septiembre) y aún hay muchos pendientes. Muchísmos. Desde luego, no hay ambiente. La selección, pese a ser local, se ha preparado más o menos no más ante la falta de dinero y creatividad de los dirigentes encargados. El ruido es bajito, no sabemos de himnos, mascotas ni logos (y si están, no aparecen nunca en ninguna parte, que es lo mismo que no estar). La prensa no engancha, nadie habla del tema, el turismo no parece estar preparando nada y los estadios y centros de entrenamiento siguen en pleno trabajo de maquillaje. No sin polémica. Una de las sedes es Rancagua y el alcalde de dicha ciudad, Raimundo Agliati, independiente de Chile Vamos (lo que algo puede tener que ver, pero no explica la queja del todo) hizo fuertes acusaciones y aseguró que los centros de entrenamientos Patricio Mekis y el Complejo Deportivo Nororiente se están refaccionando muy lentamente y sólo con recursos municipales. “Nosotros en Rancagua estamos muy ilusionados y hemos cumplido con todo, pero el Gobierno sigue ausente: el Mundial Sub-20 corre serio riesgo”, Agliati dix.
Peor aún: “Ninguna de las instituciones del Gobierno ha entregado financiamiento para las mejoras que debíamos hacer, a pesar de haber comprometido su apoyo hace más de un año. Pese a los anuncios hechos por las autoridades nacionales y regionales, el apoyo del Estado ha sido inexistente”, asegura Agliati. Pero no se detiene ahi: “Un Mundial no es responsabilidad exclusiva de una ciudad, es una tarea país. Y si no se cumple con los estándares FIFA, el evento corre serio y real riesgo de no realizarse. Así de simple”.
De acuerdo al relato del edil, la Municipalidad presentó seis proyectos de avances y mejoras a la Subsecretaría de Desarrollo Regional y todos ellos fueron rechazados porque supuestamente los ejecutaría el Serviu, lo que finalmente nunca ocurrió. “El Gobierno debe sincerarse. O se suma y aporta de manera concreta, o tendrá que aceptar la responsabilidad de que este evento fracase por falta de compromiso institucional”.
¿Exageración? No sabemos, porque nadie contesta. ¿O usted sabe quiénes son el Director Ejecutivo del Mundial o el Director de Prensa por nombrar sólo a dos de los cargos más importantes en este tipo de eventos? ¿Los ha visto por ahí, en las múltiples entrevistas que debieran estar dando a pocos meses de la competencia? ¿Sabe cómo se llaman? Yo tampoco, y eso que soy periodista. Y deportivo. Le juro que no es flojera, porque por gusto y por obligación profesional, leo los diarios, escucho las noticias en la radio y veo los programas de la televisión local -e incluso extranjera- todos los días. Probablemente en una proporción muchísimo mayor a la de un chileno medio.
Y le digo en serio: nadie sabe nada del Mundial que viene. Ya conocemos perfecto la mascota de las Olimpiadas Especiales, que también serán en Chile el 2027 -en dos años más!- e incluso a la gente que está cargo. Los y las veo bien seguido en los medios y en las redes sociales. ¿Del Mundial Juvenil? Nada. ¿Sabe cuántos países son y quiénes vienen? Ya están clasificados casi todos y no se oye, padrecito. ¿Quiénes serán las principales estrellas? ¿Cuál es el himno, quien lo compuso, quién lo va a cantar, si se hizo algún concurso para elegirlo? Vaya uno a saber ¿Y la mascota? ¿Ya se eligió? Moya ¿Las sedes, por último? ¿Conoce cuántas y cuales serán? Apostaría que no.
Para qué meternos en terrenos más complejos: ¿hay un plan de turismo desplegado en el exterior cuando quedan apenas cinco meses? ¿Plan de seguridad? ¿Plan de venta de entradas? ¿Alcaldes, municipios, ministros y subsecretarios subidos a la máquina promocional? ¿Canales de TV, radios, diarios, redes sociales? ¿El Presidente Boric, fanático del deporte, futbolero histórico, está siendo usado como promotor del torneo en los múltiples viajes por el país o al extranjero? No da la impresión. Y a mí, que quiere que le diga, me está empezando a doler la guata.
Puede que todo esté listo y lo tengan guardado bajo siete llaves. Quizás, en una de esas, ya, ok. Pero aún si así fuera… sería una mala idea. Este tipo de torneos -que se jugará en Chile apenas por segunda vez en nuestra historia, la última en 1987 hace casi 40 años- hay que empezar a jugarlos en las calles, en los medios y en la cabeza de las personas mucho antes de que ya estén encima. No vamos a tener la suerte de corregir todo en cuatro meses, como pasó con los Panamericanos (lo que, usted comprenderá, me consta más que mi propio nombre). Digo: no ocurren milagros dos veces en el mismo lugar. Y eso fue un milagro. Por lo mismo no es buena idea apostar al segundo. Y menos si el equipo a cargo ya no es el mismo.
Ya nos bajaron Sausalito (y la muy turística ciudad de Viña del Mar) por no estar a la altura ni cumplir a tiempo los compromisos. ¿Pasará lo mismo con Rancagua, la región de las viñas a pocas horas de Santiago? Ojalá que no, porque una más, sólo una más, y este torneo va a cambiar de país antes de que termine el primer semestre.