La carta de Carlos Peña que acusa al arzobispo Chomalí de “desfigurar” el debate sobre el aborto
El sacerdote de Concepción dijo que "el que está en el Congreso es un proyecto de aborto libre".
El 31 de enero pasado la Presidenta Bachelet presentó el proyecto que despenaliza el aborto en tres causales: riesgo de vida de la madre, inviabilidad del feto y violación. Un debate que se inició en mayo de 2014, fecha en que fue anunciado, y que, como era de esperar, abrió el debate en distintos sectores de la sociedad que se identifican en tres posturas: los que están a favor, los que están en contra y los que están a medias.
La Iglesia Católica es uno de los actores que está totalmente en contra. Así lo ha expresado monseñor Ricardo Ezzati y los otros arzobispos que componen la Conferencia Episcopal del país. Y uno de los más acérrimos defensores de la vida, como dicen quienes están en contra del aborto, es el sacerdote Fernando Chomalí, arzobispo de Concepción.
En una carta a El Mercurio titulada “Santas y Heroínas”, Chomalí dijo: “Cuando una mujer está embarazada, dice lisa y llanamente: estoy esperando a un hijo. Negar este principio es de orden ideológico y postula que el derecho de la madre a decidir si sigue o no un embarazo es superior al derecho que tiene su hijo no nacido a seguir su desarrollo, como se nos permitió a cada uno de nosotros. Desde ese punto de vista, aunque lo nieguen los mentores del proyecto, el que está en el Congreso es un proyecto de aborto libre”.
La respuesta no se hizo esperar. Y este viernes 12 de febrero, el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña -y columnista habitual de ese mismo medio- lanzó: “no se discute el ‘aborto libre'”.
“El obispo Fernando Chomalí en su nota de ayer desfigura, desgraciadamente, el debate que se lleva a cabo en el Congreso relativo al aborto. No es verdad -y el obispo lo sabe- que se esté discutiendo el “aborto libre”, escribió. “Lo que allí se discute es si la decisión de llevar adelante un embarazo de un feto inviable, que es producto de una violación o que pone en inminente peligro la vida de la madre, debe pertenecerle al Estado o a la mujer”.
“¿En qué sentido discutir esos tres casos trágicos equivale a debatir sobre el “aborto libre”? El obispo debiera explicar por qué deforma a tal extremo el debate”, interpeló el rector a Chomalí, quien añadió: “Igualmente debiera pronunciarse si acaso llevar adelante un embarazo en esos casos equivale o no a un acto supererogatorio: un acto que puede ser bueno, pero que no es debido. Si decidir mantener el embarazo en esos casos es un acto supererogatorio (como lo es arriesgar la propia vida para salvar la ajena, o dar todos los bienes para aliviar el hambre de otros, donar un riñón o tolerar a extraños y alimentarlos en la propia casa), entonces el obispo debe concluir que no es lícito que en esos casos el Estado sustituya a la mujer en esa decisión. La doctrina de los actos supererogatorios -el obispo también lo sabe- es consistente con las enseñanzas de la Iglesia a la que él pertenece”.